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Claire Foy: "Ponerme la corona fue como llevar un sombrero: no soy la reina"

Nadie la reconoce, pero todos la aman. Tímida, camaleónica y concienzuda, la actriz británica que encarna a Isabel II en la serie 'The Crown' es un secreto a voces a punto de convertirse en estrella, a pesar de sí misma.

Claire Foy protagonizando 'The Crown' como Isabel II. / d.r.

Isabel Navarro
Isabel Navarro

En la primera escena de la segunda temporada de 'The Crown', Elizabeth y Philip, la reina y su consorte, mantienen una tensa conversación privada. Están en el puerto de Lisboa, en un yate azotado por la tormenta, y fuera corren, ávidos, los paparazzi. Se empujan. Se empapan. Gritan. Disparan. Esperan. Quieren la foto. Pretenden cazar un gesto de ruptura o reconciliación. La foto. Pero no ven nada. Están fuera del drama, ciegos. Y, sin embargo, nosotros, los espectadores, hemos penetrado en la escena.

Ese es el auténtico poder de Peter Morgan (creador y guionista de 'The Crown', responsable de éxitos como 'The Queen' o la obra de teatro 'The Audience', y un especialista en la psicología del poder): hacernos sentir en el corazón de la intrahistoria. Colarnos en la habitación donde la anomalía de la corona complica, todavía más si cabe, la ya de por sí difícil tarea de sobrevivir a los malentendidos de una pareja. Lo que tú quieres. Lo que yo quiero. 'Vivimos en una situación única', dice Elizabeth. 'En una prisión', le corrige él. 'El divorcio es una salida para otros, pero no para nosotros. Jamás', sentencia la reina. Hay una cama al fondo y una botella de whisky entre dos vasos de cristal. Que están temblando. '¿Qué necesitas para estar dentro?', dice ella, sin dramatismo pero hundida en las ojeras. Elizabeth es una mujer infinitamente poderosa que está cansada. '¿Me estás preguntando mi precio?', le contesta él con todo el sarcasmo que le permiten sus cejas. En el plano siguiente, las tropas del general Nasser toman el Canal de Suez. El matrimonio real, como el Imperio colonial británico, nos dice Peter Morgan, es frágil. Y cambiará, pero solo para que lo fundamental –el centro de gravedad, la jerarquía– permanezca.

La vida y la Historia

'The Crown', la serie más cara de la historia de Netflix (13 millones por capítulo), es una lupa de aumento hacia la intimidad y su relación con los sucesos que articulan la Historia. Mayúsculas y minúsculas en el mismo plano. Metáforas que son, sobre todo, puntos de vista. Como en el famoso capítulo 'Humo y espejos', de la primera temporada, donde la perspectiva de la coronación es oblicua: la retransmisión televisiva del acontecimiento y la visión como espectador, desde París, del duque de Windsor, que fue durante 325 días Eduardo VII y es el único que sabe cuánto pesa esa corona. Paradojas. Cuando le pregunto a Claire Foy (33 años), la reina en la ficción, que sintió al ponérsela por primera vez contesta con un lacónico 'nada'. 'La verdad es que no sé qué espera la gente que conteste. No sé qué es lo que sentiría la reina, pero yo no sentí nada. Fue como ponerme un sombrero en la cabeza. La corona es parte del protocolo y la tradición, y supongo que en ese momento Elizabeth tenía muy presente a las personas que la habían llevado antes que ella. Pero yo soy Claire y para mí solo era parte del vestuario mi personaje'.

Ahora que la reina Isabel II (91 años) y el príncipe Felipe (96) de carne y hueso celebran sus bodas de titanio, es decir, sus 70 años juntos, es inevitable preguntarse cómo una mujer tan estoica y un hombre tan orgulloso han conseguido permanecer unidos pese a las tormentas (o maremotos) del siglo XX. Pero a Claire Foy no le sorprende su complicidad. 'Si todo el mundo eligiera a alguien similar a sí mismo como pareja, la vida sería realmente aburrida –dice–. Creo que están juntos porque comparten el mismo sentido del humor, la misma forma de ver las cosas y, sobre todo, porque no se toman muy en serio a sí mismos. Ella le conoció cuando tenía 13 años y es el amor de su vida. Y creo que Philip encuentra en Elizabeth la fuerza y la estabilidad tras una existencia muy dura, solitaria y desarraigada'.

La vida, en realidad, va de no enfermar ni morir: de sobrevivir”

claire foy

Tierra sólida

El príncipe Felipe pasó toda su infancia en internados y su juventud en la marina. Cuando tenía ocho años, su madre fue ingresada en un psiquiátrico, momento que su padre, Andrés de Grecia, aprovechó para marcharse a vivir con su amante. 'Así que no me extraña en absoluto que se enamoraran –dice Claire Foy–. Porque ella le dio la solidez que él necesitaba'. Solidez es una palabra que la actriz identifica a menudo con su personaje. Por ejemplo, cuando explica la forma de caminar de la reina: 'Es una persona muy sólida, terrenal… Mucho más que yo. Creció montando a caballo. Sus pies y sus piernas tienen peso y es una mujer muy enraizada a la tierra, sólida...'. De hecho, en una entrevista, Peter Morgan definió a Elizabeth como 'una mujer de campo de inteligencia limitada que habría sido mucho más feliz criando caballos'.

  • Mujerhoy: ¿Qué es lo más difícil en la construcción del personaje? Claire Foy: El reto era resolver los problemas de uno en uno sin abrumarte: primero, encontrarla físicamente; luego, su voz, que tiene un dialecto particular y una manera muy precisa de decir. Después, era fundamental interiorizar el protocolo, la manera en que funciona la institución, para no hacer nada fuera de lugar. Y, una vez tienes interiorizados todos estos rasgos, actuar con libertad: ser ella, desde ti.

  • Mujerhoy: Así que no la imita Claire Foy: ¡No! ¡En absoluto! Solo he intentado estar en su timbre y en su registro, pero dedicar dos años de mi vida a imitarla habría sido tan insoportable como aburrido. Tenía que ser yo y conectar con una parte de mí, o no habría funcionado.

La relación entre Elizabeth (Claire Foy) y Philip (Matt Smith) es uno de los eje que vertebran la segunda temporada de 'The Crown', recién estrenada al completo en Netflix. / d.r.

Y ha funcionado. Elizabeth –es decir, Claire Foy– su mandíbula, sus ojeras, lo que dice y lo que calla, son el centro emocional de cada escena de 'The Crown'. Cuando se cierra la chaqueta del twin set, un gesto que a veces parece de frío, a veces de protección y a veces tan solo una manera de coger fuerzas antes de expresar algo que le irrita, Elizabeth es una mujer, no una actriz. Te la crees hasta el punto de que el auténtico rostro de Isabel II, el de las libras, se te desdibuja, y cuando piensas en la 'auténtica' reina solo la consigues ver a ella. Y, sin embargo, por coherencia de edad, los productores han decidido que Foy ya no esté en la tercera temporada. Peter Morgan dijo en Variety que 'nadie vive igual las cosas con 30 años que con 50'. Ni tiene el mismo rostro.

Pero la pregunta es, ¿conseguirá mantener 'The Crown' su verosimilitud sin Claire Foy? 'Claro que sí –contesta–. Nadie es imprescindible'. Su reemplazo será Olivia Coleman (Broadchurch), una actriz excelente, 10 años mayor que ella, de la cantera inagotable de grandes actrices británicas que no se dan importancia a sí mismas. Como la propia Foy. Con ella es más fácil hablar de su personaje que de Claire Foy. A menudo repite 'no sé' (I dunno) y se encoge de hombros. Es tímida. No importa que lleve un glamouroso vestido de paillettes: con su pelo cortado a lo pixie y su piel blanca y pecosa, da la sensación de que es una amiga del colegio o una madre joven que te acabas de encontrar en el parque con la que compartes el cubo y la pala en el arenero. Las primeras pruebas para el papel de reina las hizo embarazada y durante el rodaje hacía descansos para amamantar a su bebé. Pero de eso no habla.

Hasta los 23 años no tuve suficiente confianza en mí misma para hacer interpretación.”

claire foy

De la Luna a Lisbeth Salander

El cine está ansioso de ella y de su rotunda y delicada presencia a lo Ingrid Bergman, pero Claire Foy, que el año pasado ganó el Globo de Oro por su interpretación de la reina, no deja de quitarse importancia. 'No fui a la escuela de Arte Dramático hasta los 23 años porque no tenía suficiente confianza en mí misma. No me parecía una profesión. No había actores en mi familia ni conocía a ninguna persona que se ganase la vida como artista. Había una parte de mí que quería y necesitaba expresarse a sí misma y buscaba maneras de hacerlo, pero no tengo ni idea de por qué decidí convertirme en actriz. De hecho, todavía no sé si quiero serlo'.

Y, sin embargo, pese a su supuesta indecisión, está a punto de convertirse en la mujer del astronauta Neil Armstrong, encarnado por Ryan Gosling, en la película que dirigirá Damien Chazelle sobre la llegada del hombre a la Luna. Y luego será la gótica Lisbeth Salander en una nueva adaptación de la saga negra Millennium. A Hollywood le dan igual sus dudas: cuenta con ella.

A los 13 años Claire fue diagnosticada de artritis juvenil y cuando llegó a la universidad tuvo que operarse de un tumor en el ojo que le dejó una mirada algo distinta. 'Fue horrible y debilitante, pero me hizo tomar conciencia de que debía de hacer lo que realmente quería', ha afirmado en alguna ocasión. Cuando le pregunto si aquella enfermedad le cambió la forma de ver la vida, o si la hizo más estoica, como la reina, me contesta por primera vez sin titubeos: ' Todo lo que experimentas te hace más fuerte. Me parece un malentendido creer que las dificultades, las enfermedades y las tragedias son algo excepcional. La vida es una lucha constante y son los momentos de alegría y felicidad lo realmente extraordinario. Creo que de lo que va realmente la vida es de tratar de no enfermar y de tratar de no morir: de la supervivencia'.

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