Alicia Luque especializada en gestión de redes y comunicación. / Álex Rivera

actualidad

Cambiar de vida: ¿Ahora o nunca?

Para la escritora Lea Vélez, la felicidad es lanzarse a una piscina nueva con alma de niña. Llenarse de miedos y superarlos. Como ella, estas cuatro mujeres cambiaron de vida a los 40. Un desafío del que han salido fortalecidas.

La felicidad, como la poesía, es un cambio del lenguaje. Es bailar como siempre con otra canción. Es cambiar de piel, de traje, de peinado, de locura y llenarse de miedos para superarlos. Son colecciones de sentimientos que van llenando el alma de algo intangible o no es nada, nada más que una anestesia contra el dolor. A veces, su ausencia es la brújula que nos susurra el norte con la voz de la niña que fuimos. Hace poco, una amiga me dijo: "Me va bien, soy feliz, pero no me veo haciendo lo mismo durante los próximos 20 años". La entiendo.

Seguir sintiendo

Las cuestionan por dejar lo estable, pero conocerse a una misma es pura cordura.

Yo misma había cambiado de actividad pasados los 40. No fue sencillo el cambio, pero me hizo feliz. Me pregunté si mi deseo de probarme en otro lugar se debía a mi edad, y el "ahora o nunca", o a los sentimientos de sabiduría generados por la experiencia. Me dediqué a preguntarle a unas y a otras, y descubrí entre muchas esta pavorosa afición por lanzarse a una piscina nueva. Indagué un poco más en este "animal femenino", creativo, familiar, que necesita del cambio para seguir sintiendo. Mujeres que emprenden el viaje siguiendo los cantos de una sirena interior.

Una de las personas con las que hablé fue Cecilia Raueck: "Los últimos días que me quedaban en la oficina, la gente me preguntaba cómo me sentía. Mi respuesta era: "Tengo un vértigo terrible y una ilusión desbordante". Estaba aterrada, lo que creo que me vino muy bien para estar más despierta".

Cecilia Raueck, pasó de una multinacional de cosmética a crear losjuguetes Brocks / Álex Rivera

Mientras ella me hablaba de sus emociones encontradas, me la imaginaba taconeando por un brillante pasillo marmóreo de Procter & Gamble, la multinacional en la que trabajaba como ejecutiva. Tras más de una década gestionando marcas como Pantene o Ariel, decidió bajarse de los tacones y marcharse por su cuenta para poner su propio producto en el mercado: Broks, una línea de juguetes de construcción diseñados por ella misma.

"Con dos hijos, no se pueden hacer locuras. Pero la niña que habitaba aún dentro de mí me hablaba alto y claro. Algo me faltaba, algo no me satisfacía. Me gustaba lo que hacía, pero necesitaba volar. Sabía que pasaría a la incertidumbre total, que se acababan las mensualidades, las pagas extras, el coche molón, los beneficios, las acciones, pero poniéndolo todo en la balanza, mis ganas ganaron y salté del trampolín".

"¿Estás loca?"

Pero Cecilia no está chiflada. Conocerse es pura cordura. Cecilia estudió Ingeniería Industrial, así pues venía con un bagaje técnico y creativo para el diseño, que confluyó con su experiencia en marketing. Por ello, cuando buscaba juguetes para sus hijos, aplicaba sus conocimientos de forma inconsciente y los evaluaba, dándose cuenta de que había un hueco en el mercado. "Yo ya había lanzado proyectos propios, pero siempre a la par del trabajo, por lo que nunca llegaron a despegar. Eso sí, aprendí mucho. De hecho, uno de esos intentos fue un juguete que resultó ser carísimo para producir. Todo te va dejando enseñanzas.

En este caso, fueron mis hijos los que me hicieron ver que faltaban juguetes más "inteligentes" en el mercado. Así que lo primero que hice, después de identificar y diseñar cómo quería que fuese Broks, fue hablar con muchos "jugueteros" y aprender. Algunos me desanimaban: "Los padres solo quieren juguetes que entretengan a sus hijos para no tener que jugar con ellos". Pero mi intuición me decía que esto no era verdad, que muchos querían juguetes que también les gustasen a ellos para poder tirarse al suelo con los niños, competir, hacer retos, volver a la infancia. Estoy convencida de que siempre debemos seguir nuestro instinto. La gente intenta ayudarte, pero cuando quieres cambiar algo, no debes basarte en lo que funciona en ese momento, porque si no, al final, no cambias nada. Crear un juguete es un proceso largo. Las dificultades son enormes, pero lo divertido está en salvarlas. Muchos que intentan algo parecido pueden sentir cierta parálisis al ver que no lo controlan todo. Pero hay que perder el miedo a equivocarse."

María Varona, de arquitecta a crear telas de autor en La casa sentida. / Álex Rivera

Los últimos días en la oficina estaba aterrada pero me sntía muy despierta."

Al contrario que Cecilia Raueck, María Varona no tomó su decisión de cambiar de vida de una manera cerebral. De hecho, no tuvo que dejar un empleo porque la arquitectura ya la había dejado a ella por culpa de la crisis. Esto fue, seguramente, una bendita maldición, pues María pasó de diseñar y supervisar la construcción de hogares con ladrillos y mortero, a rodearse de telas propias, crear como terapia, como necesidad y como adicción, hasta elaborar exquisitas estructuras de fieltro a las que llamó La casa sentida, su firma.

Entre telas rugosas, estructuras de fibras, aromas de vapor de plancha, colores como caramelos, me explica: " Con la crisis, la arquitectura se volvió algo tremendamente técnico y devaluado. Me pesaba no poder crear. Así fue como me apunté a un curso de pintura y estampación en seda, sin ninguna meta, solo para aprender. Y cuando acabó seguí investigando por mi cuenta. Me metía en un mundo que desconocía, pero el textil era para mí un territorio amigable. De pequeña hacía figurines, me vestía con ropas de mi abuela...

Digamos que me refugié en mi creatividad y, desde ese lugar, me resultaba natural aprender nuevas técnicas. De todas formas, en la arquitectura siempre me gustó rehabilitar por el poder de apoyarte en algo ya construido para crear otra cosa nueva. Eso hice yo con mi formación. Así que cuando mis vecinos y amigos empezaron a encargarme cosas para regalar, pensé en que podría ser algo más que una salida emocional. Como era autónoma, podía tener dos actividades. Supongo que hay personas que piensan que he venido a menos, pero me doy cuenta de que esas personas nunca me vieron realmente. Los que me conocen me reconocen en mis texturas, tocándolas incluso a ciegas. Creo que la distancia más corta entre dos puntos no es la recta, sino la voluntad. Prosperar es crear situaciones en el presente que apoyen tu futuro, no necesariamente económicas, sino llevando contigo el pasado como un bolso lleno de recursos".

Alicia Luque especializada en gestión de redes y comunicación / Álex Rivera

Oír a los demás... o no

¿Pero qué opinan los demás de estas cosas? En principio, las historias de Cecilia Raueck, María Varona, no parecen tan arriesgadas. Cecilia trazó un plan de negocio milimetrado; María se sentía protegida por su arte y su talento... Pero, ¿qué ocurre cuando los demás te dicen que estás chalada?Alicia Luque dejó una vida con red para acabar montando su propia empresa de gestión en redes y comunicación. Y algo loca se sabe, puesto que su negocio se llama Con redes y a lo loco: "Tras 17 años en una constructora como directora de prevención de riesgos laborales, mi marido y mi familia creían que me estaba volviendo loca por querer dejarlo. En los tiempos que corren, ¿quién dejaría un trabajo fijo con un sueldo estupendo? -explica Alicia-.

Parecía imperar aquello de que "la felicidad no está en hacer lo que te hace feliz, sino en ser feliz con lo que haces". Ni siquiera quise seguir sus consejos de echar números. Les decía: "Ya saldrán". Trabajaré lo que sea necesario para que salgan. Superar todas esas barreras me hizo ser aún más consciente de cuánto deseaba probar a vivir mi sueño. Por otra parte, el camino parecía que se iba creando solo. Es como si, de repente, fueran surgiendo señales de que debía orientarme hacia otro lado. Las clases de gestión de redes llegaron de casualidad; la posibilidad de contar con un despacho llegó de casualidad; Silvia, una de mis socias, se ofreció a acompañarme en la cruzada; y también los primeros clientes llegaron sin buscarlos...".

Ni siquiera me molesté en echar números para mi sueño. Me decía: "Ya saldrán.""

Pero, a veces, para ganar algo también hay que perder algo. "Lo de vender mi casa era imprescindible si quería darme la oportunidad de empezar con este proyecto -continúa Alicia Luque-. Cuando me divorcié de mi primer marido, le compré la mitad de la casa para que él pudiera rehacer su vida, así que yo me quedé con la otra mitad y con una hermosa hipoteca, ambas únicamente mías. Aunque me había negado a hacer números más allá de la cuenta de la vieja, tenía claro que el pago de una hipoteca de más de 1.000€ era insostenible, de manera que era necesario vender y justo surgieron unos compradores. De nuevo, el destino parecía apuntar en la misma dirección. Así que vendimos la casa y nos trasladamos a un piso más pequeño. Fue traumático y liberador. Fue muy duro, pero resultó muy saludable tener que deshacerme de tantas cosas innecesarias. Cuando pensaba en ir a trabajar a mi anterior empresa, me sentía desganada, triste, ansiosa. Me ponía a trabajar en mis propios proyectos y llenaba los pulmones hasta el fondo, sonreía más, era feliz. Es como cuando estás sumida en un matrimonio infeliz y aparece un amante que de repente te deslumbra. Tal vez sin esa presencia en tu vida, nunca te hubieras atrevido a dar el paso de dejar tu anterior trabajo. Yo lo sentí tal cual".

María Oruña, de abogada a escritora. Autora de 'Puerto escondido' y 'Un ugar a donde ir'. / Álex Rivera

Yo no conocía a nadie en el mundo editorial, pero creía en mí misma".

María Oruña tampoco se planteó fríamente dejar la abogacía y convertirse en escritora. Ni siquiera tuvo nunca la vocación muy clara, aunque le gustaba escribir. "Hice una carrera porque en mi casa no se entendía otra opción, pero no tenía ni idea de qué quería estudiar. Escogí Derecho por temas de nota y cercanía. Siempre he sido un poco peliculera, así que tenía la ilusión de ser abogada penalista, y me fabulaba a mí misma defendiendo a los buenos y diciendo: "Protesto, señoría". La realidad, por supuesto, fue la que marcó mi camino real. Mi primer salario, durante casi un año, ascendió a menos de 500€. Por supuesto, no me hacía feliz trabajar en aquel primer despacho, en el que estuve tres años. Sobre todo porque no hacía nada que yo considerase útil por y para nadie. Después cambié a un bufete internacional. Amplié mis conocimientos y servicios al ámbito civil, mercantil y laboral. Esto me gustaba más, pero tras seis años me quedé embarazada y todo se trastocó. De hecho, perdí mi empleo y decidí poner mi despacho en casa. Pero... antes de empezar con el despacho, decidí, por puro placer, aprovechando este periodo de transición, escribir una historia que rescatase las anécdotas que mi abuela me contaba sobre la forma de vida de la guerra y la posguerra en España. Hice una novela sin contárselo a nadie, excepto a mi pareja.

No conocía a nadie en el mundo editorial, pero un día, tomé la decisión: yo era invisible, bien, pero mi determinación era mía. Preparé una sinopsis atractiva de Puerto escondido y fulminé a todas las agencias literarias que pude con un correo personalizado. Estuve a punto de tirar la toalla. Sin embargo, un día, una agencia me pidió 15 páginas. Después, 50. Más tarde, todo el libro. En dos semanas, los derechos habían sido vendidos a Planeta (Destino). Y pensé: "Ah, vale, así funciona", sin ser consciente del milagro que se había producido".

Quizá sea todo al revés

Después publicó un segundo libro y este año publicará la tercera novela. Lleva 80.000 ejemplares vendidos y ella lo achaca a la suerte o a un milagro, pero ocurre que supo escuchar algo que faltaba o supo escuchar esto que a ella le faltaba y al hacerlo, escuchó el mismo hueco en otros muchos corazones. Al final, la realidad es que no somos tan singulares. El producto de nuestra felicidad, de todas estas felicidades, tiene alma y vida y calidad. Es el objeto de ese estar perdida y de liberarse, es el sueño hecho objeto. Quizá haya una enorme calidad en la libertad. Quizá sea todo al revés. Quizá no haya forma de viajar a la felicidad. Quizá la felicidad sea el viaje. Quizá solo haya que escuchar la brújula interior y ponerse a caminar.

Sobre ellas...

  • Cecilia Raueck: Pasó de una multinacional de cosmética a crear los juguetes Broks. "A los 25 quería las cosas ya, no podía esperar. Pero los años curten y te das cuenta de que todo toma su tiempo. A una Cecilia 20 años más joven de lo que soy ahora, le diría que fuera reflexiva y paciente. Creo que mi impaciencia en ciertos momentos me ha jugado malas pasadas. Y que no se centrara solo en su trabajo, que siempre tuviera un proyecto propio aparte".

  • María Varona: Ha pasado de la arquitectura a crear telas de autor en La casa sentida. "Intentaría inspirar a la joven que fui diciéndole que el éxito no es la producción con fines económicos, es una construcción interna. Es un centro al que atarte como a un mástil en la tempestad. Me diría a mí misma: "¿Recuerdas tu juegos en la casa de tu abuela, con sus vestidos y cortinas? Te espero allí. No te asustes del camino, céntrate en lo que te hacía feliz, cambia la materia, pero sigue jugando. No mates a la niña".

  • Alicia Luque: Dejó su trabajo como directora de prevención de riesgos laborales en una gran empresa y creó Con redes y a lo loco, especializada en gestión de redes y comunicación. "A una Alicia con 20 años menos le diría que viajara más, que hiciera un Erasmus. Sobre todo, le diría que aprendiera inglés. Que tardara algo más en ponerse a trabajar. Aunque, por otra parte, una Alicia joven distinta habría conducido a una Alicia diferente, y esta, la que soy hoy, me gusta".

  • María Oruña: Pasó de la abogacía a la literatura. Es autora de Puerto escondido y Un lugar a donde ir. "Con 27 años ya tenía marido, casa, perro, trabajo... y me preguntaba: "¿Ya está? ¿No hay nada más? Ahora, ¿a viajar en los puentes y la vacaciones hasta que me jubile?". Así que, si tuviera 20 años, le-me diría: "Prepárate porque sí, eso que presientes es cierto, hay algo más. La vida te va a dar un giro, tendrás un hijo, serás escritora y, aunque a veces creas estar perdida, serás feliz".