Cuando Julianne Moore era una niña, aprendió a defenderse de los constantes cambios –su padre era militar y la familia nunca pasó más de 18 meses en la misma ciudad– observando minuciosamente a sus nuevos vecinos: cómo se movían, qué acento tenían, cómo gesticulaban, lo que hacían. Ella se sentía siempre una extranjera y era como si su mirada fuera una barrera tras la que protegerse. “Me decía a mí misma, vale, así es como la gente habla, se viste o se mueve aquí –contaba recientemente en una entrevista–. Pero, al mismo tiempo, me daba cuenta de que, fueran las que fueran las diferencias, había algo universal en cómo somos todos por dentro. Y esa idea ha seguido siendo muy valiosa para mí como actriz”.

Julie Anne Smith (Fort Bragg, Carolina del Norte, 1960) está, a los 57 años, en su mejor momento profesional. Fiel a su trayectoria llena de contrastes, estrenó hace unos meses la comedia de acción Kingsman, el círculo de oro y la última cinta de George Clooney, Suburbicon, una distopía sobre la violencia. Y El museo de las maravillas, una delicada fábula infantil sobre la identidad, en la que se pone en por cuarta vez a las órdenes de Tod Haynes, uno de los hombres más importantes de su carrera, una trayectoria a la que no le falta ni un reconocimiento. Moore es una de las dos únicas actrices que han ganado, junto a Juliette Binoche, los premios más importantes de los tres grandes festivales internacionales: Cannes, Venecia y Berlín. Además, en 2014 se llevó un Globo de Oro y un Oscar (tras haber estado nominada cinco veces a lo largo de su carrera) por la película Siempre Alice, la historia de una madre de familia a la que diagnostican Alzheimer.

Tras su sonado debut en la pantalla grande en Short cuts, de Robert Altmann, interpretando un largo monólogo desnuda de cintura para abajo, su pálida piel pecosa y su pelo rojo natural se han convertido en la encarnación de algunos de los personajes más emblemáticos del cine independiente de los últimos 25 años: de Boogie Nights (1997) y El fin del romance (1999), a Un hombre soltero (2009). Y es difícil olvidar sus dos personajes de madre de familia de los años 50 que un día descubre que la perfección no existe en Las horas, de Stephen Daldry, y Lejos del cielo, de Tod Haynes –las dos del mismo año, 2002–, que la convirtieron en la reina del melodrama. Esta última es una de sus películas favoritas. “Siempre que alguien ha escrito algo pensando en mí me siento intensamente conmovida y halagada. Lejos del cielo fue una experiencia extraordinaria”, confiesa.

Pero otros muchos espectadores la recordarán en algunas de las más importantes superproducciones de acción de los últimos años: desde Jurassic Park, de Steven Spielberg, a Los juegos del hambre, pasando por éxitos comerciales como Assassins, con Silvester Stallone y Antonio Banderas, o la comedia romántica Nueve meses, con Hugh Grant. Y es que Moore es una de las actrices con mayor habilidad para pasar de películas de gran presupuesto a fi lmes independientes y de gran profundidad. “He sido muy afortunada por haber trabajado con tantos directores tan diferentes. He rodado casi 60 películas, lo que supone mucha gente muy distinta. Lo que me gustan son las historias humanas. Los actores somos unos free lance en espera de que entren los encargos –explica–. Y yo soy una privilegiada, porque esos encargos no han dejado de llegar y me han permitido hacer cosas en las que creo”.

Entre dos tierras

Por encima de todo, lo que me gusta son las historias humanas"

Julianne Moore

Sin embargo, la primera vocación que la llevó al escenario no fue la actuación, sino la lectura, una pasión que conserva intacta. “Para mí, actuar en el colegio era como leer en voz alta –explica–. Lo que importa son las historias. Muchas de las películas que he hecho, y que me siguen gustando, son las que me atrajeron desde el primer momento, cuando leí el guión. Por encima de todo, me interesan las relaciones humanas, quiénes somos, cómo tratamos a los otros y qué queremos”. A pesar de que habían fomentado su afición teatral y de que le habían dicho siempre que podría ser lo que quisiera si iba a la Universidad, sus padres se espantaron con la perspectiva de que fuera actriz. “Obviamente, todo lo que quisiera no incluía la actuación”, dice con sorna. Ella, sin embargo, se salió con la suya y se matriculó en la Universidad de Boston para estudiar teatro. Si sus padres temían la inestabilidad de su futura profesión, ella no tuvo ese problema: en cuanto terminó sus estudios, la contrataron en una serie de televisión –As the world turns–, que se emitía diariamente y en la que estuvo trabajando tres años. Y justo después, la llamó Robert Altmann.

Pero, con toda la seriedad y organización que parecen presidir su carácter, la actriz siempre ha contado que, interiormente, siente un desequilibrio. Su padre era estadounidense y su madre escocesa, y ella creció con la sensación de pertenecer a dos culturas. “Creo que estoy un poco a medio camino entre ambos, entre la reserva británica y el entusiasmo americano. Aunque a veces me muestro extrovertida, soy también muy reservada. En mi infancia, los cambios también me hicieron apreciar la seguridad”.

La belleza de la madurez

  • “Siento que, al inicio de cada década, pasamos revista a nuestra vida. Un cumpleaños importante nos da la posibilidad de pensar en nosotras mismas y lo que hemos logrado en nuestra vida profesional y personal. Me parece que los 50 son especialmente importantes porque ya hemos vivido una buena parte de nuestra vida y somos conscientes de lo precioso que es nuestro tiempo”, reconoce la actriz.

  • Quizá por eso, y porque sabe apreciar hasta dónde ha llegado, Julianne Moore considera un privilegio cumplir años: “Me encuentro mucho más a gusto conmigo misma que nunca”. Probablemente ese sentimiento tenga mucho que ver con su rutina de belleza. La actriz y embajadora de Age Perfect Renacimiento Celular de L’Oréal Paris, utiliza a diario esta gama por sus grandes ingredientes de trufa negra y té negro, su piel renace más lisa y luminosa.

  • “He usado a diario protector solar desde que tenía 23 años”, asegura. Paradise Primer y Máscara, Golden Age y Accord Parfait, son otros de los imprescindibles en su rutina de belleza.

Cuando no trabaja, le gusta levantarse en su casa del West Village de Manhattan donde vive con su marido, el director Bart Freundlich (10 años más joven que ella y con quien lleva 20 años casada) y sus hijos Caleb, de 18 años, que ya va a la Universidad y Liv, de 14. La actriz dice que le encanta hacerles el desayuno, ordenar la casa, leer el periódico, comer con una amiga e ir a yoga. “Algunas personas creen que las actrices no somos prácticas o no nos gusta la vida doméstica, que somos emocionalmente vulnerables y volátiles. Pero yo no soy así. Mi casa está ordenada y limpia. No soy una gran cocinera, pero me gusta hacer el desayuno y poner manteles y servilletas”.

Hace 30 años que me preguntan si es difícil encontrar papeles para mujeres de mi edad"

j. moore

Julianne Moore no solamente conserva una piel y un cuerpo envidiables, sino que relanzó su carrera como modelo al cumplir los 50 años. En 2001 se convirtió en una de las e mbajadoras de L’Oréal Paris y posó para Bulgari. Recientemente, ha hecho la campaña de lencería de Triumph y ha sido una de las protagonistas del Calendario Pirelli ante la cámara de Peter Lindbergh, que quiso captar en ella y en otras actrices maduras, como Nicole Kidman, Robin Wright o Uma Thurman, la belleza auténtica, sin maquillaje.

Pero, ¿cómo se siente Moore con el paso de los años, en una industria que tiende a ser cruel con las mujeres maduras? “En Estados Unidos siempre que se habla de la edad se habla de pérdida –explicaba recientemente–. Pero madurar también significa ganar en conocimiento, y eso es un privilegio. Porque lo que más tememos del envejecimiento es la muerte, y eso sí que está fuera de nuestro control. Los 50 son una década muy importante, porque has vivido lo suficiente como para darte cuenta de lo precioso que de verdad es el tiempo. Y yo me siento mucho más a gusto conmigo misma a medida que pasan los años”

¿No es cada vez más difícil encontrar papeles interesantes a su edad?. “La verdad es que llevo contestando esta pregunta desde que tenía 30 años –asegura mordaz–. En Hollywood, hay que tener en cuenta que la industria no está para producir papeles interesantes, está para hacer películas que hagan dinero. Pero hay muchos otros proyectos que hablan de la gente y de lo que nos hace humanos, solo hay que saber dónde buscar”.

Es difícil de creer, pero hubo un tiempo en que Julianne se sintió un patito feo: allá donde iba sentía que en el mundo solo había rubios y morenos, pero no pelirrojos. Con 16 años, llevaba gafas y era “una friki total”, según se describe a sí misma. Las cosas cambiaron a los 18 años, cuando empezó a llevar lentillas y a sentirse “mucho más segura”.

Anti estrella

En los últimos tiempos, la actriz ha tenido que enfrentarse a otro tipo de experiencia: el lanzamiento como modelo de su hija Liv. Pero a ella no le preocupa. “Es una chica maravillosa. Cuando era pequeña me dijo: “¿Sabes?, algunas personas se asustan con las películas, pero yo no, porque sé que todo es mentira”. Siempre ha entendido el concepto de ilusión, y lo mismo le pasa con la moda”.

¿Es Moore una antiestrella? Vive lejos de California y cuando no trabaja está con su familia. Es, además, una activa defensora de la igualdad, el control de las armas y de los derechos civiles, posicionamientos políticos por los que suele recibir críticas en las redes. “¿Sabías que en Estados Unidos uno de cada cuatro niños vive en la pobreza? Algo absurdo en un país tan desarrollado –explica–. Las otras causas con las que estoy comprometida son el sistema de salud, la educación y el medio ambiente. Soy muy consciente de mi suerte. Puede que mi vida sea un poco alocada en ocasiones, pero es una vida privilegiada. Soy capaz de ganármela haciendo lo que me gusta, una oportunidad que no tiene mucha gente”. Quizá sea una estrella, porque brilla desde su interior, allí donde nace su trabajo para iluminar la experiencia humana de cada uno de sus personajes, eso que nos puede pasar, o nos pasa a todos, y que la gran pantalla refleja.

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