No terminan de comprenderlo. De comprendernos. Me refiero a tantos y tantos hombres perplejos por el paso al frente que hemos dado las mujeres diciendo "basta ya". Sí, basta ya de estructuras sociales en las que las mujeres hemos tenido un papel subordinado; basta ya de paternalismo; basta ya de sentir miedo si vamos solas por la calle de noche, por temor a que algún bárbaro nos ataque; basta ya de callar los abusos que venimos sufriendo desde hace siglos, porque tantos y tantos hombres tienen una visión supremacista de los masculino sobre lo femenino; basta ya de quedarnos paralizadas sin saber qué hacer cuando alguien que está en posición de superioridad laboral o social abusa de nosotras; basta ya de quedarnos quietas, calladas, noqueadas ante estos y otros abusos, precisamente porque durante siglos hemos sido poco más que un apéndice de los hombres; basta ya de que se nos exija ser heroínas y jugarnos la vida si un tipo quiere abusar de nosotras, porque de lo contrario dirán que hemos consentido, que no hicimos lo suficiente para quitárnoslo de encima...

Basta ya, sí ,basta ya. Hay muchos, muchos hombres que lo comprenden y se unen a nuestro grito. Pero otros no terminan de comprenderlo, creen que estamos exagerando, que nuestras quejas son excesivas. Creo que es la misma perplejidad que debían de sentir los amos, cuando se les revelaron los esclavos.

Durante siglos y siglos, a los hombres les ha parecido normal que la mitad de la población, nosotras, no hayamos tenido las mismas oportunidades ni los mismos derechos. Que hayamos estado sometidas de distintas maneras, no necesariamente con violencia física, porque éramos casi invisibles fuera del ámbito familiar. Cuanto talento e inteligencia se ha perdido en la historia de la humanidad por estar condenadas a la irrelevancia.

Sí, es verdad: en el siglo XX empezaron a cambiar algunos paradigmas respecto a las mujeres. Pero esos cambios no son suficientes. Millones de niñas siguen sin acceder a la educación. Millones de mujeres viven en estado de semiesclavitud, tratadas como seres pecaminosos envueltos en metros de tela para que ellos, ¡pobrecitos!, no se sientan tentados. Muchas sufren mutilación genital. Por no recordar en cuántos países ni siquiera tienen categoría de ciudadanos.

A los que están perplejos, les digo que se trata, simplemente, de hacer realidad de una vez por todas la igualdad. Que queremos salir de noche sin tener miedo; que queremos vestirnos como nos dé la gana, sin que algún tipo crea que eso le da derecho a ponernos la mano encima; que queremos tener las mismas oportunidades según nuestra preparación y talento; que no queremos arrinconarles, ni sustituirles, ni relegarles. Se trata de ser iguales. Ni más ni menos.

P.D. Diré algo más: estoy convencida de que los maltratadores, los acosadores y los violadores tienen un problema con su propia masculinidad y, para ocultarlo, su rabia y su chulería se estrella contra las mujeres. Deberían hacérselo mirar.

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