Se bajó de la limusina, pisó la alfombra roja, posó para los fotógrafos y cuando los flashes cesaron, se quitó los taconazos. La imagen de Kristen Stewart subiendo descalza la escalinata en el pasado Festival de Cannes dio la vuelta al mundo. Era una forma gráfica de denunciar el código de vestuario del certamen, que no permite a las mujeres utilizar calzado plano en su red carpet.
El suyo no ha sido un viaje fácil, pero sí fascinante. Aunque creció en Los Ángeles, donde su padre trabajaba como productor y su madre era supervisora de guión, no soñaba con ser una estrella, sino con escribir y dirigir películas. No entraba en sus planes cumplir con el cliché y ser descubierta por un agente en la función navideña del colegio. Pero así fue. Con 11 años entró en el circuito de los castings y empezó a conseguir papeles: David Fincher se fijó en ella para protagonizar La habitación del pánico junto a Jodie Foster y Sean Penn la dirigió en la cinta indie Hacia rutas salvajes. Y en 2008 aceptó su siguiente papel sin calibrar las consecuencias. Crepúsculo ya era un fenómeno editorial, pero su adaptación cinematográfica superó todas las expectativas, en parte, por la química entre sus protagonistas.
La fama llegó de golpe y sin avisar, tanto para ella como para Robert Pattinson. Y la digestión fue complicada. Tímida y reservada, no sabía cómo comportarse ni cómo gestionar su nuevo estatus de personaje público. Se movía con incomodidad ante los fotógrafos, suspiraba con cada pregunta, se tocaba el pelo y se mordía el labio, gestos que se interpretaban como desdén o indiferencia. Las entrevistas eran un auténtico calvario.
Como ella misma ha confesado, sus respuestas eran inconexas y su discurso tan críptico y desbaratado que era difícil entender quién era aquella joven convertida en un ídolo de masas de la noche a la mañana. “Hablar de mí misma es complicado porque te exige explicar quién eres antes de que tú misma lo sepas”, contaba en 2010 abrumada por la fama. Solo tenía 20 años. Pese a todo, la actriz nunca ha renegado de esa parte de su filmografía. Al contrario. Quizá porque, además de insoportablemente famosa, se hizo muy rica. En aquella época, llegó a ingresar 34 millones de dólares al año.
El fin de Crepúsculo fue una liberación. En muchos sentidos. “Tenía 17 años. Aquello era una locura. Me aterrorizaba que tanta gente deseara conocer cada detalle de mi vida. Odiaba toda aquella atención. No creo que fuera un secreto para nadie. Pero cuando ahora miro atrás no pienso: “Qué época más horrible, estoy traumatizada”. En realidad, me fascina”, le contó el año pasado al diario Sunday Morning Herald. Pero aunque trate de quitarle hierro, ha confesado que en aquella época sufría constantes ataques de pánico y que tenía que convivir con una ansiedad que la atenazaba.
Y llegó el escándalo. Obsesionada con esquivar a los paparazzi y proteger su relación con Robert Pattinson de la prensa, los mismos fotógrafos que la perseguían a diario la “cazaron” en un arrebato de pasión en plena calle con Rupert Sanders, director de Blancanieves y la leyenda del cazador, casado y casi 20 años mayor que ella.
Stewart pidió públicamente perdón a Pattinson y confirmó, de paso, su relación por primera vez. Algunos en Hollywood vaticinaron que aquellas fotos (y la narrativa que se extraía de ellas) tenían potencial para destruir su carrera. Se equivocaban. Aunque ella y Pattinson retomaron su relación, acabaron separándose. A la actriz la ruptura le sirvió para soltar amarras de aquella etapa de su vida. Y aunque aquel momento y aquellas fotos forman parte de su biografía, han dejado de ser un estigma para ella.
De hecho, aquella catarsis fue depuradora. Stewart no quería dedicarse al cine de palomitas ni perpetuarse como estrella de superproducciones.
En cambio, se sentía cómoda con la etiqueta de musa indie. Desde entonces, ha brillado en películas como Camp X-Ray, donde daba vida a una soldado de Guantánamo, y ha puesto de rodillas a la crítica con Viaje a Sils Maria y el drama Siempre Alice. Y a juzgar por sus siguientes proyectos, esa sigue siendo su intención. Mientras termina de rodar Against all enemies, en la que dará vida a la icónica Jean Seberg, estrenará este año dos películas más: el thriller de acción Underwater y el biopic J.T. Leroy, la historia real de la autora Laura Albert, que se inventó una traumática existencia y se escondió tras un pseudónimo para escribir una autobiografía falsa. Y también ha tenido tiempo para ponerse por primera vez detrás de la cámara y dirigir su primer corto: Come swim.
Mientras rehacía su carrera y se reinventaba como estrella del cine independiente, Kristen Stewart también cambió su forma de manejarse en público y de gestionar su fama. Para empezar, se cortó el pelo . Podría parecer un detalle superficial, pero ha confesado que renunciar a su melena fue una forma de liberación. Ya no sentía la necesidad de “esconderse detrás de ese velo”. Tampoco quería sentir la obligación de gustar o de resultar sexy. Al menos, no para satisfacer a nadie.
Pero, sobre todo, empezó a dejar que los medios se asomaran a su vida personal. Las fotos de la actriz paseando de la mano con sus novias denotaban una naturalidad desconocida. Y cuando alguien le preguntaba por su orientación sexual, sabía manejarse con destreza: “Buscadme en Google. No me escondo”. Era la repuesta perfecta para confirmar lo evidente.
Tras su relación con Pattinson decidió cambiar el chip. “Todo cambió cuando empecé a salir con una chica. Pensé que ocultarlo podía interpretarse como que me avergonzaba de ello. Y decidí cambiar mi manera de presentarme en público. Ahora soy mucho más feliz”, le contó la actriz a la edición británica de la revista Elle en 2016.
Mientras salía con la productora Alicia Cargile o las cantantes Soko y St. Vincent le confesó al diario The Guardian que no se consideraba gay, sino bisexual. “ No estás confundido si eres bisexual. Para mí, es más bien al contrario”. Y aunque en las últimas semanas se la ha visto con Robert Pattinson en Los Ángeles (lo que ha hecho volar la imaginación de sus fans y de la prensa sensacionalista), no parece que haya reconciliación a la vista. Stewart tiene pareja estable desde hace dos años: la modelo de Victoria’s SecretStella Maxwell. En realidad, lo que le ha pasado es la consecuencia de sobrevivir a la veintena: madurar, equivocarse, aprender de los errores y, finalmente, entenderse y reivindicarse. Ahora, ya puede explicar quién es.
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