Padre que se implican. /
En casa somos puntuales para todo menos para el colegio. Hemos llegado tarde todos los días del curso , todos. Por eso conozco a muchos padres del barrio. Me iba cruzando con ellos llegando a sus coches, sus casas, sus paradas de autobús.
Me gusta el estudio antropológico de los padres (hombres) que llevan a sus hijos al cole. En nuestro barrio hay un 5% de padres creativos y un 95% de corbatas (ojo: hablo de la forma de vestir y no de sus talentos), pero la suma da un 100% de compromiso.
Todas las mañanas me encontraba primero con el padre del peluche. Llevaba chaqueta sin corbata y acunaba bajo el brazo, sin vergüenza, el perrillo que su hijo (o su hija, aún no lo sé) había exigido pasear hasta el centro escolar. Este pobre padre volvía a su casa cada mañana, llamaba al ascensor, entraba en casa, dejaba al perro de peluche y así, día tras día, perdía 10 minutos. Queriendo al peluche.
Había también un padre modernillo que agarraba una pelota. Más de una vez se le escurrió y un día tuve el privilegio de atropellarlo (al balón). El padre miró mi coche, lleno de pelos de perro y escuchó la lista de Spotify que me habían dejado puesta. Nos sonreímos cómplices.
En julio, sin embargo, no quedan padres. Peru y yo atravesamos la ciudad de lado a lado porque ha elegido un campamento urbano extravagante y las extravagancias nos pillan lejísimos de casa. El resto de la ciudad tiene jornada intensiva y nosotros llegamos pronto a su clase y tarde al trabajo, solos y felices.
Mi hijo y yo hablamos mucho en el coche. También bailamos, despotricamos, nos reímos... Durante años, he estado desarrollando una teoría sobre el coche como espacio de conflicto para las parejas y de unión con los hijos, pero mi novio dejó de conducir por compromiso y ya solo me queda la (buena) conexión parental.
'Echo de menos a los padres del colegio', le digo a Peru. 'Yo echo de menos a los hijos de los padres del colegio'. 'Tu frase está llena de subordinadas o de algo que no sé cómo se llama'. '¡Ay!, es tanto lo que ignoras, mamá...'. Y cambia de emisora.
Peru, en el coche, me pregunta por mi vida, mi trabajo, mis cosas. '¿Qué tal la reunión de ayer?', se interesa como si las reuniones fueran siempre cuestión de vida o muerte. 'Bien', le contesto si fue mal. O '¡Arrasé!', si fue bien. A él no le importa la respuesta, su pregunta es solo un gesto de empatía. Hasta que ayer, en una mañana de atasco insólito, se bajó del coche, toqueteó la lista de Spotify y no paró hasta dejarme puesta mi canción favorita.
'Mañana ya me toca con papi...'. me dijo. 'Yo también voy a echar de menos a los hijos de los padres del colegio', le contesto. 'Mamá, por favor, qué extravagancia...'.
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20 de enero-18 de febrero
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