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En un intento por potenciar el género neutro en los uniformes de los jóvenes, ya son 40 las escuelas del Reino Unido que han prohibido el uso de la falda entre las chicas. Sí, a partir de septiembre, todos los alumnos (y alumnas) deberán usar unos "pantalones lisos y grises", y las faldas pasarán a engrosar la lista de artículos históricamente "inaceptables" en los colegios. Me imagino que junto a las navajas, los porros, los tubos de pegamento y los osos con correa, como el que adoptó Lord Byron cuando le prohibieron tener un perro. El director de una de las escuelas ha explicado la medida así: el usar el pantalón como uniforme "elimina la necesidad de que alguien tenga que decidir entre prendas etiquetadas como masculinas o femeninas".
Bien, por un lado me parece genial que en mi país estemos desafiando los límites de género en la ropa. Tener que vestirte cada mañana tomando una serie de decisiones basadas exclusivamente en el género parece una locura a estas alturas. Es como si hubiéramos olvidado que, durante siglos, los hombres han usado vestidos y túnicas y que las mujeres occidentales llevan pantalones, por lo menos, desde que Katharine Hepburn los puso de moda en 1933. Quiero decir, siempre y cuando la ropa no sea poco práctica u obscena, lo que una se ponga debería tener que ver solo con el clima, las tareas que va desempeñar y las preferencias personales. Todo lo demás es absurdo. Por ejemplo, mientras escribo esta columna, la temperatura ha alcanzado los 33 grados y realmente siento compasión por cada tío constreñido por el género que pasa enfundado en pantalones de trabajo en lugar de, digamos, una camiseta de gasa o un ondulante vestidito veraniego. No puedo evitar pensar que sus testículos sudorosos conducirán a muchas decisiones desafortunadas para la clase trabajadora.
De manera similar, en un día frío me dan pena todas esas mujeres cuyo dress code las tiene tiritando en medias y falda de tubo. Con algo tan simple como un par de pantalones de lana tendríamos a mujeres sin hipotermia en la oficina y, por tanto, capaces de desafiar la supremacía masculina en lugar de estar frotándose las pantorrillas mientras gimen: "¡No siento las piernas!".
Eso es una cosa. Otra cosa es que las faldas estén prohibidas en las escuelas, lo que me parece, francamente, una idiotez. Y agregaría, además, que es un tipo de idiotez que solo un hombre podría proponer. O, al menos, alguien que no tiene muy claro que los cuerpos de las mujeres son más… tridimensionales que los de ellos.
Tal vez no lo sepan, pero para muchas mujeres es horrible intentar meter la mitad inferior en dos simples tubos de tela y una cinturilla estándar. En consecuencia, la compra de pantalones es ampliamente considerada como una de las actividades más estresantes en la vida de una mujer. La mitad de las tías que ves tomándose una caña un miércoles por la tarde se ha pasado las últimas seis horas entre probadores manteniendo una singular batalla contra los pantalones que no les sientan bien. ¡Ah, esos elásticos tan apretados que convierten un michelín en muchas pequeñas lorzas! Así que no: hasta que la tecnología del pantalón avance, seguiremos optando por una falda preciosa y relajada, una simple pieza de tela que cubra todos los problemas potenciales con un gesto relajante, como tirar una toalla sobre la jaula de un loro loco.
Si a mí me hubieran forzado a usar pantalones en la escuela, me habría pirado fingiendo tener la regla tan a menudo que los maestros me habrían entregado folletos sobre la endometriosis o habrían montado un crowdfunding para hacerme una histerectomía. La naturaleza me ha bendecido con una considerable "mochila", y mi adolescencia ya fue lo suficientemente difícil sin un montón de tarados burlándose de mi entrepierna. De hecho, no usé pantalones hasta los 27 años, que es el tiempo que tardé en encontrar unos que me parecieron medianamente aceptables. Para ponerlo en contexto, pasó menos tiempo entre que los rusos pusieran un perro en el espacio y Neil Armstrong aterrizara en la Luna.
Por eso, si yo fuera un niño de género neutro o una joven trans, me harían un flaco favor prohibiendo las faldas. O sea, ¿de verdad vais a prohibir una prenda asociada a la feminidad? ¿La ropa que usamos las mujeres os parece peligrosa o inútil? Vaya. Pues, siguiendo ese patrón, un sujetador debe de ser radiactivo ocontagiar la lepra. ¿No es horrible la presunción de que las "cosas de niñas" deben ser erradicadas para que nadie se sienta incómodo?
La solución al tema del género en la vestimenta no puede ser limitar las opciones, sino ofrecer más. Algunas chicas querrán trepar a los árboles en pantalón, y algunos niños dar las clases de economía doméstica en pareo. Por favor, autoridades del sector educativo británico, no obliguéis al próximo RuPaul a usar pantalón gris. Y sobre todo, y esto sí que es de máxima urgencia, dejad de decirle a las chicas lo que tienen que ponerse.
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