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Ana Pérez-Nievas y Natalia Muñoz, el presente de la danza

El referente profesional que ha encontrado la promesa del ballet Ana Pérez-Nievas en la solista Natalia Muñoz.

Ana Pérez Nievas y Natlia Muñoz, el presente de la danza / Antón Goiri y Chesco López

Diana Arrastia

Ana Pérez-Nievas (Madrid, 1997) y Natalia Muñoz (Madrid, 1983) piensan y sienten casi de la misma manera. Y hasta han compartido puntas. " Cuando Ana llegó a la Compañía Nacional de Danza (CND), estaban montando 'The Vertiginous Thrill of Exactitude'. Yo estaba embarazada, pero iba a tomar clases y a ver los ensayos", comienza Natalia. Ana toma el testigo: "Cuando entras en la compañía, lo normal es que te den zapatillas para que puedas empezar a trabajar sin pagar por ellas. Natalia y yo calzamos el mismo pie y tenemos las mismas características, así que me dieron un par suyo. ¡Y las puntas para ella son sagradas!". "Cuando le miré a los pies y reconocí mis puntas, le corté todo el rollo [risas]", continúa Natalia.

Unos años antes, se habían conocido en una función en el Real Conservatorio Profesional de Danza Mariemma, a la que Natalia, exalumna, había acudido como público. Ana aún estudiaba allí. " Cuando la vi bailar, me encantó. Después le dije algunas cosillas técnicas", recuerda Natalia.

Natalia destaca en el escenario por su saber estar y su personalidad".

Ana Pérez-Nievas

Ana la conocía por las fotografías de antiguos alumnos que colgaban en las paredes del conservatorio y por los videos que le habían puesto. También por los espectáculos de la CND a los que había asistido, y de la que Natalia formaba parte desde 2012, tras trabajar en el Staatsballett de Berlín. " Le puse cara en 'Minus 16', de Ohad Naharin, que es danza contemporánea", recuerda Ana.

Ella llegó a la Compañía Nacional, que dirige José Carlos Martínez, en 2015. Forma parte del cuerpo de baile y Natalia es bailarina solista. "He apreciado muchas cosas de Natalia. En el escenario, su saber estar, una concentración muy especial y un optimismo ejemplar. Sabe explotar al máximo sus posibilidades por su personalidad, que no necesita compararse con nadie y que disfruta de su singularidad. También me gustan sus pies, que son sexys [Risas]", bromea Ana.

Un consejo para el futuro

Las dos se identifican con la otra. Una mirando a lo ya vivido y la otra con la vista puesta en el futuro. "Ana lo tiene todo para llegar donde quiera y lo está demostrando –explica Natalia–. Destaca entre las demás bailarinas. Tiene muy buena escuela y se nota. Posee naturalidad en el escenario, porque, cuando te dan los roles, tienes que hacerlos tuyos. Ella sabe llevarlos a su terreno y eso me gusta mucho. Y tiene técnica de sobra para hacer cualquier repertorio". "Ha pasado todo tan rápido… –se sincera Ana–. A veces, no me siento identificada con mi edad. Tengo que aceptar que me queda mucho y que si las cosas no están llegando es porque aún no tienen que hacerlo".

Natalia le lanza un consejo: " Eres muy joven y te vendría bien irte fuera, a compañías con un repertorio más amplio, a ballets grandes con 130 funciones al año. Y con teatro propio, que ensayes en el escenario y sea como el salón de tu casa, porque así es como se cogen las tablas". Ana contesta con melancolía: " Sí, el escenario es donde cobra sentido la profesión. Echo de menos la continuidad de las funciones". La Compañía Nacional no tiene sede estable ni escenario propio y el 60% de sus actuaciones son fuera de nuestro país. "Tenemos excelentes bailarines españoles fuera de los que no podemos disfrutar por las malas condiciones de la danza aquí", apunta Ana.

Ella imagina su futuro entre la danza clásica y la contemporánea. "Creo que puedo ser versátil, que me quedan unos años de seguir disfrutando de todo tipo de danza. Es bonito cambiar de registro y para la mente es importante no estar todo el día punta, punta, punta". Esa punta que Natalia no encontró en sus inicios y que la obligó a marcharse.

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