¿Qué deseos destructivos llevaron a Patricia Aguilar a someterse a un perverso?, por Isabel Menéndez

Patricia Aguilar tenía 16 años y atravesaba el duelo por la muerte de su tío Josh, a quien consideraba como un padre, cuando apareció en su vida Félix Manrique, el príncipe Gurdjieff. Según su relato, Alberto, su padre biológico, estaba siempre ausente, mientras su madre se pasaba 11 horas al día con el ordenador. Patricia intentaba superar la pérdida de su tío al lado de su abuela y cuenta que ella le enseñó “que cada vez que algo malo ocurre, llega algo mejor”.

Durante este proceso de duelo, Patricia escribió en su muro de Facebook: “He visto una sombra estática esta mañana al despertar, ¿alguien me puede explicar qué podría significar?”. Comenzó entonces a buscar en internet la interpretación de esta visión y fue en ese momento cuando apareció en su vida Félix Manrique, que se hacía llamar el príncipe Gurdjieff.

Patricia acababa de perder a alguien a quien consideraba un padre y Manrique se ofreció a ejercer ese rol, un salvador que le daba su apoyo emocional a cambio de que formase parte de su harén. De esta forma, quizá Patricia interpretó lo que su abuela le había dicho: que cada vez que algo malo ocurre, como la muerte de su tío, vendría algo mejor, un príncipe salvador. Quizá ella, además, unió ese mensaje al de su captor, que le explicaba que este mundo se iba acabar, que iba a llegar el apocalipsis y que en su comunidad crearían un mundo nuevo y mejor. Manrique la llamaba mi amor y mi esposa.

Como hipótesis, podríamos suponer que a Patricia le movió la ilusión: pensó que junto al líder “padre” iba a poder controlar la angustia por la pérdida de su tío. Siendo tan joven, esta pérdida podría vincularse a otras que también han de elaborarse durante la adolescencia. Es posible que buscara aliviar una angustia que no podía controlar. El líder le hizo creer que él era un hombre que sabía lo que había que hacer, que junto a él no tendría que tomar decisiones, solo obedecer y dejarse guiar. Y, de este modo, se convertiría en el objeto elegido del príncipe.

La seducción de este individuo surtió efecto y convenció a Patricia para que abandonase a su familia cuando cumpliese la mayoría de edad, así se aseguró de no ser acusado de abuso de menores. El 7 de enero de 2017, Patricia le dijo a sus padres que se iba a cenar con unos amigos, robó 6.000 € y se escapó a Lima para encontrarse con su príncipe.

Parece claro que, cuando Patricia fue captada, se encontraba en un momento de gran fragilidad psíquica. Félix Manrique era un perverso y, además, un delirante. Según afirmaba un miembro de la secta Gnosis, de donde había sido expulsado anteriormente por conductas irregulares, “quería repoblar el mundo con nueve esposas”. Egocéntrico y narcisista, obsesionado con el cuerpo, se consideraba un enviado de Dios y necesitaba a las mujeres para que le cuidasen y trabajasen para él.

En su detención, Manrique poseía documentos falsificados, entre ellos un título de sociólogo y un escrito que lo proclamaba heredero de la Corona de España, con firmas falsificadas de Mariano Rajoy, Felipe VI y el rey emérito. Esos papeles vendrían a certificar su delirio de ser un príncipe.

Mientras tanto, Alberto, el padre de Patricia, comenzó la búsqueda de su hija en enero de 2017. Un mes después, la chica se presentó en la embajada española en Perú para asegurar que estaba en aquel país por voluntad propia. Como ella misma acaba de reconocer en una entrevista en El Periódico, la influencia que su gurú ejercía sobre ella fue determinante: “Hablaba yo, pero el mensaje era de él. Se aprovechó de mi edad, de que buscaba respuestas y cariño. Me robó mi adolescencia y mi vida”.

¿Qué le hizo cambiar de opinión? Cuando Patricia declaró en la embajada que era feliz en Perú, ya estaba embarazada de cinco meses. Entonces ¿qué le hizo cambiar de opinión, meses después? Cuando la encontraron en la selva en julio de este año, tras la búsqueda impulsada por su padre, Patricia estaba desnutrida y junto a su hija, una niña que tenia un mes de vida, acribillada por las picaduras de mosquitos.

Podemos suponer que, al verse en la posición de madre y con un bebé en condiciones insalubres, se volviera a encontrar en una situación de fragilidad. Entonces, de nuevo, necesitaba ayuda para aliviar una nueva angustia, la de sacar a su bebé adelante. Ella misma ha explicado que su hija fue el punto de inflexión: “Lo que no era capaz de hacer por mí, lo he podido hacer por ella”. Por su bebé se dio cuenta de que tenía que salir de la selva y volver con su familia

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