Cuando camina, Hiba Abouk recuerda a un poderoso felino. Cuando alza los ojos y mira, también. Una pantera al acecho, que más que arañar, acaricia. Sí, en estos momentos, históricos para el feminismo , hablar del mito de la belleza poderosa y racial de las mujeres árabes del Mediterráneo puede parecer rancio y anticuado. Pero lo cierto es que la presencia de esta madrileña de nacimiento, hija de padres tunecinos, con ascendentes libios y gitanos, apela directamente a ese mito. Y no solo por su belleza y la elegancia natural de sus movimientos, también por la fuerza de su carácter. Actriz contra todo pronóstico –acudía a escondidas a las clases de teatro del Liceo Francés porque su familia no aprobaba una profesión tan "bohemia"–, Hiba Abouk dejó el hogar con lo puesto a los 18 años para alcanzar un sueño. Y lo consiguió. "De pequeña me gustaba mucho leer. A través de la lectura llegué al teatro y descubrí que me sentía muy a gusto sobre el escenario. Así que tomé una decisión", recuerda. Se matriculó en la Escuela Superior de Arte Dramático –"que hizo de mí quien soy ahora"–, y recién licenciada, con 22 años, comenzó a hacer papeles en la televisión, en una carrera ascendente y sin pausa. Hasta que llegó a su Fátima de ' El Príncipe', una serie que alcanzó los seis millones de espectadores en su episodio final y que significó un antes y un después en la trayectoria de Abouk.
Celosa de su intimidad –la última de sus supuestas parejas es el futbolista marroquí Achraf Hakimi– y alejada de los objetivos indiscretos desde que hace dos años se marchó a vivir a París, Hiba no juega con su vida privada ni al confirmado ni al desmentido, y de lo que le interesa hablar es de las causas humanitarias a las que apoya. La actriz dedica parte de su tiempo, y su fama, a campañas a favor de la infancia: en agosto visitó el campo de refugiados de Zaatari, con Save The Children, para dar visibilidad a la campaña nuncaseran.org, dedicada a sensibilizar sobre la falta de posibilidades, educativas y de futuro, de los niños atrapados en conflictos bélicos o en campos de refugiados. Apenas un mes antes se había convertido en rostro del Proyecto Sonrisas, de Orbit y Aldeas Infantiles, dedicado a transmitir seguridad y confianza en su futuro a los niños desfavorecidos, con el mensaje de que pueden alcanzar sus sueños.
Era lógico que pensaran en ella, que luchó por los suyos. " Quería ayudar, y conocía el trabajo de Aldeas Infantiles porque está siempre en movimiento. Así que me puse en contacto con ellos para ver qué se podía hacer. Aldeas Infantiles es un caso muy particular. Porque no son niños huérfanos. Tienen a sus padres, pero no pueden vivir con ellos por múltiples razones. Ya solo con esto, imagina las circunstancias que puede haber detrás. Soy muy sensible a ese tema. A mí, mis padres al principio no me apoyaron. Ahora que me ven bien, por supuesto que está todo perdonadísimo y nuestra relación, retomada, pero al principio fue duro. Supuso una ruptura que, en ese momento, para una cría de 18 años, fue muy fuerte. Si no ocurrió antes, fue precisamente porque no me atreví a decir, con 15 o 16, que quería ser actriz. Si hubiera soltado antes la bomba... igual yo también habría acabado en Aldeas Infantiles. Como entiendo ese desarraigo familiar, estoy muy sensibilizada. Y quiero darles el mensaje positivo de que estar allí es solo una etapa de tu vida, que luego todo vuelve a su cauce y te puede ir de maravilla", asegura.
En paralelo, y quizá por su vida parisina, Abouk se ha vuelto toda una fashionista. A pesar de que, como ella misma reconoce, "mi estilo es sencillo. Vaqueros de día, petite robe noir de noche. Para un evento lo cuido más, porque la moda tiene esa virtud de convertir una velada en algo especial".
Presencia habitual en las semanas de la moda de París y Madrid, acaba de firmar su primer contrato como embajadora oficial de Dayaday, la última firma del grupo Tous, orientada a la marroquinería, la bisutería y las gafas de sol para una clientela amplia, a precios asequibles. "Lo que más me interesaba era empezar un proyecto y crecer con él. He podido ver cómo se gestaban las colecciones, estar en el proceso. Y es una manera de contactar con todas esas consumidoras y clientas que me siguen y me apoyan. En el fondo, son un poco como yo, mujeres reales, que necesitan que lo que llevan sea accesible".
La actriz reconoce que su relación con la moda es cada vez más estrecha. "Estos dos últimos años, viviendo en París, he aprendido mucho. Voy a los desfiles, a las fiestas... La ciudad resulta divertídisima esos días. No paras. Y viene el mundo entero: he estado en fiestas surrealistas, con personalidades que ni te esperas", cuenta.
A Hiba Abouk le gusta apoyar a diseñadores jóvenes y osados. "Me he vestido de Jacquemus, por ejemplo, y finalmente sales en varios medios y el diseñador lo agradece. También es verdad que sus diseños son muy osados y eso multiplica tus apariciones. En España no sé si todavía estamos preparados para asumir moda más arriesgada. Allí forma parte de la vida, del arte de vivir, del día a día. En París se respira moda en la calle, a cada metro. Es una ciudad con un gran sentido del estilo y eso me encanta".
La actriz también señala la multiculturalidad y la tolerancia del país vecino, algo que le afecta directamente como mujer árabe hija de emigrantes. " España es un país aún muy joven en cuestiones como la inmigración. La gente está ahora más acostumbrada a convivir con latinos, árabes o subsaharianos, pero cuando yo era jovencita no había muchos hijos de inmigrantes. Todos mis compañeros eran españoles de varias generaciones. Yo me integré bastante bien, la verdad, pero sí he visto muchas situaciones de racismo. No lo voy a negar", señala. Por eso, cada día tiene más claro el orgullo que siente por sus raíces: "M is vínculos con Túnez son cada vez más intensos. Y quiero estar en contacto e implicada con cosas de allí. Voy todos los años, y si tuviera que recomendar algo, serían sus maravillosas playas, toda su costa. No hace falta irse al Caribe: Túnez es un paraíso a dos horas de Madrid", afirma con toda la intención de hacer proselitismo. Otra forma de ayudar a un país que ha vivido una reciente revolución democrática.
En términos más personales, no se considera ambiciosa. "Para mí, la profesión está en segundo plano. No se me va la vida en que me escojan para un papel o no. Obviamente, quiero tener trabajo y que me vaya bien. Y si me dicen que no a un proyecto que quiero hacer, me duele y puedo estar un día cabizbaja, pero no me muero. Evidentemente, en la interpretación trabajas con tus emociones, lo que hace que termines con muchísimas cosas en la cabeza. Pero es solo un trabajo, lo dejo en cuanto termino la jornada y no me lo llevo a casa”.
Entre sus secretos para encontrarse bien, "beber mucho agua, ser muy feliz y hacer saludos al sol por las mañanas. El yoga se lo recomiendo a todo el mundo, al terminar los ejercicios tienes la sensación de estar completamente renovado", apunta. Pese a que el poder de su mirada es un hecho constatable, no abusa de él. "Mi mirada es ya lo suficientemente intensa como para reforzarla". Con una belleza tan palpable, es imposible no preguntarse cuándo fue del todo consciente de ella y cómo la empezó a utilizar. Se revuelve contra la idea: "Nunca... Vale, sí sé que soy guapa. Pero fui consciente bastante tarde, no antes de los 20 años".
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20 de enero-18 de febrero
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