actualidad
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Yo soy bastante alta para ser gata. Es decir, soy bastante alta para mi estatura, porque teniendo en cuenta que los gatos somos de una perfección insoportable, la altura que alcanzamos es la ideal. Otra cosa es que nos midan el contorno de la barriga: ahí, aun siendo perfecta, demuestro ser una gata del primer mundo. Las costillas son un leve recuerdo. Deducimos que están porque sostienen mi caja torácica, una caja torácica muy mona, digámoslo todo. Pero bueno. No era ni de mi barriguita ni de mi afición a la buena comida de lo que deseaba hablar.
El caso es que, para mi sorpresa, he descubierto que los humanos no siempre han tenido, ni tienen, una altura perfecta. Es más, que la nutrición influye de enorme manera en que durante el último siglo, por ejemplo, los hombres españoles midan, así estadísticamente, 12 o 13 centímetros más: de 1,63 metros, durante la Primera Guerra Mundial, a los 1,75 metros de media actuales.
También el haber sido menos en cada casa parece haber sido una razón para crecer más. Y el ejercicio, y la vacunación, y que la mortalidad infantil haya decaído. No sabemos qué llega antes; pero está claro que el que los humanos sean un poco, o un mucho más altos, aparte de con el ego o con la vanidad, se relaciona con una sociedad en paz, bien nutrida, bien atendida. Con una sociedad mejor y que se puede detener a plantearse si lo que come es lo único que ha logrado arañar, o si es conveniente.
Así que verlos engordar y que sus costillas, como las mías, desaparezcan bajo la piel y la grasa, parece que acorta la vida y no conviene en absoluto; indica ausencia de prosperidad y comida basura y ansiedad; pero que crezcan significa que algo estamos haciendo bien.
Si yo hubiera estado allí es posible que de vez en cuando hubiera cazado para ellos, porque soy así, todo ojos, corazón, pelo y generosidad intermitente. No quiero ni pensar qué comería mi madre humana si yo no le atrapara al menos una vez al día, sin pausa, mi perrito de peluche y algún otro ratón de plástico, que le llevo hasta los pies con una escandalera digna del esfuerzo que me he tomado.
Si viviéramos en una casa con jardín es posible que el perrito fuera sustituido por una cucaracha, o una lagartija, o lo que pillara por medio: somos deprededores natos. Le traería esas presas, por lo general medio vivas, medio muertas, y esperaría a que se las comiera ante mí.
Yo tengo mi pienso, mis latitas y mis delicatessen, y de ahí que haya alcanzado mi estatura ideal. No quiero que por que yo no esté pendiente de alimentarla, mi humana se quede bajita.
- Celebramos el Día Mundial de los Animales con las mascotas de la redacción