El año pasado, el marido de Sherin Khankan le dio un ultimátum: o renunciaba a seguir siendo la primera mujer imán de Dinamarca o dejaba de ser su esposa. "Habrá sangre derramada y se romperán matrimonios cuando las mujeres se enfrenten a la dominación masculina –augura Khankan en su libro Women are the future of islam [ Las mujeres son el futuro del islam , aún sin traducción al español]–. Ese es el precio del cambio. Lo sé porque me ha ocurrido a mí".
No es que su cónyuge, Imran Sarwar, se opusiera a la creación de la mezquita Mariam de Copenhague, donde ella dirige la oración de los viernes en una congregación formada solo por mujeres (con velo y sin él). Khankan insiste en que lo que le preocupaba a su marido era la seguridad de ella y de sus hijos. Cuando un periodista de Le Monde le preguntó con qué iba a combatir su esposa la influencia de los islamistas radicales y de los islamófobos, él les respondió: "Con valentía". Pero a él le asusta su coraje, según Khankan: "Creo que muchas personas apoyan esta revolución; solo que no quieren que esté liderada por una mujer".
En la entrada —más bien deslucida— de la mezquita Mariam, ningún cartel indica su existencia. Su sede se encuentra en una calle comercial de la capital danesa. Es una sala amplia, sin muros, acristalada y pintada de blanco, y no parece ser el epicentro de una revolución mundial. Pero en marzo, Khankan, de 43 años, se reunió con el presidente francés, Emmanuel Macron, para iniciar un "diálogo de civilizaciones". Macron considera que el "feminismo islámico" de Khankan puede contribuir a establecer un término medio progresista entre la laicidad francesa y los musulmanes conservadores que se sienten ajenos a ella.
"Le llevé mi libro de regalo, pero me dijo que ya lo había leído", recuerda Khankan. En ese libro, la imán explica su visión de una fe moderna, amable y flexible, capaz de hacer de puente entre la sociedad occidental y las enseñanzas ortodoxas del islam. En él no tienen cabida las rígidas normas sobre lo que se considera halal y haram (permitido y prohibido), el uso de la palabra kuggar (un término despectivo para los no creyentes) ni las interpretaciones coránicas al pie de la letra, empleadas para recortar los derechos de la mujer (especialmente el divorcio sin restricciones) e imponer formas recatadas de vestir.
" No debemos usar las costumbres del siglo IX como referencia para las costumbres del siglo XXI", escribe. Khankan no se ajusta a la imagen que tenemos de un imán. Usa maquillaje y ropa occidental. Solo cubre su cabeza cuando dirige la oración y sus ojos grandes y expresivos le dan un aire etéreo a su rostro. "Para mí, el hiyab es una metáfora de la sinceridad –afirma–, así que yo hablo del hiyab interior: el que conforman tu sinceridad y tu bondad. Soy consciente de que las mujeres tienen opiniones diferentes sobre lo que significa ser recatada. Esta es la mía".
En su ensayo, en parte memoria personal y en parte manifiesto, relata su experiencia como persona que ha crecido entre Oriente y Occidente, entre el islam y el cristianismo. Su padre era un activista político sirio que se opuso a Hafez al Assad —padre del actual presidente— y huyó a Dinamarca en 1970; su madre, de religión cristiana, era una enfermera finlandesa que buscaba trabajo en Copenhague. Juntos mantenían un restaurante de cocina siria.
Khankan, bautizada como Ann Christine, fue educada en ambas religiones y disfrutó de una infancia tranquila. Pero, al visitar Damasco por primera vez cuando era adolescente, sus antecedentes y familiares sirios adquirieron un papel relevante en su vida. Allí tuvo la oportunidad de conocer el sufismo, aprendió árabe, se quedó para estudiar y, con 19 años, dejó su nombre cristiano.
Sin embargo, siempre se ha sentido incómoda con la estructura patriarcal de la mezquita. Les preguntó a mujeres sufíes si se imaginaban a sí mismas dirigiendo la oración: le respondieron que no. "Han interiorizado la idea de que los hombres deben dominar a las mujeres", afirma.
Al regresar a Dinamarca en 2001, participó en la fundación del Foro de Musulmanes Críticos, un círculo intelectual que abogaba por la reforma de su religión. Ella tenía el convencimiento de que la mayoría de los musulmanes estaban atrapados entre la derecha xenófoba, que los representaba como misóginos y primitivos, y los islamistas que rechazaban la democracia en favor de una teocracia. Entonces pensó que una mezquita femenina serviría para contrarrestar ambos extremismos y difundir una interpretación feminista del Corán.
En términos teológicos, no hay ningún motivo por el que una mujer no pueda ser imán: una de las esposas de Mahoma dirigía la oración, y ha habido mujeres imanes en China desde el siglo XIX. La idea inicial de Khankan era presentarse como khatibah o lectora. Al principio no se lo dijo ni a su padre. Un pariente de Siria, que había escuchado en internet un khutbah o sermón pronunciado por ella, le envió a este un mensaje para preguntarle si Sherin se había convertido en una imán. El progenitor estaba espantado y le rogó que diera marcha atrás.
Pero esa desaprobación parental ha sido compensada por la gratitud que han expresado las mujeres musulmanas a Khankan. "Me dicen: "Llevábamos mucho tiempo buscando un hogar y ahora hemos encontrado nuestro sitio"". Y, lo que es más importante, Khankan puede combatir el islam patriarcal que arruina la vida a las mujeres, a las que, incluso después de obtener un divorcio bajo la legislación civil, la mayoría de los imanes les denegaban la absolución.
"La mujer musulmana tiene derecho a divorciarse –afirma Khankan–. Es algo básico. Pero los líderes masculinos, los imanes y muftíes de todo el mundo les han quitado ese derecho".
El primer caso de divorcio que afrontó como imán fue el de una mujer cuyo marido la golpeaba, a ella y a sus hijos, con tanta violencia que fue encarcelado durante siete años. Pero docenas de imanes daneses le habían denegado el divorcio. En la creencia de que su nueva mezquita no tenía la autoridad suficiente, Khankan apeló a un consejo de la sharía de Londres, que acabó aprobando la disolución de ese matrimonio.
Al recordarle que muchas feministas musulmanas del Reino Unido luchan para poner fin a los tribunales islámicos, que en su opinión vulneran la igualdad ante la ley, Khankan dice ser consciente de ello. "Sí, lo sé. Soy muy ambivalente, porque por un lado creo exclusivamente en la legislación danesa y en un estado secular que garantice los mismos derechos a todo el mundo. Creo que esa es la mejor forma de servir a la Humanidad. Pero no podemos negar la existencia de mujeres atrapadas en matrimonios islámicos religiosos". Ahora ella es la que concede los divorcios, sin excepciones. Su objetivo es cambiar el contrato matrimonial que rige en el islam, de manera que una unión religiosa se disuelva automáticamente en el momento en que se conceda la disolución civil de la pareja. También celebra matrimonios interreligiosos.
Su primera pareja casada estaba formada por un hombre cristiano y una mujer musulmana de origen paquistaní. Ambos eran de nacionalidad sueca y habían sido rechazados por 96 imanes de toda Europa. Esa intransigencia, escribe Khankan, supone una barrera para los musulmanes que se sienten cómodos en Occidente. "Oyes a los padres decir: "Educamos bien a nuestros hijos, para que no se enamoren de alguien no musulmán"".
La imán interrumpe la conversación para decir que tiene que recoger a sus niños de la escuela. Conducimos hasta la campiña danesa para recoger a su hija pequeña, Halima, de un club de actividades extraescolares. En casa, su hijo Salaheddin la espera con dos amigos. Viven en un apartamento que forma parte de una antigua casa de campo. Las ventanas están abiertas de par en par al jardín comunitario, donde juegan juntos todos los niños. Es un estilo de vida relajado. Pienso en los temores que expresaba el marido de Khankan, médico de profesión, acerca de la condición de su mujer como personaje público relevante.
"La resistencia externa que he tenido que afrontar para convertirme en imán no es nada comparado con la oposición que he tenido en casa –reflexiona ella–. Aunque mi exmarido es maravilloso y muy progresista —¡me eligió a mí!—, cuando las personas tienen hijos regresan a los patrones que han vivido en su infancia. Creo que las personas son complejas, así que puedes ser conservadora y progresista al mismo tiempo. Es un conflicto interno", reconoce.
¿Tiene su exmarido motivos para preocuparse por la seguridad de ella? En Dinamarca, esta mujer es una figura prominente en asuntos del islam, y como moderada suele recibir comentarios despectivos de ambas partes. Le pregunto cómo la ven los imanes masculinos. "Sobre todo, desde el silencio", responde. No se imagina, sin embargo, ser objeto de una fetua [decreto islámico]. La mezquita Mariam va sumando apoyos poco a poco.
Sherin es consciente de que, como imán, está expuesta al juicio de los demás. Ha cambiado su biquini por un burquini de confección casera. Tampoco oficia bodas entre personas homosexuales, aunque sí ha hecho declaraciones de apoyo a los musulmanes gays. "Soy consciente de que, si quemo todos los puentes a mi paso, no puedo hacer de constructora de puentes. Y ahora nos encontramos inmersas en una lucha por los derechos de la mujer".
Dinamarca podría sumarse próximamente a la prohibición del burka vigente en Francia y en Bélgica. Khankan se opone a lo que considera una criminalización de un grupo muy reducido de su país —quizás 200 mujeres— que ya están aisladas. Es mejor, afirma, afrontar el control social religioso que se ejerce sobre ellas. Sin embargo, sí se opone a que las niñas lleven hiyab en la escuela. " Creo que el hiyab es una decisión que corresponde a las mujeres adultas". Sus hijas, insiste, seguirán el camino que ellas elijan.
Como integrante del Partido Social-Liberal danés, Khankan llamó la atención al oponerse a una moción en el Congreso, redactada tras la lapidación de una mujer nigeriana y en la que se pedía inequívocamente la abolición de la sharía. Ella argumentó que la sharía está malinterpretada. A su juicio, viene a ser un sistema de principios generales sobre la oración y la limosna, y esa condena sin paliativos era como condenar los 10 mandamientos; por eso votó en contra.
Pero esa decisión ha sido usada en su contra: la imán ha demandado por difamación a varios parlamentarios daneses que la llamaron extremista islámica. Uno de ellos, Naser Khader, un político musulmán conservador que cree en la llamada "asimilación cultural", fue novio de Khankan y la ha amenazado con publicar fotografías tomadas durante su relación. Aunque ninguna de ellas se inscribe en la categoría de "porno vengativo", bastarían para minar la imagen pública de una imán. " Creo que los intolerantes ven a los musulmanes progresistas como una amenaza mayor que los propios islamistas, porque nosotros sí podemos cambiar el relato del islam en Europa". ¿Cree ella que preferirían a una mujer con burka, para alimentar su discurso de la "guerra de civilizaciones"? "Sí. Es una de mis teorías".
El caso de las viñetas sobre Mahoma, publicadas en 2005 en el diario Jyllands-Posten, supuso para ella establecer "un postulado turbio": que los musulmanes daneses solo estaban integrados en Dinamarca si aceptaban esa burla. En su libro, lo explica así: "Habría que usar la libertad de expresión con más delicadeza. ¿Dónde está el diálogo que el caricaturista dice proponer?". Para ella, un estado secular no necesita poner a prueba a sus ciudadanos de forma aleatoria y absurda porque solo causa más división y radicalización de uno u otro lado. Entre medias, recibiendo golpes desde todas partes e intentando reconciliar la fe y el feminismo, se encuentra esta mujer de acero que osa llamarse a sí misma imán.
- Moda musulmana, un viaje a lo desconocido
20 de enero-18 de febrero
Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más
¿Qué me deparan los astros?