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Quienes nos precedieron señalan nuestro origen y nos colocan en la cadena de generaciones que constituye el paso por la vida. Cuando perdemos a alguien querido, realizamos el trabajo psicológico del duelo. Gracias a él recuperamos el equilibrio emocional provocado por su ausencia. Y es que la pérdida provoca en nuestra subjetividad un sentimiento de vacío que se aminora poco a poco. Cada cual necesita su tiempo. ¿Es posible elaborar el trabajo psicológico del duelo cuando se ignora dónde se encuentran los restos del ser querido que suponemos muerto?
El duelo requiere una prueba de realidad que testifique que ese ser amado ya no vive. Esa prueba es su cuerpo. Los familiares necesitan verlo, despedirse, poner palabras a su dolor y tener localizados los restos de aquel que formó parte de su vida. El dolor proviene del agotamiento que el "yo" sufre por la lucha entre el amor que le ata al ser amado y la fuerza que lo separa de él. Parte de la energía psíquica destinada a esa relación se retira de ese destinatario para colocarla en otros que tenemos cerca y con los que sí podemos alimentar nuestra vida. Este proceso es lento y doloroso.
Los restos mortales cumplen una función importante en la tramitación del duelo, en tanto que posibilitan la confrontación con la certeza de que la persona querida ya no está con vida. No hay vuelta a atrás, es preciso aceptarlo. Frente a la ausencia de restos mortales, los familiares quedan enganchados a los afectos que les unían al difunto del que no se han podido despedir. En los aniversarios se llevan flores a la tumba de quienes perdimos y que tuvieron un lugar en nuestra historia. Porque todavía lo tienen, aunque ya no estén a nuestro lado.
Las ceremonias y los ritos funerarios ayudan a pensar en la necesaria distinción entre la desaparición del cuerpo y una cierta supervivencia del desaparecido en el recuerdo de quienes lo amaron. Ahora bien, para aceptar que la persona querida ya no está, conviene ver su cuerpo. Se necesita asimismo una tumba en la que depositar lo que nos unía a ella.
El proceso del duelo no equivale a olvidar. Se trata de encontrar algo que reemplace a lo perdido, pues lo perdido es un espacio que ha quedado vacío. Podremos ser muchas otras cosas para muchas otras personas, pero aquella relación única ha desaparecido.
Aquellos a los que quisimos, pero que ya no están con nosotros, nos señalan quiénes somos y a la vez nos dicen que podemos vivir con su ausencia. Si soñamos a veces con ellos, es porque tienen un espacio en nuestro inconsciente.
Andrea sueña que su madre aún vive. Llega a su casa y la está esperando sentada a la mesa de la cocina, con la merienda preparada. Se ponen a hablar y le relata cómo le ha ido el día. Mientras charlan, Andrea mira el mármol de la mesa sobre el que le parece ver un dibujo. Entonces le pregunta a su madre quién lo ha rayado, pero al volver la cabeza se da cuenta de que ella ya no está. En el mármol lee el nombre de su madre: la mesa se ha convertido en la lápida del cementerio. Es en ese momento cuando se despierta.
Andrea pensaba ir al cementerio y llevarle flores a su madre, como había hecho el año anterior. Hacía un año que había muerto y la echaba mucho de menos. Aún se sentía triste. El día anterior había tenido una conversación con Jorge, su pareja, y él le había dicho que, al menos, ella tenía una tumba donde ir a llevar flores. Él estaba marcado por una historia familiar difícil de asumir: su padre se había pasado la vida buscando al abuelo de Jorge, que desapareció y al que nunca encontraron. Gracias a la experiencia de su pareja, Andrea había comprendido que tener una tumba para tus seres queridos era importante.
Soñar con alguien tal y como era puede representar la nostalgia de los tiempos pasados. Deseamos volver a estar junto a aquel que se fue y solo el sueño lo hace posible.
Examen de la realidad: al principio se puede negar la ausencia. Si no hay cadáver, aumenta el sufrimiento.
Aceptación: cuando hay dificultades para aceptar la pérdida, la persona puede adoptar las costumbres del desaparecido.
Sustitución: cuando el allegado se desliga coloca su energía emocional en otras personas u ámbitos.
Proviene de la palabra latina dolus que significa dolor. Se trata del proceso psicológico que realiza una persona para asumir la muerte de un ser querido. Es un alejamiento forzoso y doloroso de alguien a quien hemos amado y ya no está. Durante ese proceso, se produce la curación de una herida interna. El duelo finaliza cuando se acaba la lucha entre un amor que no cesa y una fuerza que nos aleja de él.
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