Leo las noticias siempre con mis gatitas cerca: si es en papel, suelen plantarse encima, como si les gustara el olor a tinta tanto como a mí; y si es en formato digital, procuran interponerse entre la pantalla y yo, como si ellas ya hubieran estado allí y lo hubieran leído ya, o como si esperaran que se las leyera a ellas antes.
La noticia que me hizo soltar una exclamación que sobresaltó hasta a la apacible LadyMacbeth fue que una mujer ganaba el Premio Nobel de Física de 2018: la canadiense Donna Strickland, una científica extraordinaria que trabaja con la luz y con cómo devolver la luz. Sus experimentos con el láser óptico han permitido que infinitas personas pudieran ver de nuevo.
“Menuda novedad –me dice LadyMacbeth– que un gran logro reciba un gran reconocimiento”. Y luego bosteza infinitamente, que es algo que los gatos bordan. Pero lo es, claro que lo es. Porque en el más de un siglo de recorrido del Premio Nobel, solo otras dos mujeres han obtenido este galardón. Y es curioso, la primera que nos viene a la mente cuando hablamos de científicas en una de ellas: la melancólica y genial Marie Curie.
Donna Strickland ha hecho historia porque junto a Maria Goeppert-Mayer son ya tres. Y tres solo pueden dar lugar a muchas. Una resulta la excepción. Dos, la curiosidad. Tres indican que por debajo de ellas hay centenares, miles de espléndidas mentes trabajando en áreas que ni siquiera soñamos, que hay esperanza y ejemplo para las niñas que deseen trabajar en la ciencia, y que es posible que se vean, que las veamos cada vez más.
Una vez que han sido tres, la carrera resulta imparable. Es algo así como tener tres gatas: se rompe la estabilidad de la pareja, se abre el camino a que sean cuatro, seis, una colonia entera de gatas. El impacto psicológico de este premio resulta tan grande como el logro práctico. Donna desmiente, además, el viejo tópico de la rivalidad entre mujeres. Esa imagen falsa de que pelean entre sí como gatas no conserva ya el menor sentido. Las grandes mentes lo son más aún si trabajan en equipo, y así Donna Strickland ha compartido el premio con su supervisor de tesis: trabajo, originalidad y generosidad no consiguen por sí mismas el Nobel. Pero qué satisfactorio es cuando lo ganan.
Así seguimos, leyendo las noticias con una sonrisa más amplia y una esperanza más alta. Lady Macbeth me mira. No sé en qué anda su mente, quizás en saltar por encima de la luz para cazar esas partículas invisibles que solo las gatas y las físicas pueden ver…
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