Laia Sanz con jersey azul y verde y pnatalón de Sandro ante un Cupra Ateca, el primer modelo de la nueva marca de la que es piloto y embajadora. / VICENS GIMÉNEZ

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Laia Sanz, la piloto que lo cambió todo

Ha ganado 18 mundiales a lomos de una moto y en enero va a participar en su noveno Dakar. Pero el gran logro de la piloto catalana es haber abierto el camino a una nueva generación de mujeres que compite en la primera línea de la parrilla.

La vida, para Laia Sanz, huele a gasolina, se mueve al ritmo de un cambio de marchas y avanza a toda velocidad. Porque, cuando en tu familia hay una gran afición por el motociclismo, aprendes a llevar una moto con poco más de cuatro años, a los siete participas en tu primera carrera y a los 11 alcanzas tu primer triunfo, está claro cuáles son tus cartas. Aunque luego tengas que jugarlas muy fuerte.

Entre aquella primera carrera y esta sesión de fotos, en plena preparación de su novena participación en el Dakar, Laia ha conseguido 13 títulos mundiales de trial femenino, cinco mundiales de enduro femenino y ha participado en ocho ocasiones en el rallie Dakar. Además, en esta mítica prueba consiguió, en 2015, un noveno puesto absoluto en moto, la mejor clasificación alcanzada por una mujer sobre dos ruedas.

jersey morado de Uterqüe. / vicens giménez

“Fue mi madre la que animó a mi padre para que me inscribiera en mi primera carrera. Se celebraba en mi pueblo, Corbera de Llobregat, y solo había niños. Yo era la única niña que participaba”, recuerda. Sin embargo, en aquellas primeras carreras, nunca se sintió diferente: “Los niños no tienen malicia y no le dan importancia a eso; ni ellos ni yo notábamos ninguna diferencia. Eran los padres los que les decían a sus hijos: “¡Que no te gane Laia!”.

Oposición desde dentro

Muy pronto comenzaron a llegar las victorias. La primera –a los 11 años en la categoría cadete masculina– la consiguió casi al mismo tiempo que debutaba en una prueba femenina de trial, donde competía con 50 chicas de todo el mundo. A los 14 años alcanzaba también su primer campeonato nacional en la categoría cadete masculino.

Un jefe de equipo me dijo: “Para competir con mujeres, esa moto ya está bien”.

“Al hacerte mayor es cuando empiezas a encontrarte con las bromas y los comentarios machistas”, reconoce. Porque, lo más duro a lo que la piloto se ha enfrentado a lo largo de su carrera deportiva han sido las actitudes en su contra que venían “desde dentro”, no por parte de sus competidores: “Muchos comentarios me han dolido. Como cuando un jefe de equipo me dijo: “Para competir con las mujeres, esta moto ya está bien”. Cosas así las he oído muchas veces”, reconoce la campeona.

Sin embargo, esas actitudes nunca han frenado sus sueños. En 2011 cumplió uno de los más anhelados: participar en el Dakar y terminar la prueba. “La verdad es que ese primer rallie no me lo planteé como una competición, sino como la realización de un sueño que tenía desde niña. Lo disfruté porque mi objetivo era acabar. Fue todo mágico. La salida en Buenos Aires, con más de 500.000 personas, fue impresionante. Y en los últimos 10 kilómetros, cuando vi que había logrado mi objetivo, lloré de emoción. Para mí fue algo más que una prueba deportiva”.

Ese sueño siguió creciendo cuando en su quinta participación, en la edición de 2015, alcanzó un noveno puesto en el ranking general de motos. Sanz se convirtió así en la mujer mejor clasificada en moto de la historia del Dakar. “Me gustaría mejorar esa posición, pero es muy difícil. El año pasado conseguí el puesto 12º y quisiera repetir un top 10 antes de retirarme, aunque cada vez haya más nivel y yo me vaya haciendo mayor”.

A los mandos del Cupra TCR y formando equipo con Alba Cano, Jordi Gené y Francesc Gutiérrez, Laia consiguió la victoria en la última edición de las 24 Horas de Barcelona, en el circuito de Montmeló. / d.r.

El sueño de terminar el Dakar

Porque, a pesar de todos sus triunfos en trial y enduro, el Dakar es algo muy especial para la piloto. Ya lo contó en su libro Quien tiene la voluntad tiene la fuerza, en el que relata sus experiencias en la pista, en la competición y en su vida diaria, después de acabar la edición de 2015. “El Dakar es al automovilismo como el Tour de Francia al ciclismo, una carrera mítica. A cualquiera que le guste el mundo del motor, en cualquier especialidad, le atrae. Es mágico, porque el desierto engancha y por el ambiente de solidaridad que no hay en otras carreras”.

Haciendo ahora balance de su carrera en el mundo del motor, reconoce que en su mente nunca estuvo la idea de romper esquemas y convertirse en referente para otras mujeres. “Cuando empecé a competir, para mí era solo un hobby. Nunca imaginé que podría llegar a vivir de esto y estar en un equipo oficial, que es además el mejor del Dakar. Si me lo hubieran dicho hace 10 años, no me lo hubiera creído. Y tampoco me podía imaginar que algún día podría ser un ejemplo para los niños y, sobre todo, para las niñas y las jóvenes. Eso es lo que me hace sentirme más orgullosa, mucho más que los títulos”. Y echando la vista atrás, es muy consciente de cómo ha cambiado el panorama para aquellas que ahora empiezan a competir: “Cuando ahora veo una carrera en la que participan muchas niñas pienso que, de alguna manera, he ayudado a abrir las mentes de muchos padres”.

Pero, para la piloto, el mundo del motor no se acaba en las dos ruedas. Desde hace años participa en las 24 Horas de Barcelona, una prueba de resistencia para turismos dentro del campeonato TCR. Este año, formando equipo con Alba Cano, Jordi Gené y Francesc Gutiérrez, se hicieron con la victoria a los mandos de un Cupra TCR, marca de la que es embajadora, además de piloto. “Fue fantástico compartir la experiencia con Alba, Francesc y Jordi”.

De momento, Sanz no descarta que las cuatro ruedas sean algo más que una prueba puntual. “Creo que es el paso natural, por edad, de dar continuidad a mi carrera deportiva. En el Dakar, compitiendo en un coche, no se nota tanto la diferencia de fuerza y resistencia física. Faltaría saber si soy competitiva o no en coche en esta carrera, pero creo que la experiencia de haberlo hecho tantas veces en una moto me ayudaría mucho”. ¿Y cómo se ve dentro de 10 años? “Me gustaría seguir en el mundo del motor que es lo que me entusiasma. Ojalá fuese corriendo el Dakar con un Cupra…”, reconoce la piloto