Un fin de semana de septiembre, Peru volvió del fin de semana con su padre extrañamente silencioso. "Mami, gracias", dijo al fin con cara de no estar muy seguro de si era lo correcto. "¿Gracias por qué?". "Por todos los regalos". "¿Qué regalos?". La conversación entre un hijo tímido y una madre lunática puede ser exasperante, pero allí solo se exasperaba la perra (y perdón por el abuso de la exasperación). Se exasperaba porque no empezábamos a cenar (ni, por tanto, llegábamos a sacarla a la calle, darle su pienso y dejarla dormir en el sofá). Yo seguía sin entender a Peru, que optó por meter la directa: "Mamá, que cuando papá me recogió el viernes me dijo que ya era mayor y me lo contó todo". "¿El qué?", pregunté ya sintiéndome víctima de una conspiración galáctica.
"Mamá, en serio, que gracias por los regalos de Reyes, de Papá Noel, del ratoncito... Bueno, del ratoncito no, que eso no me lo había creído nunca. ¿Un ratón, mamá? ¿En serio? Es patético, y encima tú siempre decías que lo habías visto y que te daba mucho asco...". "Espera, espera, ¿tu padre te ha dicho qué?".
Su padre esperó a que subiera al coche y se abrochara el cinturón y, por razones que se me escapan, le reventó la última magia de la infancia. Ahora podría decir que el niño ha cumplido los 15 y todo sería distinto, pero no. Mi hijo tiene ocho años, y siempre sueña bonito.
"Eso que ha hecho tu padre contigo, no lo hagas nunca con nadie. Ni con otros niños, ni con tus primos pequeños, ni siquiera con tus hijos. ¿Me entiendes?". Peru sonreía, entendiendo, claro. "Que no les quite la ilusión, ¿no?". "Justo. Los niños podéis sospechar lo que sucede en realidad, pero nadie mayor de edad te puede confirmar nada porque nosotros no lo sabemos, somos demasiado viejos para eso". Hablé con su padre, por supuesto. "Ya es mayor", me dijo. "¿Para soñar?". "Para saber".
Los dos usamos verbos de cinco letras que empiezan con "ese", pero son tan contrapuestos que... Bueno, normal que nos separásemos. "¿Y ahora?". "Ahora, nada; ahora que madure". Se me vino a la cabeza una frase que repetía mi primera psicóloga: "Lo que hay que hacer es crecer y no madurar. La fruta madura se cae del árbol". Me entró la risa, pero no se lo expliqué y él se sintió reafirmado.
Eso fue hace meses. Ayer apareció en casa un catálogo de juguetes y Peru se encerró en su habitación, a estudiarlo y llenarlo de círculos y anotaciones.
Ha recortado las dos cartas que aparecen en el final y las ha metido en sobres distintos: en uno dice "Querido Papá"; en el otro "Querida Mamá Maga". Son cartas completamente opuestas. En la primera pide el Monopoly, el Fifa 19 y unas tijeras; en la otra, tres libros, un viaje a la Luna y marcar un gol de Griezmann.
20 de enero-18 de febrero
Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más
¿Qué me deparan los astros?