'Kramer contra Kramer' es uno de los dramas más exitosos del cine mundial. Lo que poca gente sabía hasta ahora es que su rodaje fue, en cierto modo, un infierno para muchos de los miembros del elenco, debido sobre todo a la actitud del actor Dustin Hoffman, protagonista de la cinta. Una de las afectadas fue Meryl Streep , la mujer que lo abandona en la ficción, que tuvo que soportar las técnicas tan poco ortodoxas empleadas por Hoffman en el set. “En su segundo día de rodaje, Dustin le dio una bofetada en la mejilla para alterarla antes de una escena. También se burlaba de ella por la muerte de John Cazale [con quien la actriz estuvo saliendo], que sucedió unos meses antes, con la intención de sonsacarle un desempeño más emocional”, cuenta el escritor y periodista de The New Yorker Michael Schulman. “Pero Meryl no necesitaba la ayuda, y nunca fue ese tipo de actriz que necesita minar su dolor personal para actuar en una escena”.
En aquella película, que logró nueve nominaciones a los premios de la Academia, Streep da vida a una mujer cansada del tedio y la monotonía que abandona a su marido y a su hijo durante un año, y que se ve obligada a luchar en los tribunales por la custodia del pequeño cuando decide regresar al hogar familiar. “A pesar de que era nueva en el mundo del cine, y de que él era una estrella establecida, estaba segura de sí misma y luchó por intensificar su personaje, con el que finalmente ganó su primer premio de la Academia”, apunta el escritor. Cabe señalar que esa noche de abril de 1980, tras recoger el galardón a la mejor actriz de reparto y en un momento dado, Streep se marchó al backstage del Dorothy Chandler Pavillion en busca del servicio de señoras. Cuando ya se marchaba del baño, escuchó a alguien que le decía ‘Ey, alguien se ha dejado olvidado un Oscar aquí’, y la actriz se dio cuenta entonces de que se había dejado olvidada la estatuilla en el suelo del baño de damas.
Esta es solo una de las muchas historias que Schulman cuenta con detalle en su último libro, una biografía de la actriz —que en breve rodará junto a Antonio Banderas y Gary Oldman una película sobre los Papeles de Panamá dirigida por Steven Soderbergh para Netflix—. Para evitar que Streep se enterase por terceras personas de su intención, Schulman decidió enviarle una carta, contándole el proyecto que tenía entre manos. Al cabo de una semana, el publicista de la actriz le respondió en su nombre. Eso sí, con una respuesta negativa. “Si bien la propia Meryl no quiso ser entrevistada, amablemente tampoco interfirió en mi investigación, y el 90% de las personas a las que solicité una entrevista respondieron afirmativamente”.
Durante meses, el biógrafo realizó más de 80 entrevistas a antiguos compañeros de reparto y directores con los que Streep había trabajado, así como a compañeros de clase, profesores, novios, leyendas de Hollywood y desconocidos, pero con interesantes historias que compartir sobre la vida de Streep en los años setenta. “Además de entrevistar, recorrí los archivos de todo el país en busca de cartas inéditas, notas de ensayo, transcripciones de entrevistas y, básicamente, cualquier cosa que ayudara a contar la historia de su increíble ascenso”, señala. Fruto de esa intensa labor periodística nació Meryl Streep: Siempre ella (Ediciones Península), un libro centrado en los inicios artísticos de una de las mejores actrices de su generación y publicado por primera vez en español este año.
El libro explora la parte menos conocida de la vida de Streep. Se trata de una especie de ensayo sobre cómo se forjó el icono. Lo cierto es que Streep ha dedicado, en cuerpo y alma, la mayor parte de sus 69 años de vida al mundo de la interpretación. Cuentan quienes la conocieron que su primer trabajo interpretativo lo llevó a cabo en el instituto, tras una breve época en la que la estadounidense no estuvo precisamente entre las populares de la clase. “De adolescente, Meryl era taimada y mandona y, según su propia descripción, parecía una secretaria de mediana edad. Cuando llegó a la escuela secundaria, tomó la decisión consciente de remodelarse como una chica popular, muy American Girl, como las mujeres que veía en ‘Cosmopolitan’. Se tiñó el pelo de rubio, se convirtió en animadora e incluso relajó su risita nerviosa para atraer a los chicos. Fue, como ella diría después, su primer papel, y lo interpretó de forma tan convincente que se le nombró reina de la Bienvenida, que fue más o menos como ganar el premio de Mejor actriz de su escuela secundaria”, explica Schulman.
Tras su paso por el instituto en un suburbano barrio de Nueva Jersey, Streep se graduó en la escuela de teatro de Yale, donde participó con éxito en obras de Dostoevsky, Brecht, Strindberg y Shakespeare, a finales de los setenta. A partir de aquel momento, comenzaría a buscar su sitio en la escena teatral de Nueva York, algo que no siempre resultó tarea sencilla cuando se marchó a vivir a esa ciudad a los veintiséis años. “Ella era obviamente talentosa, pero no sabía cómo aplicar su talento. No fue hasta que salió de su pequeño pueblo de Nueva Jersey y se fue a estudiar a [la universidad ] Vassar College, en 1967, cuando descubrió los libros, el teatro, el feminismo y el arte”, apunta Schulman, editor de arte y espectáculos de la prestigiosa revista estadounidense. En 1969, su maestra de teatro la eligió para interpretar el papel principal en 'La señorita Julia', de August Strindberg, oportunidad que Streep no podía desaprovechar. “Aquello cambiaría su vida por completo. ¡Nunca había visto una obra dramática importante y ahora estaba protagonizando una!”.
Streep se casó en 1978 con el escultor Don Gummer, con quien tuvo cuatro hijos. Pero antes de conocerle, la actriz vivió otro intenso romance que, en palabras de Schulman fue “una de las historias de amor nunca contadas más grandes de Hollywood”. Meryl conoció a John Cazale, uno de los actores secundarios estadounidenses más carismáticos y con quien salió durante casi dos años, mientras ambos representaban la obra de Shakespeare Medida por medida, en Central Park en 1976. “Tuvieron una intensa y apasionada historia de amor. Ambos eran actores a los que les encantaba su oficio, pero formaban una pareja insólita. Ella, una rubia joven y deslumbrante que era increíblemente buena en todo. Él, un actor de carácter bizarro que interpretaba a perdedores como Fredo Corleone”, cuenta el periodista. En poco tiempo, Streep se mudó al apartamento que el actor tenía en el neoyorquino barrio de Tribeca. Cuando a Cazale le diagnosticaron un cáncer de pulmón en 1977, Meryl aceptó el papel de Linda en el drama El cazador (1978), de Michael Cimino, en parte justamente para estar con él, y aquello acabaría valiéndole su primera nominación al Oscar a la intérprete. Cuando él enfermó gravemente, poco después de aquello, Meryl “puso su ascendente carrera a un lado” para estar junto a su cama en el hospital. “Fue una pérdida trascendental que le afectó profundamente, pero ella se levantó y siguió adelante”, añade.
A pesar de los infinitos galardones recibidos –este año, sin ir más lejos, recibió su vigesimoprimera nominación al Oscar por Los archivos del Pentágono-, Streep se ha mostrado siempre bastante escéptica ante los exagerados elogios recibidos. Es más, ha llegado a bromear al respecto, dándole la razón a Donald Trump cuando este dijo de ella en Twitter que era la actriz más sobrevalorada de Hollywood, o asegurando que resulta algo agobiante el título de mejor actriz viva. Schulman, sin embargo, considera la designación muy merecida y valora positivamente el increíble rango mostrado por la estadounidense en lo que a drama, comedia, acentos y canto se refiere. “Ella nunca quiso interpretar a la novia, la esposa, el interés amoroso o la 'sex symbol'. Cuando era joven, quería interpretar a Hamlet, no a Ofelia. Incluso ahora, todavía nos muestra cosas nuevas que puede hacer. Pienso en ella como una actriz de carácter en el cuerpo de una protagonista. Tiene una belleza idiosincrásica y una versatilidad sin límites, una rara combinación”, confiesa en un discurso que en ningún momento oculta su admiración por la aclamada actriz, que hace poco solicitó registrar su nombre para que nadie pueda aprovecharse de él.
A estas alturas, nadie duda de que Streep nació para destacar. Desde jovencita, Meryl ha abrazado orgullosa la causa feminista y ha hablado mucho, y públicamente, a favor de la misma. En su juventud, la actriz ya se mostraba como una mujer fuerte, obstinada y política. No en vano, alcanzó la mayoría de edad durante la época de la segunda ola del feminismo, “el de Gloria Steinem, el aumento de la consciencia y la revista Ms. Magazine” y aquello “dio forma a cómo vería el mundo” desde entonces. “Cuando llegó a Vassar, todas eran mujeres, y para el momento en que se marchó, ya se había convertido en una escuela mixta, así que pudo ver de primera mano cómo la presencia de chicos y el mundo de las citas afectaban a la forma en que las mujeres interactuaban”, narra Schulman.
Sin embargo, no todo ha sido un camino de rosas y, a pesar de su versatilidad y talento, Streep ha tenido que hacer frente al rechazo de algún productor con poco olfato para los fichajes. Por ejemplo, cuando se presentó al casting para un papel en la versión de 1976 del clásico King Kong, dirigido por John Guillermin. Cuando el productor de la cinta, el italiano Dino De Laurentiis, la vio, se volvió hacia su hijo y le espetó ‘Che brutta! (¡Qué fea!), sin tener en consideración que la actriz se encontraba justo frente a él. “Poco podía imaginarse él que ella había estudiado italiano en Vassar”, apostilla Schulman. “Y, para su sorpresa, ella le respondió en italiano: 'Lo siento, pero esto es lo que hay'. El papel fue a parar a Jessica Lange, pero Meryl no se arrepintió”. Como para haberlo hecho.
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