Lady Macbeth sobre a una cafetera. / d.r.

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El café que nos hace felices y longevos, por Espido Freire

"Los científicos del Centro de Investigación Biomédica en Red de Obesidad y Nutrición (CIBEROBN) han concluido, después de una década de estudios sobre 20.000 personas, que beber café se asocia a una longevidad mayor".

De los pocos mitos que son ciertos respecto a escribir una novela, el más cotidiano es que hay que pasar largas horas inmóvil, concentrada, con una taza de café junto a la mesa. Los ojos enrojecen, los horarios saltan por los aires y la obsesión por contar una bonita historia, una buena historia, una que mantenga al lector página tras página enganchado a nosotros, es lo único que importa.

Lady Macbeth, la gatita, se toma muy en serio el que yo no pierda el sentido de la realidad cuando estoy escribiendo; de vez en cuando salta sobre mí, o me golpea insistentemente con la patita para romper mi ensimismamiento, o, sin el menor miramiento, le pega un sopapo a la taza de café, por eso de protegerme de la hipertensión. Maldigo un poco, me levanto, enjugo el café derramado con la fregona, y luego le doy un premio, porque los cuidados ajenos siempre merecen agradecimiento.

Pero ahora debo hablar con ella para que cambie ese hábito, porque los científicos del Centro de Investigación Biomédica en Red de Obesidad y Nutrición (CIBEROBN) han concluido, después de una década de estudios sobre 20.000 personas, que beber café se asocia a una longevidad mayor.

Y alguien podría pensar que un buen café justifica que el tiempo se detenga, pero al parecer, eso da igual: el efecto se da con el café bueno y cargado, con el descafeinado, el soluble, y el aborrecible café de algunas máquinas.

No se trata de beber jarras de café, de todas maneras: entre una y seis tazas parece que se realiza el milagro y que este es más acusado en personas mayores de 55 años. Los doctores de la Universidad de Navarra que han publicado este estudio en el American Journal of Clinical Nutrition achacan estos beneficios a la acción conjunta de las propiedades antiinflamatorias y de las antioxidantes del café. Excluidas quedan las personas que tuvieron que dejar de tomar este brebaje delicioso por una enfermedad previa. El resto, al parecer, no tenemos por qué privarnos del café.

Si yo hubiera estado allí les hubiera dado un abrazo largo, por romper, de una vez, esa creencia de que cuidarse significa privarse de todo lo rico, todo lo que me gusta, todo lo que me pide ese cerebro que, cuando se embarca en una historia, pide cafeína, y fruta, y un poco de silencio.

Ahora me queda que la gatita lo entienda y lo respete. Porque me temo que si hay algo que le gusta a Lady Macbeth es, precisamente, ese aroma a café derramado, esas huellas de patitas felinas sobre el suelo cuando se aleja. Debe de ser su manera de contar una historia.

Y además...

-Mi gata y la Nobel de Física

-¿Cuánto café puedo tomar al día?