actualidad
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Tras las elecciones andaluzas, ahora es Vox el centro de las conversaciones políticas, como antes lo fue Podemos, un interés comprensible ante esta gran transformación del sistema de partidos que estamos viviendo en España, con Ciudadanos, con Podemos y ahora con Vox. Y, sin embargo, casi nadie habla de lo que permanece sorprendentemente inalterable, el carácter masculino de la cúpula del poder. La nueva organización es igual de tradicional que las demás en una cosa: en que es un hombre el líder principal, de tal manera que todos los partidos nacionales están dirigidos por hombres. Pueden ser de izquierdas o de derechas, continuistas o rupturistas, pero son iguales en eso. Todo cambia, pero nada cambia para las mujeres.
No me parece casualidad, ni tampoco el lógico reflejo de un lento proceso de evolución histórica. A estas alturas de décadas de discursos sobre la igualdad, tengo la percepción de que el techo de cristal permanece casi tan fuerte como cuando yo era joven. Se trata de esa barrera de prejuicios y estereotipos invisible a los ojos, pero afilada y amenazante como una espada para las mujeres que se acercan. Por eso comienzo con el techo de cristal mi nuevo libro sobre feminismo que llegará a las librerías en pocas semanas. Porque estoy sorprendida de la manera en que aún funcionan las resistencias hacia nosotras en todos los campos. No es casualidad que sean hombres quienes lideren los principales partidos, a pesar de la llegada masiva de mujeres a la política. A la hora de la verdad, viejos valores sexistas cuestionan y rebajan nuestra autoridad y nos obstaculizan el acceso al primer plano.
Hay casi un 40% de mujeres en el Congreso y, sin embargo, hay un 0% en la presidencia de los partidos nacionales. Ellas aún compiten menos por esas posiciones, es cierto, pero cuando lo hacen, juegan en desventaja. Como dice Ségolène Royal, la veterana política francesa que acaba de publicar un libro sobre sus experiencias (Lo que puedo por fin deciros), bastantes hombres aún nos consideran unas intrusas, porque ocurre de la misma manera en todos los países.
Recuerdo cuando Royal se presentó a las elecciones presidenciales y compitió con Nicolas Sarkozy hace ya 21 años. Seguí con mucha atención su campaña, porque era una política inteligente e interesante y que comunicaba muy bien, y, sin embargo, los medios de comunicación hablaron sobre todo de sus vestidos, de su belleza y de su feminidad. Era un momento complicado para su partido, pero aún lo fue más para una mujer. Dos décadas después, dicen los rumores que volverá a intentarlo en las próximas presidenciales y yo me preguntó si esta vez Royal, y otras mujeres como ella, serán capaces de destruir por fin esa persistente barrera del techo de cristal.
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