Los psicofármacos son medicamentos que influyen en los procesos mentales. Las sustancias químicas que contienen inciden en el sistema nervioso central y modifican la conciencia y la percepción de lo que se siente. Cambian el estado de ánimo, mitigan el sufrimiento, la ansiedad se reduce y, como consecuencia de ello, se duerme mejor y la vida resulta más llevadera. A veces desaparecen incluso dolores corporales, ya que el sufrimiento psíquico con frecuencia se somatiza.
Los psicofármacos (hipnosedantes y analgésicos opioides) son las únicas drogas que las mujeres consumen más que los hombres, según el último estudio EDADES, sobre drogas y alcohol, del Ministerio de Sanidad. En el último año, el 15,4% de la población femenina los tomó alguna vez, frente al 9,3% de la masculina.
Tomarse la vida de forma tranquila es importante y, si se está en un estado de excitación insoportable, un psicofármaco puede venir bien para aliviar la incomodidad. Pero ¿qué excita tanto a las mujeres?, ¿por qué no pueden dormir?, ¿qué las inquieta?, ¿son los psicofármacos una solución para los conflictos? La vida cotidiana de muchas mujeres está sobrecargada, pues además del trabajo siguen ocupándose de la casa y los hijos. Muchas, en la mediana edad, también cuidan de sus padres. Entre los 55 y 64 años es cuando más psicofármacos consumen. Los antidepresivos y los somníferos son las drogas legales que más usan: los primeros tratan estados depresivos; los segundos, el insomnio.
Algo no anda bien en la sociedad cuando tantas mujeres necesitan drogarse. Los estados de ansiedad, tristeza, irritabilidad o tensión que expresan y que se medicalizan en cantidades exageradas, no son sin embargo reflejo de una enfermedad. La ansiedad es un síntoma que se manifiesta como un estado de alerta ante un temor impreciso o una situación de peligro.
Durante 2018, el año donde las reivindicaciones femeninas se mostraron en la calle, curiosamente creció el uso de psicotrópicos.
Parecería que una actitud patriarcal represiva está tras el modo de tratar el malestar femenino. Más que estudiar sus causas y buscar soluciones, se ofrece a las mujeres drogas que las adormecen.
Habría que ampliar los recursos para la salud mental femenina y los debates sobre el tema.
La vida se siente como un atropello, el estrés devora el tiempo y se carece de la capacidad de afrontar las situaciones diarias. Cuando la ansiedad es intensa, pueden aparecer síntomas físicos: palpitaciones, náuseas, dolor de pecho y un nudo en el estomago. Los motivos son inconscientes y remiten a un sufrimiento psíquico. El sistema de salud tiende a ver las reacciones emocionales como patológicas y responde ofreciendo medicamentos. Las mujeres intuyen que no es la solución, pero acuden en busca de ayuda en mayor medida que los hombres.
Ellas se encuentran en un contexto estresante y reaccionan con afectos que las desbordan y no pueden controlar. Estas situaciones se refieren al rol de madre y a su combinación con el ámbito doméstico. La conciliación no es fácil, no hay ayudas necesarias. El desborde de las emociones que padecen por la distancia entre lo que se espera de ellas y lo que pueden hacer, aumenta su ansiedad, que es percibida por ellas mismas y por los demás como una enfermedad.
El uso de tranquilizantes se ha triplicado durante los últimos 12 años. En 2018m el 63,9 % de sus consumidores fueron mujeres.
El Ministerio de Sanidad calcula que 775.762 personas tienen un consumo problemático de psicofármacos.
Fernando Caudevilla, médico de Energy Control, afirma que a mucha gente le cuesta ver los psicofármacos como drogas. Y lo son. Su indicación tiene que estar sujeta a un tiempo limitado para evitar la dependencia.
Se espera que mantengan el equilibrio emocional y la armonía afectiva. Cabe preguntarse si tras esa demanda se esconde un psiquismo social primitivo que exige a las mujeres ser madres todopoderosas. La baja autoestima y la idea de no ser “lo bastante buenas” presiona y potencia el estrés.
Una sociedad desarrollada mentalmente, que ejerciera la justicia social entre los géneros, no demandaría a las mujeres tanto trabajo y aceptaría los límites que tienen, para ayudarlas. Las mujeres hemos conquistado muchos espacios, pero habría que preguntarse si hemos podido soltar, en la misma medida, asuntos que siempre han estado asociados a nosotras. Los roles han cambiado mucho, al menos aparentemente, pero ¿lo han hecho realmente?
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-¿Te causa ansiedad volver a la rutina? ¿Se te hace cuesta arriba la vuelta al trabajo?
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