El violador disfruta mientras degrada a la mujer. Se excita con su humillación, se regocija con su sometimiento. No es cierto que no recuerde posteriormente lo que ha sucedido. Y lo graba para seguir disfrutando más tarde, porque el violador repite y repite para seguir gozando. Por eso miente cuando dice que no se acuerda de nada. Lo que ocurre, más bien, es que no quiere olvidarlo.
Las excusas que usan algunos violadores, como que habían bebido y consumido cocaína o cannabis son absurdas. El alcohol y las drogas no empujan a un hombre a violar a una mujer. ¿Acaso todos los hombres que fuman y beben los fines de semana violan a las chicas con las que se encuentran? Solo lo hacen aquellos que gozan colocándose en una posición de abuso de poder porque su sexualidad es perversa. Se excitan porque así acrecientan su “yo” y se sienten poderosos. El violador se estimula denigrando a la mujer porque busca sentir un poder sobre el objeto elegido.
Otro asunto del que se avergüenzan, y que niegan también al decir que no saben lo que hicieron, es la necesidad de compartir con otros a la víctima. Eso los acerca. Quieren ser mirados y mirar lo que hacen los demás. En el último caso que hemos conocido, ocurrido en Nochevieja en un pueblo de Alicante, la Guardia Civil envió al juzgado un informe sobre el contenido de la grabación realizada por los cuatro agresores. En dicho informe se señala que la víctima opuso resistencia sin género de dudas. Y se añade: “[La víctima] niega varias veces, se queja, se lamenta, le tapan la boca, está continuamente rodeada y cogida por todos los detenidos, de tal forma que incluso se realizan tocamientos entre ellos y la víctima le muerde los dedos a uno”.
El agresor sexual es un sujeto inseguro que se disfraza de “machote”, pero que necesita un “clan” que le apruebe. Es habitual que uno de los miembros asuma el papel de líder: es él quien elige a la víctima e inicia la agresión. El líder intenta dar la imagen de “tipo duro”, pero cuando es detenido suele decir que no ha hecho nada y se escuda en los demás.
La chica de Alicante violada por este grupo de chicos necesitará tiempo para elaborar el trauma. Los servicios sociales deberían facilitarle atención psicológica. Ahora bien, ella debe sentirse orgullosa porque se defendió y no solo con la palabra, también llegó a morder a uno de sus agresores.
Ese acto deja claro que ella no consintió la violación, algo que siempre aducen los violadores para no hacerse cargo de sus actos.
En la violación que el grupo autodenominado La Manada realizó durante los Sanfermines de 2016, se llegó a culpar a la víctima porque, aterrorizada, no hizo ningún movimiento para defenderse. En el caso de Alicante, el miedo no paralizó a la chica. Hay que denunciar, hay que poner palabras a lo sucedido y sancionar a los violadores.
En la violación en grupo la identidad personal se diluye. A lo largo de este proceso se produce una pérdida de la responsabilidad individual, reduciéndola y repartiéndola entre los hombres que participan en la agresión. Cada miembro del grupo atribuye la responsabilidad del acto violento a los otros y no a sí mismo.
Habría que preguntarse si ahora hay más violaciones que en otras épocas. Quizá lo nuevo sea la violación en grupo. En todo caso, lo que sí ha crecido es la valentía de las mujeres, que se atreven a denunciar los atropellos que se cometen contra ellas. En el caso de “la manada” de Alicante, fue la hermana de uno de los agresores quien denunció la violación, pues se encontraban en la vivienda mientras tenía lugar. La denuncia, así como la información que proporcionan los medios de comunicación, constituyen pasos decisivos para combatir esta epidemia.
El violador “mata” simbólicamente a la mujer como sujeto para convertirla en un objeto. Niega la palabra de ella cuando la palabra es lo que nos hace humanos. ¿Proyecta sobre la mujer el deseo de ser violado y penetrado? Este deseo de carácter inconsciente, y que no admitiría, es el que lo empuja a insistir una y otra vez.
Goza transgrediendo la ley porque carece de una ley moral interna que le haga distinguir lo que está bien y lo que no. Se tendría que contemplar en estos casos un tratamiento psicológico, difícil de realizar porque estas personas no suelen tener sentimiento de culpa. Por ello, que la ley castigue con contundencia estos delitos es muy importante. El violador odia lo femenino que hay en él y a la mujer que lo representa. Por un lado, la ve como alguien a quien desprecia, pero también como alguien que en su fantasía inconsciente es omnipotente y a la que hay que dominar. La sexualidad humana depende de una subjetividad que en parte es inconsciente. Los violadores y las personas que quitan importancia a estas agresiones participan de estas fantasías.
Una chica de 19 años fue violada en Nochevieja en Callosa d’En Sarrià (Alicante) por cuatro jóvenes de 19, 21, 22 y 24 años. Al de 22 se le investiga por tres supuestas agresiones más. La hermana de uno de los agresores, a instancias de su madre, fue la que denunció la violación, pues se encontraban en la vivienda mientras tenía lugar.
Los chicos habían grabado un vídeo en el que no hay lugar a dudas sobre la violencia que ejercieron.
En el caso de La Manada de los Sanfermines se intentó culpar a la víctima por no defenderse. Algo parecido a lo que está sucediendo en Madrid, en Collado Villalba, con una chica que padece un grado de discapacidad intelectual del 65% y que fue violada por cuatro jóvenes el año pasado. Según ellos, la chica llevaba la iniciativa.
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