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Empezar de cero, por Paloma Bravo

"Es un martes oscuro y frío. Pablo y yo llegamos al restaurante agotados, ateridos, hambrientos..."

Ilustración de Maite Niebla. / maite niebla

Paloma Bravo
Paloma Bravo

Es un martes oscuro y frío. Pablo y yo llegamos al restaurante agotados, ateridos, hambrientos. Delegamos y le pedimos a la jefa de sala que nos recomiende lo mejor. Pero ella tampoco quiere pensar. “¿Le miro su historial, señor?”, le pregunta a Pablo que es mitad foodie curioso, mitad cliente comodón de este local pretencioso. Nos miramos y negamos categóricamente. “No, no. Dinos qué recomiendas hoy”. Al final, cede.

“¿Ha dicho historial? ¿Se dice eso en los restaurantes?”. Pablo amaga una explicación condescendiente: “Supongo que buscan en mis reservas y…”. “Ya, eso lo entiendo, pueden mirar todo lo que has pedido cuando vienes y lo que repites y… ¿Pero y si el pescado de hoy es otro? ¿Y si no quieres repetir? ¿Y si quieres probar algo nuevo? ¿Y si sueles venir en verano pero, como hoy, hace un frío mortal y necesitas otra cosa?”, contesto. “No te pongas así, es solo una extrapolación de una palabra común a un contexto diferente...”, intenta argumentar.

Me erizo. Lo que Eli Pariser llama “filtro burbuja” (Filter Bubble es el título original de su libro y su conferencia TED) es una pesadilla: se empeñan tanto en conocernos y predecirnos para que consumamos más (de lo mismo) que nos van estrechando el mundo. Pablo no tiene ganas de alarmarse y me habla de las cámaras de eco que siempre han provocado los medios. “El mundo es así”, dice, y se encoge de hombros. Me encantaría imitarle, pero ese gesto no me sale. Empiezo a vivir mentalmente una distopía en la que tengo una y otra vez las mismas conversaciones, me mandan una y otra vez los mismos whatsapps, me hablan una y otra vez de la misma serie... Me rayo.

Pablo es más listo y se ha ido a otro mundo, uno en el que nos miran el historial de la gente a la que no queremos ni ver. Le miro desconcertada. “Imagina que te recomiendan los libros que lee Trump, las series favoritas de la madre del colegio que te saca de quicio…”. Me lo imagino y me entra un ataque de buenismo insoportable: “Ojalá. Eso es la empatía, ¿no? Así nos pondríamos en el lugar del otro”. “¡Qué pesada eres con la empatía!”.

Nos traen la cena y todo está helado. Suplico algo caliente, acordándome de esa vecina que me ve temblar en la calle con la perra y me dice: “Menos adelgazar y más lentejas”.

“Las lentejas no están en mi historial y el tuyo no lo tienen. Te pido un poleo”, dice Pablo. Menos mal que al salir del restaurante, parados en medio de una acera que no nos conoce y no pretende adivinarnos, tomamos una decisión trascendental: borrar cada día nuestro historial y empezar de cero.

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