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Zaira Romero y Rosy Rodríguez, una pasión sin límites

Su paso por Cannes y su papel en los Goya han consagrado a una película que nadie esperaba, Carmen y Lola, y a dos actrices que son puro instinto: Rosy Rodríguez y Zaira Romero. Dos mujeres que han transgredido y negociado con las tradiciones de su cultura para encarnar un amor prohibido.

Escena de la película española Carmen y Lola protagonizada por Rosy Rodríguez y Zaira Romero. / d.r.

nerea pérez de las heras

Rosy Rodríguez no se acaba de acostumbrar a las entrevistas. Parece querer desaparecer dentro de su parka con el cuello de peluche rosa. Está tensa y es tímida, pero también transparente. Es tan sincera, espontánea y atípica como Carmen y Lola, la película de Arantxa Echevarría que protagoniza junto a Zaira Romero: una historia de amor entre dos adolescentes gitanas que, para estar juntas, tienen que desafiar las costumbres de su comunidad y los mandatos de sus respectivas familias. El retrato de un mundo cerrado con leyes propias.

Para fingir pasión, cada una se puso una colonia de chico que a la otra le gustaba

Rosy cuenta que el mayor desafío fue maltratar a su compañera de reparto en pantalla. Gritarle “bollera de mierda” le costó muchísimo más que “enamorarse” de ella. Para fingir pasión, cada una se puso una colonia de chico que a la otra le gustaba (Zaira usó la del marido de Rosy)… pero volcar odio, rechazo y repulsión en la que ya era su amiga fue un tormento. “No sé las veces que tuvimos que repetir esa escena y no había manera. Me sentía muy mal hablándole así”. Y es que separar a Rosy y Zaira de Carmen y Lola, es difícil hasta para ellas mismas. Persona y personaje son demasiado parecidas porque ninguna de las dos era actriz antes de participar en la cinta de Arantxa Echevarría, convertida en la gran sorpresa de los Goya.

Carmen y Lola encontraron a Rosy y a Zaira sin que ellas hicieran nada más que ser ellas mismas. Rosy estaba buscando trabajo, echando currículums aquí y allá. Era su madre la que tenía en casa una hoja de casting en la que se pedía una actriz gitana, pero no acababa de decidirse, así que fue Rosy la que finalmente se atrevió: “Me llamaron mientras esperaba mi turno y me propusieron ser protagonista directamente. Antes de confirmarlo con nadie, ya se lo había dicho a toda mi familia”.

El cabello oscuro de Rosy Rodríguez se consigue con Inoa de L’Oréal Professionnel, coloración con base de aceites que consiguen tonalidad y brillo sublimes. Camisa de Liu Jo. / javier salas

Una aventura (im)posible

El caso de Zaira fue parecido: “Yo no iba a presentarme, solo fui a acompañar a mi amiga Desiré”. Todo fue una apuesta de la directora y una aventura imposible de anticipar para ellas. Estar nominadas ambas a los Goya como Mejor Actriz Revelación era una posibilidad que no aparecía ni en sus sueños más salvajes. La película ha estado también nominada a ocho candidaturas, entre ellas las de Mejor Película y Mejor Guion Original.

Pero ha sido la autenticidad de sus jóvenes actrices, que no han terminado de aterrizar en el mundo de la interpretación, y la de una película que por momentos roza el género documental lo que las ha llevado al festival de Málaga, a los premios Forqué, a los Feroz, a los Goya e incluso al festival de Cannes, que puso en el mapa este proyecto independiente.

Rosy Rodríguez recuerda que en el festival francés, Zaira y ella llegaban cada noche al hotel en una nube de excitación adolescente y de incredulidad. “Nos decíamos: “¿Te das cuenta? Somos como Penélope Cruz”, bromea. Carmen y Lola fue seleccionada para la Quincena de Realizadores del festival, y Arantxa Echevarría se convirtió en la primera directora española en llegar hasta allí, una recompensa justa después de seis años de trabajo extenuante. Y es que a las dificultades de un proyecto independiente formado por un reparto íntegro de actores y actrices no profesionales se añadía una temática cuanto menos delicada.

Para aportar definición a su melena, Zaira Romero ha usado Transformer Lotion de L’Oréal Professionnel, una fórmula de control del cabello con aloe vera. La camisa es de Cortefiel y los pendientes, de Swarovski. / javier salas

¿Apropiacionismo?

Con la atención mediática llegaron las amarguras. Solo con ver el tráiler, algunos colectivos, entre ellos la Asociación Gitanas Feministas por la Diversidad, criticaron duramente la película porque en su opinión presentaba una visión estereotipada del mundo gitano. “A Arantxa la atacaban por ser paya y meterse en historias de gitanos, pero era ella la que nos consolaba a nosotras –recuerda Rosy–. Recibimos insultos y humillaciones. En la escena en la que fumamos en medio de El Rastro, los gitanos paraban y nos decían: “Qué vergüenza”. Una crítica se puede reflexionar, se puede debatir, un insulto no. Pero Arantxa siempre nos decía que la gente lo iba a acabar entendiendo”. Y Zaira añade: “ Esta película no intenta retratar al pueblo gitano. La directora vio una noticia en un periódico que contaba que dos chicas gitanas se habían casado; en la foto estaban solas y ella quería contar esa historia. Tenía clarísimo que iba a recibir críticas y nosotras también. Decidió tirarse al barro y sabía que se iba a manchar”. En esos momentos, todo el equipo formó una piña y respondió a esas críticas como una sola voz.

A mi marido no le preocupaba que hiciera de lesbiana, sino que estuviera con otro".

rosy rodríguez

La película juega con lo documental hasta en su factura. Las propias protagonistas llegaban al rodaje sin leerse el guion: “Memorizábamos en los ensayos sobre la marcha. Nos contaban la escena y la hacíamos a nuestra manera”, dice Zaira. Las dos perfilaban ciertas expresiones para que la manera de hablar fuera más realista y la directora siempre las escuchaba. “Ninguna gitana llamaría piti a un cigarro; diría truja, por ejemplo”, cuenta Rosy. Lo que no tuvieron que corregir, porque es tristemente realista, fue la historia: la de dos adolescentes lesbianas rechazadas por sus familias por enamorarse. “Para mí, la película sí muestra nuestra realidad. Ahí está el culto [la religión evangélica que practica la mayoría de los gitanos en nuestro país], los pedidos... Si un padre se entera de que su hija es lesbiana, por lo general te digo que su reacción no sería distinta a la de Paco [el padre de Lola en la película]. No hay nada que esté muy alejado de lo que yo he vivido en mi entorno”, cuenta Rosy. Ella misma tiene un primo gay que ha tenido que pasar por una situación parecida: “En mi casa duerme con su marido, igual que yo con el mío. Pero su familia no le acaba de aceptar”. Rosy lleva casada desde los 17 años; ahora tiene 21 y quiere ser madre. Dice que le costó que su marido “la dejara” hacer la película. A él no le preocupaba tanto el hecho de que interpretara a una chica homosexual, como que su personaje estuviera prometida con otro hombre.

El extra de brillo de la larguísima melena de Rosy se logra con Ring Light de L’Oréal Professionnel, un spray micro dispensador de brillo con efecto aro de luz. Lleva camisa de Amitié para El Corte Inglés, falda de Uterqüe y salones de Úrsula Mascaró. / javier salas

Feminismo y tradición

Oír a una mujer joven hablar de su margen de libertad en la pareja en términos de “permiso”, te rompe la ilusión de que el camino hacia la igualdad es una calle de una sola dirección válida para todas. Con las ideas de estas jóvenes, su contexto y su manera de manejarse en él, no vale aplicar juicios morales absolutos. En su mundo no funcionan las herramientas de evaluación del feminismo pop de camiseta con mensaje cuando se dan de bruces con realidades en las que lo irreconciliable parece convivir.

Rosy es una actriz muy especial que ha hecho una película rotundamente feminista y que, para defender su independencia, se ve en la situación de tener que negociar con su propia tradición constantemente. De momento, lo está consiguiendo y por el camino está poniendo a la vista cuestiones importantes.

Me han llegado muchos mensajes de gitanos gays con miedo a salir del armario"

zaira romero

“Yo soy merchera, no somos ni gitanos ni payos, y tenemos una manera de pensar más abierta –dice Zaira–. En mi casa no tuve ningún problema por hacer esta película. Lo que nunca pensé es que con ella pudiera ayudar a nadie. Me di cuenta de lo importante que era lo que había hecho cuando empezaron a llegarme mensajes por redes sociales de chicos y chicas que tenían miedo de salir del armario. Eso me ha hecho sentir muy bien”. Carmen y Lola, que parece tratar algo tan particular, la historia de la minoría dentro de la minoría, es una película universal sobre las mentalidades resistentes al cambio, sobre el amor adolescente, sus miserias y sus encantos.

El cabello liso que luce Zaida mantiene el cuerpo y el movimiento gracias a Mythic Oil de L’Oréal Professionnel, con aceite de argán de Marruecos, que aporta brillo e hidratación. El jersey es de Mango; el pantalón, de Liu Jo; y los zapatos, de Pura Lopez. / javier salas

Punto y aparte

Zaira quiere ser esteticién y no descarta abrir su propio centro de estética en un futuro, pero de momento la interpretación la ha atrapado, como dice Rosy: “Esto engancha de verdad, es como comer pipas”.

Después de Carmen y Lola, Zaira ha participado en la película El silencio del pantano y tiene en marcha “otros proyectos de los que aún no puedo hablar”. Ya contesta como una verdadera actriz. Pero ningún otro proyecto será como Carmen y Lola. Aquí se impone un pequeño spoiler para preguntarles a las actrices cómo se imaginan el futuro de sus personajes. Zaira les desea la aceptación de sus familias, poder volver a su barrio. Y Rosy tiene el mismo sueño que para sí misma: “Me encantaría que se hiciera Carmen y Lola 2 y que tuvieran niños. Creo que, con esta película, hemos cambiado algunas mentalidades un poquito y me gustaría cambiarlas un poquito más. Aunque solo sirva para que quien la vea se pare a pensar dos minutos y se pregunte si sus hijos o sus hijas también estarán sufriendo”.

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