>"Me encanta cuando enfermáis", les digo a mis hijas. "Vale, vale, cuando enfermáis solo un poquito", añado. Porque "un poquito" es la medida perfecta de este estado. Me gusta cuando estáis un poco enfermas. No sufriendo, claro; nada de dolores o fiebres terribles. Pero lo suficiente para que vengáis a desayunar conmigo en pijama diciendo: "Mamá, no me encuentro bien".
Si estuvierais enfermas de verdad, sí que sería un problema: tendría que cancelar todas mis entregas y citas para cuidaros o llevaros a Urgencias. En la fría sala de espera intentaría que la silla de plástico fuera un poco más cómoda y os cubriría con la manta que, previsora, llevaría en mi bolso. Porque para ir a Urgencias hay que hacer las maletas como si te fueras de vacaciones: cojín inflable, agua, libros, cepillo de dientes. Ir a Urgencias equivale a pasar el día en Urgencias.
Pero vamos, que no estáis realmente enfermas, estáis solo "un poquito" enfermas. Estáis algo descompuestas, tenéis un ligero dolor de cabeza y un malestar general en el cuerpo. No estáis como para salir a la calle y pasaros el día en una silla aprendiendo matemáticas. Eso sería una crueldad para alguien con este pequeño aunque innegable malestar.
"Creo que he cogido frío -decís, apoyando la cabeza sobre la mesa-. ¿Puedo... acurrucarme en el sofá?". Sí, sí, claro, porque mi trabajo es escribir cosas en el ordenador y puedo seguir haciéndolo mientras mis debilitadas chicas, con algo de fiebre, se acurrucan a mi lado. Además, afuera llueve, señal inequívoca de que hay que quedarse en casa. En el sofá pondré todos los cojines, la bolsa de agua caliente, el edredón y luego os pondré a vosotras, en el centro, como reinas dentro de un roscón de reyes. También os pondré al perro en el regazo, porque las personas "un poquito enfermas" necesitan a sus mascotas muy cerca. Hace un par de años, cuando vivíamos invadidas por animales, os hubiera puesto dos gatos, dos hámsters y un cachorro encima, y habría parecido que estábais en uno de esos concursos donde los famosos tienen que aguantar a ciegas el tacto de unos animales raros. Hace dos años, vuestra enfermedad os habría convertido en zoológicos ambulantes. Pero hoy, los gatos y las ratas ya no están con nosotros y es el perro, ya crecido, quien os puede lamer la cara, decidido a quitaros todo el frío de los huesos. Porque los perros tienen un sentido muy preciso de sus responsabilidades médicas cuando alguien está un poquito enfermo. De hecho, el doctor Perro es una paradoja: su comportamiento preciso para la recuperación del paciente contrasta con el hecho de que, a menudo, los perros le ladren a su propio reflejo en las puertas del patio.
Si una googlea "¿Cómo cuidar a alguien que está un poco enfermo?", lo primero que encuentra -después de "cubrir al paciente con mantas y mascotas"-, es "hacerles sentir a gustito". La razón es que el "a gustito" es una parte clave en la lucha contra el malestar generalizado. Sentirse a gustito puede ser producido por el fuego de una chimenea, la disposición de unos cojines mullidos o, lo más importante de todo, el hallazgo de algo fascinante en la tele. Lo ideal sería que fuera algo en tecnicolor, con Judy Garland o Gene Kelly, y una escena donde 50 mujeres con hermosos sombreros abriesen sus sombrillas al ritmo de una optimista melodía. O algún programa de cocina con el que salivar. Nada de coches, explosiones o telerrealidad. Solo un poco de magia. Es más, debería existir un canal de televisión llamado: "Un poco enfermo TV", lleno de historias bonitas y de imágenes relajantes, porque en estas circunstancias tu mano está demasiado débil y floja como para zapear por muchos canales. Y en ese momento solo necesitas que el mundo te diga: "Todo está bien".
Queridas hijas, estoy aquí para ayudar. Y mi labor fundamental es acariciar vuestras frentes y recogeros el pelo. Porque hay algo en las manos de una madre, algo de lanolina o de electricidad, capaz de arrancar el malestar de la cabeza de sus bebés solo con acariciarlos. Es más, estoy segura de que uno de estos días las revistas científicas empezarán a publicar sesudos artículos sobre el tema: la medicina que las madres tenemos en las manos.
Por ahora es un hecho que no se puede demostrar, así que os acaricio la cabecita como he hecho desde que nacisteis. Y vosotras os acurrucáis a mi lado. La lluvia muere en el cristal de la ventana y el perro abre la boca con un bostezo carnoso antes de hacerse un ovillo y dormirse con un suspiro. A veces, también vosotras os dormís un rato, y mientras lo hacéis, yo solo puedo miraros: vosotras y yo en un sofá, mientras el resto del mundo se apresura. Lo sé, muy pronto, cuando estéis un poco enfermas, ya no estaréis aquí. Estaréis en vuestras propias casas, con algún novio o novia para cuidaros, y yo estaré en este sofá, sola, preguntándome por qué mis manos parecen doler un poco.
¿Lo veis? Esa es la razón de que estar "un poquito" enfermo sea la medida ideal del "estar enfermo". La mejor.
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