Durante el embarazo se produce todo un recorrido psíquico muy complejo que acompaña a las transformaciones corporales. Las relaciones que la futura mamá mantiene con su propia madre están en el centro de esta evolución psicológica y, si ha habido conflictos, pueden aflorar en forma de pesadillas.
Inconscientemente, en esos meses la embarazada evoca lo que vivió durante de su infancia. Se manifiestan también procesos emocionales que se resisten a registrarse con palabras. Nos referimos a angustias infantiles muy primarias, como el miedo a ser abandonada.
El embarazo implica una crisis vital tan creativa como intensa, que marca un punto de inflexión entre lo infantil y lo adulto, entre el cuerpo anterior y el que acoge a un nuevo ser, entre la identidad como hija y la nueva identidad maternal. No se es la misma después de tener un hijo y es preciso crear un espacio para construirse como madre.
Los temores y fantasías que acompañan a la embarazada tienen que ver con esa dificultad. Esos miedos pueden ir acompañados por sentimientos de ambivalencia hacia el futuro hijo –y hacia sí misma– que se expresan en síntomas físicos y psicológicos. Las inquietudes de la futura madre se relacionan con las dudas e inseguridades que le plantea ese nuevo lugar. Aparece el miedo a no estar a la altura de las demandas del bebé y la angustia que en algunas mujeres provoca el miedo al parto.
No es raro que, durante los primeros meses de embarazo, se sufra un cierto estado de somnolencia. La psicoanalista Raquel Soifer, en su libro Psicología del embarazo, parto y puerperio, sostiene que en los primeros momentos de la gestación la embarazada vive una regresión, entre cuyos síntomas señala esta necesidad de dormir. En alguna medida, corresponde a una identificación con el feto. También se produce un retraimiento hacia sí misma.
La embarazada suele soñar con bebés que guardan más relación con el bebé que ella fue en otro tiempo que con el que está esperando. Quiere que su niño sea bueno y puede angustiarle la idea de que tenga malformaciones. Tales malformaciones son en realidad una metáfora de lo que ella ha sentido como carencias y teme transmitir a su hijo.
El acompañamiento del padre relaja en gran parte la ansiedad que puede vivir la mujer durante la gestación. En función de cómo viva él su nuevo lugar de padre, ella tendrá mayor o menor inquietud.
Es recomendable hablar de las fantasías y los temores que se tienen cuando se está embarazada.
Después del parto, puede producirse alguna pesadilla que proviene de inseguridades relacionadas con el nuevo papel, pero suelen desaparecer pronto.
Blanca estaba embarazada de seis meses cuando tuvo una pesadilla que la despertó de repente. Apenas se acordaba de nada, pero las imágenes la habían asustado mucho. Cuando llegó a la consulta de la psicoterapia a la que acudía, empezó a hablar y dijo: “He tenido una pesadilla horrible, pero no me acuerdo de casi nada”. Tras unos instantes de silencio, añadió: “Había mucha sangre, me tenían colgada del techo y un hombre que debía de ser el médico, con un bisturí muy grande, se acercaba a mí y me decía que tenía que separar de mi cuerpo los brazos y las piernas. Mis manos y mis pies eran caritas de bebés y estaban tan asustados como yo”. “¿Qué te sugiere la idea de “separar” del cuerpo de una madre a un bebé?”, le preguntó su psicoanalista, porque la palabra “separar” es clave en el relato de este sueño.
En ese momento Blanca rompió a llorar y comenzó a relatar la historia que vivió cuando ella era bebé. Contó que la habían separado de su madre cuando apenas tenía unos meses de edad y la habían llevado a vivir con su abuela. Después, cuando tenía año y medio, se la devolvieron a su madre y la separaron de su abuela. Demasiados cambios para un bebé que estaba comenzando a construir su “yo” en el primer año y medio de vida y necesitaba una figura materna fija. Por esta sucesión de circunstancias, la angustia de separación era muy alta en Blanca. Los cambios que había vivido en su infancia fueron traumáticos. Cuando su hijo nazca, ella se tendrá que separar del cuerpo de su hijo y supone que, como le sucedió cuando la separaron de su madre, el bebé se asustará por la separación del parto. Se identifica con él y teme hacerle daño, aunque lo que en realidad angustia a Blanca es la conmoción traumática que sufrió ante la separación de la figura materna y los afectos ambivalentes que sintió hacia ella.
Sigmund Freud definió el inconsciente como uno de los sistemas que componen nuestro aparato psíquico. Está constituido por contenidos reprimidos a los que les ha sido negado el acceso a la conciencia.
Lo que se vive en el inconsciente busca un modo de expresión y lo encuentra cuando consigue establecer un acuerdo con el sistema consciente, un acuerdo en el que los contenidos latentes se transforman para llegar a la conciencia de forma que pueda asimilarlo. Otras formas de expresarse son los actos fallidos, los lapsus y las fobias.
En el último trimestre del embarazo suelen ser más habituales los sueños. A menudo, la madre sufre pesadillas con imágenes violentas que dificultan el auténtico descanso. Sabe que pronto llegará el parto y el estado de fusión con el bebé se acabará. Las fantasías de la embarazada pueden expresarse en forma de pesadillas sangrientas o en pérdida de partes del cuerpo. Estos sueños turbadores son normales y permiten expresar las angustias que siente la embarazada.
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