Este año, en la ceremonia de los Goya, Eva Llorach imitó a Frances McDormand al pedir a todas las mujeres que se levantaran para compartir con ellas su premio como Mejor Actriz Revelación. “Lo que hizo McDormand en los Óscar de 2018 se me quedó grabado. Dudé hasta el final, pero quería hablar de las mujeres y de la falta de oportunidades. Quería que quedara claro las poquísimas nominadas fuera de las categorías obligatorias: solo un 26,5%. Al verlas levantadas, me impresionó lo pocas que eran”. Llorach se llevó una ovación, con el auditorio puesto en pie.

Lo que podría ser una simple anécdota, representa en realidad la fuerza que el movimiento feminista ha ganado en el último año. Un año en el que todo el mundo ha hablado del #MeToo, del #Cuéntalo… El año en el que las mujeres han tomado las calles en todo el mundo para exigir sus derechos con un empuje inusitado que nadie, ni el propio movimiento feminista, esperaba.

Esa marea violeta tuvo una especial fuerza en nuestro país, con multitudinarias manifestaciones con motivo del 8M que abrieron periódicos e informativos internacionales. Solo en Madrid salieron a la calle más de 170.000 personas, mujeres en su mayoría. “Tenemos un gran futuro porque tenemos un gran pasado –apunta la escritora y periodista Nuria Varela–. El español es un feminismo político y multidisciplinar. Eso ha hecho que haya cada vez más jóvenes concienciadas, formadas, organizadas y movilizadas. Esa es su mayor fortaleza”.

De izq. a dcha: Susana Gisbert, Nuria Varela, Brisa Fenoy, Elvira Mínguez, Elvira Sastre e Isabel Mastrodómenico. / pedro walter

Muchas mujeres adormecidas por la cantilena de 'ya tenemos igualdad' han abierto los ojos".

Laura Freixas

Entre otros pasos adelante, este tsunami ha despertado conciencias. “Por fin, muchas mujeres que estaban adormecidas por la cantinela, tan cómoda como falsa, de “Ya tenemos igualdad, y lo que falta es cuestión de tiempo”, han abierto los ojos”, afirma la escritora Laura Freixas, que subraya la importancia de que esa igualdad llegue a la cultura: “No podremos alcanzar una sociedad igualitaria si ni siquiera la hemos imaginado. Porque la imaginación que nos rodea, encarnada en el relato socialmente compartido, es profundamente patriarcal”.

Pese a los avances, todas las mujeres que han participado en este reportaje coinciden en que el camino que queda por delante es largo. Susanna Griso, presentadora de Espejo Público, indica como batallas pendientes la equiparación salarial y los horarios racionales. “Conciliar sigue siendo cosa de las mujeres”, observa. Y considera que “algunos programas de televisión no ayudan porque perpetúan el arquetipo del tronista, que tanto daño hace”.

Calles moradas, luces oscuras

En violencia machista, no dar pasos adelante es darlos hacia atrás. Y el precio son vidas".

Susana Gisbert

Mientras el morado espera teñir otra vez las calles, vientos oscuros amenazan la igualdad. Ni siquiera la lucha contra la violencia de género está libre de una regresión. “La irrupción en la vida política de voces negacionistas entraña el riesgo de que se retire de las mesas de negociación para no crear conflictos–advierte la fiscal Susana Gisbert–. No hay que perder de vista que, cuando creíamos que por fin se ponía en el centro de las miradas para avanzar, tenemos que cuidarnos de no retroceder. En violencia machista, no dar pasos adelante es darlos hacia atrás, y el precio son vidas humanas”.

La filósofa Ana de Miguel, por su parte, alerta del peligro de una sociedad que divide a los géneros, más que nunca, desde la primera infancia: “Hay carteras o cuadernos de niñas y de niños. Y hasta ven dibujos y juegan a videojuegos distintos… Luego en la adolescencia llegan los videos pornográficos, en los que tratar a las chicas con violencia es casi una norma. Y dicen: “Bueno mujer, es una fantasía”.

En las redes, el acoso a quienes luchan por la igualdad también aumenta y las principales afectadas, aunque no solo, son las activistas más conocidas. Pamela Palenciano, autora del exitoso monólogo y taller contra la violencia de género No solo duelen los golpes, en el que cuenta con humor su experiencia como superviviente del maltrato, vive está explosión de misoginia. “Venden la igualdad como una guerra de sexos, pero no es así. Me han denunciado por incitación al odio hacia los hombres; es una pesadilla”. Pese a todo, es optimista y rompe una lanza a favor de la juventud, una de las grandes bazas de la fuerza del movimiento. “Cada vez hay más chicas que, aunque les metan los roles románticos por todas partes, quieren ser libres. Y más chicos a los que no les gusta ser machirulos. Hay mucho por hacer, pero hay esperanza”, asegura.

Pero si la movilización del último año ha removido conciencias y ha situado en el centro del debate problemas tan graves como la violencia, la desigualdad o la conciliación, también ha servido para que el movimiento se cuestione a sí mismo y se plantee la necesidad de aumentar su diversidad. Georgina Marcelino, colaboradora habitual de Afroféminas (medio de comunicación de referencia de las mujeres negras y afrodescendientes de habla hispana), denuncia que “las mujeres racializadas somos constantemente invisibilizadas. Es duro que te contesten que quieres destruir el movimiento si señalas, por ejemplo, que no hubo manifestaciones multitudinarias con el caso de abusos sexuales a las temporeras de la fresa marroquíes”.

Isabel Mastrodoménico, socióloga colombiana, reconoce que “el ombliguismo eurocentrista está en todas partes y el feminismo no se escapa. Pero parte del trabajo es seguir luchando para integrar toda las miradas”. Muchas voces consideran que este debate, además de necesario, es inherente al feminismo y puede enriquecerlo. “El movimiento siempre ha sido plural, autocrítico, reflexivo y dialogante, poco o nada jerarquizado, participan mujeres diversas y es intergeneracional–explica Varela–. Es imposible, y creo que no es deseable, que no haya temas de discusión. El cambio es que las redes sociales hacen que el debate sea público”.

A la cantante Aitana, el pasado 8M le pilló saliendo de la Academia de OT y se llevó la sorpresa de ver frases de Lo malo, la canción que interpretaba con Ana Guerra, en las pancartas: “Yo decido el cuándo, el dónde y con quién”, “Soy el león que se comió las mariposas”, “Pa’ mala yo”… “Me hizo mucha ilusión, es una forma de luchar por la igualdad”, dice la joven, feminista convencida “aún en formación”, a quien le preocupa que a muchas mujeres les dé miedo luchar: “Por si te consideran polémica o porque digan que eres conflictiva. No hay que tener miedo”.

También se emocionó su autora, Brisa Fenoy, al ver la dimensión que había adquirido Lo malo: “ Ese 8M fue uno de los días más felices de mi carrera. Quiero que mi música llegue a más gente y que genere pensamiento crítico. Ojalá la sigan usando”. Y admite que le encantaría volver a verla en las pancartas de este año: “Las mujeres estamos haciendo historia luchando por toda la humanidad”, asegura.

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