Caitlin Morán. / d.r.

actualidad

"Al habla con la Caitlin Moran de 75 años"

"He inventado la videollamada al futuro para hablar con mi yo de 75 años y preguntarle cómo voy a ser. Así que ya sé cuál es la dirección que debo tomar entre mi presente y 2050".

Cuando llegas a los 40, tu relación principal no es, permíteme que te lo diga, ni con tu pareja, ni con tus hijos ni con tu cuenta de Netflix. No, tu principal relación a partir de esta década es la que estableces con tu yo de 75 años. Y tu yo de 75 años está impaciente por hacerte una videollamada desde el futuro y chillarte desde la pantalla: "¡Pedazo de petarda! Deja de buscar en Google fotos del vestido rojo de la protagonista The Marvelous Mrs. Maisel y empieza de una vez a ejercitar el suelo pélvico. Aquí en el futuro, acabo de estornudar en unos grandes almacenes y he causado un incidente que ha involucrado tanto a la sección productos de limpieza como a la sección bragas, no sé si me entiendes. Soy el Fantasma de la Incontinencia Futura y estoy furiosa contigo. ¡Anda, empieza a hacer de una vez tus malditos ejercicios de Kegel!".

Dejando a un lado el suelo pélvico, yo, personalmente, tengo una estupenda relación con mi yo de 75. Nos conocemos desde hace años. El día en que tu hija pequeña empieza a pedirte consejos sobre cómo falsificar un DNI te das cuenta de que las niñas se irán de casa pronto y tú, sin nada más que un gran silencio por delante (tras 20 largos años de constante ruido), empezarás tu irremediable tránsito hacia lo que viene a ser una "señora mayor".

En principio, esto no tendría por qué ser trágico, dado que la sociedad británica tiene perfectamente organizada la tipología de " señora mayor" en tres categorías: 1. Señora mayor con caniche que inicia conversaciones con desconocidos en supermercados. 2. Señora mayor que vive en una residencia porque sus hijos se han mudado a Australia (no, los hijos viven en el barrio de al lado, simplemente no quieren vivir con ella). Y 3. La reina.

Pero, como francamente no me veo en ninguna de las tres categorías, rápidamente he inventado la videollamada al futuro para hablar con mi yo de 75 años y preguntarle cómo voy a ser. Así que ya sé cuál es la dirección que debo tomar entre mi presente y 2050.

¿Y qué creéis? Resulta que a los 75 soy increíble. Vivo la mayor parte del año en una pequeña hacienda en Gales y soy una de esas ancianas con el pelo corto y gris, con mono azul, capaz de descender una montaña en medio de la ventisca con una oveja bajo el brazo mientras silba alegremente. También hago una hora de yoga todas las mañanas. Hago 1.000 abdominales antes del desayuno. Sí, señor. En la mañana de Navidad, rompo el hielo de un lago cercano con el codo y luego salto con un alegre: "¡Toma ya!". Después, me siento en un tronco con un abrigo térmico enorme, bebiendo té con whisky de una petaca y diciéndole al perro: "Sentado, Joe Cocker Spaniel, o no hay delicias de queso para ti cuando lleguemos a casa". Porque en casa tengo una cava de quesos, claro. Hago mis propios quesos y luego los maduro en mi cava. O sea, si tienes 75 años y no tienes una cava de quesos no eres nadie, ¿no?

Yo, a los 75 años, finalmente he aprendido a conducir un Range Rover fangoso y viejo. Sí, mi yo de 75 es una excelente conductora. Cuando una bandada de gansos bloquea el camino, acelera, toca el claxon y grita: "¡Fuera de aquí, malditos bichos! ¡No llevo seguro de daños a pringaos!". A mi yo de 75 años le gusta Mozart a todo volumen. También habla con fluidez en seis idiomas, incluido el galés, el farsi y el inglés antiguo. Su principal pasatiempo es identificar los pequeños matices en la percepción del mundo que se dan en las distintas lenguas. Cuando encuentra uno interesante, monta a caballo -a pelo, por supuesto- y va hasta el pub local para contárselo a todos los del pueblo. Y como todos en el pueblo la respetan, simulan estar muy emocionados. Mi yo de 75 tiene el suficiente prestigio en la comunidad como para que las personas se quejen de ella a sus espaldas, nunca en su propia cara.

En la parte trasera de la casa, mi yo de 75 años ha plantado personalmente 1.000 árboles jóvenes, que pretende ver crecer hasta convertirse en un bosque maduro. Y tiene una visión cósmica sobre la duración de la vida. Las vidas, para ser exactos. Porque ella sabe que tienes que ser al menos cuatro personas, entre el nacimiento y la muerte; y que tienes que hacer que cada una sea lo más diferente posible a la otra.

¿Sabéis que más hace? Cada vez que tiene un rato libre, coge el aparato para videollamar en el tiempo y habla con su yo de 43, para insistirle en que empiece con los ejercicios de suelo pélvico; o con su yo de 95, para saber qué tal va todo en 2070. Y resulta que la Caitlin de 95 es más feliz que una perdiz, porque como sus rodillas directamente ya no funcionan, se pasa el día en una enorme cama bajo los efectos de un montón de opiáceos, rodeada de 50 cocker spaniels y tiene, finalmente, tiempo para ver todas esas series que no pudo ver porque en los 2000 estaba muy ocupada criando niñas. Episodios de Mad men y catéteres. Realmente no podríamos haber tenido una vida mejor. Y en eso todas mis yo, entre 1975 y 2070, estamos de acuerdo.

Más de Caitlin Morán...

- Habéis cogido frío

- Sopa de miso para todos

- "Hombres que no piden perdón"