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La discriminación en el trabajo es otra violencia, por Isabel Menéndez

Alcanzar la igualdad laboral es uno de los objetivos que han perseguido desde hace generaciones las mujeres trabajadoras. Pero es un derecho aún no conseguido. ¿Qué esconde esa discriminación? ¿Por qué se sigue considerando normal pagar menos por el mismo trabajo?

Haz click en la imagen para descubrir a 14 feministas con mucho que decir./getty

Haz click en la imagen para descubrir a 14 feministas con mucho que decir. / getty

Isabel Menéndez
Isabel Menéndez

Cada 8 de marzo se celebra el Día de la Mujer en memoria de 140 mujeres que murieron abrasadas en una fábrica de Nueva York, en 1908. Después de pedir mejoras en su trabajo, fueron encerradas y quemadas vivas. Esta celebración debe servir, además de para valorar lo conseguido, para reflexionar sobre la discriminación que aún hoy viven mujeres en diferentes ámbitos.

Existe una violencia silenciosa, por ejemplo, en las diferencias salariales . ¿Por qué, a igual puesto de trabajo, muchas mujeres ganan menos que la mayoría de los hombres? ¿Nos desvalorizan o se aprovechan de nosotras? Esta discriminación es un delito que, sin embargo, no se persigue.

Las mujeres, tradicionalmente, hemos realizado trabajos que no se remuneran económica, sino afectivamente, y que tienen que ver con el cuidado de la vida familiar y las tareas domésticas. La organización social, en gran medida patriarcal, ejerce una violencia, no siempre de carácter explícito, sobre las mujeres. A las dificultades objetivas de conciliar los aspectos familiares con los laborales se suman a veces dificultades internas que guardan relación con la historia emocional de cada una.

La mirada hacia la lucha por la igualdad

  • Cuando se discrimina a la mujer pagándole menos, se actúa siguiendo la regla patriarcal que intenta rebajar a la mujer porque se la teme. Muchos hombres siguen dominados por fantasías infantiles que no han logrado elaborar. Desean que la madre siga estando solo en casa.

  • Las mujeres, acostumbradas a esperar (esperamos al hijo, esperamos la menstruación...), sabemos que en este camino, iniciado hace más un siglo, llegaremos a conseguir la igualdad salaria. Hay muchas y variadas formas de maltrato. Unas son brutales y se ven, otras operan en silencio.

El psicoanalista argentino Juan David Nasio, en una entrevista realizada con motivo de la publicación de su libro Sí, el psicoanálisis cura (Paidós), decía que la sociedad patriarcal que intenta minusvalorar a las mujeres está movida por una poderosa razón: su miedo. Los hombres tienen miedo a que las mujeres los desprecien, los posterguen.

Los hombres, señalaba Nasio, tienen un problema: el de identificar el poder con la virilidad. Tal miedo resulta imaginario y neurótico. Freud lo denominaba “miedo a la castración”. Las mujeres han conquistado una visibilidad que, a ojos de muchos hombres, las ha convertido en adversarias. Todavía hay algunos que no pueden soportar que ellas ganen más dinero que ellos. Cuando se da esa circunstancia, a veces dejan de desearlas como mujeres y huyen.

Reclamar nuestro lugar

Estela comentaba en una reunión de amigas que pensaba asistir a la manifestación del 8 de marzo acompañada de su marido y sus dos hijos. Raquel se alegraba mucho de ello. Estela tenía una pareja que la apoyaba, la valoraba y reconocía su trabajo. Ella, en cambio, atravesaba una época complicada, aunque ya estaba consiguiendo salir del bache.

Raquel, que acudía a una psicoterapia a la que la había conducido una depresión, trabajaba en una empresa de publicidad donde le habían ofrecido hacía poco un puesto importante. Se trataba de un reconocimiento a su trabajo y a ella le gustaba mucho. Pero cuando le comentó a su pareja sus posibilidades de ascenso, este le contestó que se lo pensara bien, porque, para lo poco que pensaban pagarle, la iban a hacer trabajar mucho más. A Raquel le dolió el comentario y que no la felicitara por el ascenso. Pero, lejos de desanimarse, aceptó el nuevo cargo.

En su tratamiento, Raquel había podido analizar la relación que tenía con su padre, un hombre muy trabajador, aunque poco valorado. Para ella, detentar un puesto ejecutivo significaba superar a su padre, lo que inconscientemente le provocaba alguna culpa, como si al hacerlo le arrebatara algo.

La noticia: brecha salarial

  • En España, la brecha salarial entre hombres y mujeres es del 14,2% según el Instituto Nacional de Estadística. Triplica la de países de la UE como Luxemburgo, Rumanía e Italia. Ello supone que las mujeres trabajaron gratis, en comparación con los hombres, del 10 de noviembre al 31 de diciembre.

  • La maternidad dispara la brecha salarial. A medida que ellas entran en la edad de tener hijos, sus salarios disminuyen. Cuando empieza la vida laboral, los sueldos de las mujeres son el 4% mas bajos; a los 30 años, la diferencia alcanza el 10%; a los 40, un 15% menos; y a los 50, el 20%.

La actitud de su pareja habría aumentado ese conflicto de no haber sido capaz de ponerle palabras. Pero Raquel comprendió que la valoración tenía que empezar por ella misma. Así que decidió pedirle a su pareja que la acompañara a la manifestación, lo que implicaba que la acompañara también en la vida de otro modo.

Durante parte de la infancia, la niña atribuye a sus padres “poderes” de los que ella carece. Se los adjudica primero a la madre y más tarde al padre. Si no elabora de forma adecuada las identificaciones con su progenitor, puede sentirse culpable de haberle querido quitar lo que le pertenecía. El valor que para Raquel tenía el trabajo estaba asociado únicamente a su padre y superarlo significaba para ella atacarlo.

Los factores socioculturales influyen, según la psicoanalista francesa Janine Chasseguet-Smirgel, en las dificultades para que la mujer pueda acceder a lo que desea hacer en el campo laboral. Pero conviene también tener en cuenta la culpabilidad inconsciente, que es reavivada por elementos de la realidad. La culpabilidad se produce porque la mujer entiende que al tener estos deseos se sale de lo que la sociedad le tiene pautado para sentirse bien con su feminidad.

Los ideales de género van cambiando. Ya no somos como nuestras abuelas ni nuestras madres. Pero cuesta desprenderse de todo lo que se le atribuye a la mujer, que permanece asociado a la gestión emocional de la familia, que se paga con amor y no con dinero. Pocos creen ya que las mujeres están obligadas a desarrollarse únicamente en el ámbito doméstico, pero aún hay síntomas que delatan la tendencia a mantenerla en el hogar. A la mujer se le sigue criticando más si muestra ambiciones profesionales y se la castiga con un salario menor.

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