Hasta hace poco tiempo, ni siquiera se hablaba mucho de feminismo durante este mes de marzo y su Día Internacional de la Mujer . Ahora, se ha puesto de moda, hasta en las prendas de los diseñadores más sofisticados, no solo en la política, en la cultura y en la calle. Se ha vuelto popular, incluso chic, y eso es bueno, porque quiere decir que interesa, que gusta y es mayoritariamente aceptado.
Y me pregunto cómo se ha producido tan repentinamente ese paso de un movimiento minoritario a un ideal casi masivo y de moda. Y qué ha pasado para que el entusiasmo se haya saltado en cierta manera una generación, o que el máximo apoyo e interés se dé entre las chicas de menos de 25 años y las mujeres de más de 55, en una coincidencia entre las mujeres que nos iniciamos en el feminismo en los 70 y las que acaban de empezar a conocerlo. Quizá tenga algo que ver Hollywood y el compromiso de artistas importantes. Pero creo que se trata más bien de que llegó el tiempo en que muchas mujeres a la vez, no solo una minoría, nos hemos impacientado definitivamente por la lentitud de la igualdad real. La época en que las jóvenes ven como naturales e incuestionables ideas que en los 70 parecían provocadoras y extremistas.
Hace unos días, algunas de mis alumnas de Políticas me pidieron que diera una charla sobre el tema. Me gustó su petición, porque ellas tienen 20 años, pero parecen tan interesadas como yo, algo nuevo que he comenzado a detectar en los últimos dos o tres años. Compartiré esa charla con otra profesora que defenderá posiciones diferentes, lo que me suscita aún mayor interés. Porque esta popularización del feminismo, tan inesperada para nosotras, las mujeres de las viejas generaciones, va a traer consigo un debate muy necesario. No hay una única manera de entenderlo, ni en sus diagnósticos ni en sus ideas para el cambio. Todas estamos de acuerdo en que deseamos una igualdad plena, en que tal igualdad aún no existe y en que es necesario el activismo para lograrla. Pero, a partir de ahí, las mujeres somos tan plurales como el mundo, y también lo es el movimiento.
Esta es una tesis central de mi último libro sobre feminismo que ilustro con el recuerdo de lo que ocurrió durante la Segunda República. Entonces, solo tres mujeres entraron en las Cortes de 1931, Clara Campoamor, Victoria Kent y Margarita Nelken. Las tres fueron mujeres extraordinarias de su tiempo, las tres creían en la igualdad, y, sin embargo, se dividieron profundamente en el debate sobre la aprobación del voto femenino. Hoy como entonces, el feminismo es complejo y es plural, aunque ahora también es popular y hasta chic.
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