actualidad
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En nuestra casa se ha impuesto una norma: no se ve ninguna serie, por mucho hype que arrastre, protagonizada por una pareja formada por un hombre en distintos grados de escaqueo y mujer en distintos grados de cabreo.
"Todas las series son iguales", me dijo mi hijo Peru hace dos semanas. "El marido rehúye y reniega de la mujer, la mujer regaña y reniega del marido". Más allá de la sorpresa por ese uso de los verbos "rehuir" y "renegar" en un niño, mi hijo me hizo pensar. Tardé unos días, claro. "¿Por qué estamos tan cabreadas en las series? ¿Por la sobrecarga mental de los cuidados y la logística? ¿Por el estrés, nuestros puestos en los consejos de grandes empresas y entrenamientos de iron woman?".
A Pablo no le gusta que me ponga mitinera, porque sus hijos opinan lo mismo que el mío. Y él también: "¿Y por qué esos padres están siempre en fuga, que apenas rozan las obligaciones familiares y siempre andan tentando el agua, con un pie fuera? ¿Por qué miran a todas las mujeres con deseo, salvo a la suya a la que miran con paciencia y resignación?".
-Pablo -le suplico-. Dime que no nos vamos a convertir ahora en una de esas parejas de intelectuales esnobs que se niegan a ver series.
-¿Quieres decir intelectuales o extraterrestres?
Al día siguiente interrogo a R., un amigo más terrenal. "¿Y no son todas las parejas así?", me contesta retórico. "¿Así cómo?", le pregunto. "Pura incomunicación en compañía", responde. "Pues... yo qué sé, espero que no, qué inutilidad la incomunicación, qué melancolía...", reflexiono. "Quizá la propia pareja es inútil y melancólica", concluye él. A R. nunca le dejo filosofar, pero si le contengo me dice cosas que realmente no me gusta oír: "Todas las parejas que conozco evitan hablar de lo importante", por ejemplo. No me gusta su "todas", no me gusta el verbo "evitar" y, según R., tampoco me gusta la realidad.
Así que me concentro en la ficción: "En esa serie se cuida el resentimiento como si fuera un bonsái, se nutre, se recorta, se admira... La gente no es tan masoquista. Las mujeres no somos tan masoquistas". "¿Y entonces por qué tenéis hijos?", pregunta R..
"Zasca", que dirían en Twitter. No reacciono a su provocación. No reacciono, pero me noquea. Me voy a casa andando, que es lo que hago siempre que me puede el desánimo: andar e ir a casa. Pienso que cada uno tiene que contar su propia historia y esas series no cuentan la nuestra. Pienso en lo mucho que compensa no alimentar resentimientos. Pienso en la suerte que tengo de que los niños a los que estoy educando no crean en los estereotipos. Pienso en que R. no conoce mi pareja. Y acelero el paso.
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