La imperfecta: "Tenemos que hablar... del alquiler"

Esta frase, históricamente aterradora, ha alcanzado en los últimos meses una dimensión que sobrepasa la del ámbito amoroso. Es el renovado "tenemos que hablar" de tu casero, es decir, el propietario del piso en el que vives de alquiler. Casi es preferible oír que te lo dice tu pareja. Una amiga mía se encontró, de buena mañana y sin café mediador, un "tenemos que hablar" de su casera en su bandeja de Whatsapp. Se asió al somier de la cama, todavía a oscuras, intentando sacudirse el avispero. Y, efectivamente, la cosa terminó en ruptura.

La casera le escribía para anunciarle una subida de 200 euros mensuales en el piso, "porque es lo que hay ahora mismo en Madrid, y tú estás pagando por debajo del mercado". Mi amiga se imaginó al mercado antropomorfo sacando sus maletas de debajo de su cama y diciendo: "Arriba, que te toca mudanza".

Lo peor no son esas mudanzas forzadas, ni la tortuosa búsqueda de piso posterior, lo peor es que suponen la ruptura con lo esperable. Porque tú esperabas que a partir de una determinada edad vivirías con las comodidades que se te presentaban en la infancia, y ni mucho menos. Lo que está ocurriendo ahora mismo es el tránsito entre dos burbujas: de la burbuja ideal y tangible del hogar paterno, a la intangible burbuja inmobiliaria. Curiosamente, la segunda burbuja a veces lleva de vuelta, cajas de cartón en mano, a la primera.

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