actualidad
actualidad
La adolescencia es el momento de la vida en que los hijos empiezan a reclamar cierta distancia de los padres. Si hasta la pubertad y los inicios de la adolescencia ir a un cine o a un teatro en familia son actividades deseadas, a partir de entonces prefieren quedar con sus amigos, elegir sus películas, salir con su propio grupo y, en consecuencia, distanciarse del contexto familiar. Lo paradójico es que, a pesar de este alejamiento, siguen necesitando a los padres. Y, atrapados en esta ambivalencia, van saliendo al mundo.
¿Qué conflictos les conducen a no tener amigos? La integración con sus iguales es una preocupación para el joven y necesita confianza en sus propias capacidades para conseguirla. La amistad es esencial: el adolescente busca un igual para sentirse comprendido, para sentirse más fuerte y para avanzar en la vida.
Gracias a esos otros, el joven llega a ser él mismo y aprende a conocerse. Esos amigos juegan el papel de un espejo. En este marco, la amistad y los intercambios ricos en afectos y complicidades tienen mucha importancia para el adolescente, quien desea ocupar un espacio, sobre todo, un lugar social.
Los amigos no lo educan, no lo controlan; con ellos descubre una identidad distinta a la del niño que iba al colegio. Si no tiene, el adolescente no podrá vivir las experiencias compartidas que corresponden a su edad, no podrá confiarse a nadie y sentirse comprendido por un igual. No podrá desarrollar ni tener un mundo propio ajeno a las costumbres familiares.
El adolescente necesita de su familia para crecer. Pero seguir tratándolos como niños pequeños no favorece que forjen esas amistades, y tampoco referirse a su falta de amigos con descalificativos. Sus amigos son confidentes de sus historias y sus dudas. Personas muy allegadas con las que también puede vivir ciertas decepciones relacionadas con la fidelidad, la confianza y el respeto a la diferencia, entre otras cuestiones, que le enseñarán a manejarse en la vida adulta.
Transmitirles la idea de que su crecimiento nos duele por el hecho de que ya no son manejables y se alejan de nosotros es un error.
Los hermanos pueden ayudar si no los minusvaloran.
No hacer comentarios sobre su cuerpo puede ayudarles a sentirse mejor en su transformación. Evita hacer comentarios del tipo: “Con lo mono que eras de pequeño…”, así como repetir la idea de que la adolescencia es una edad en la que solo dan problemas.
Daniel tenía 12 años y estaba deprimido. No hacía nada que le gustara, no tenía amigos. Comenzó a ir mal en el colegio, decía no entender nada de lo que explicaban sus profesores ni los textos que le daban para estudiar. Sus dos hermanos mayores intentaron ayudarlo, pero él prefería quedarse tirado en su cama con sus juegos de ordenador en lugar de salir o hacer otra cosa.
Sus padres, preocupados por él, lo llevaron a un tratamiento psicoterapéutico, donde Daniel pudo poner palabras y resolver sus conflictos. Comenzó relatando la rabia que sentía cuando, al contestar el teléfono, cualquier interlocutor lo confundía con alguna de las mujeres de su familia, pues todavía no le había cambiado la voz.
Esto le llevó a hablar de la preocupación por los cambios que su cuerpo estaba experimentando y de los atributos masculinos, que envidiaba en sus hermanos. Ellos se pasaban mucho tiempo en el baño, afeitándose y mirándose al espejo. Daniel odiaba mirarse al espejo, se veía horrible, odiaba la pelusa de su incipiente bigote, estaba lleno de granos y se veía muy mal. Algunos chicos de la clase se metían con él y no toleraba sus bromas, por eso no quería amigos.
Esta intolerancia a las bromas representaba la parte más insoportable de los cambios que estaba experimentando. Odiaba el espejo porque le devolvía la realidad de un cambio permanente. Los modelos que tenía en casa le conducían a pensar que sus hermanos sí podían. Pero sentía que él no podría. Le comenzó a gustar una chica de clase y le daba vergüenza acercarse a ella. Sus hermanos tenían novia.
Conviene reflexionar sobre cómo se vivió la propia adolescencia y si la recordamos como una época difícil. ¿Cómo eran nuestras relaciones?
La falta de amigos puede ocultar conflictos psíquicos que no pueden resolver. Si se trata de una época corta, puede deberse a cuestiones propias del proceso adolescente. Si se dilata en el tiempo y hay otros síntomas por los que sufre, se puede buscar un tratamiento psicoterapéutico.
En su caso, no poner ningún interés en estar con otros chicos se podía entender como un rechazo absoluto hacia todo lo puberal. El hecho de ser el hijo menor de la casa profundizaba aún más su rechazo al crecimiento. Sus progenitores y sus hermanos seguían tratándole como el pequeñín. Además, los padres habían esperado una niña, por lo que convertirse en hombre representaba inconscientemente decepcionarlos, lo que producía en él culpa y temor a ser rechazado.
Para liberarse de ello, se refugiaba en su infancia, resistiéndose a crecer. Cuando pudo resolver estos conflictos inconscientes, Daniel comenzó a abrir las puertas a sus afectos, acercándose poco a poco a algún compañero de clase.
No te pierdas...
- Mentir a tus hijos tiene consecuencias, por Isabel Menéndez
- Tus hijas adolescentes y su sexualidad, confía en ellas, por Isabel Menéndez
- ¿Por qué mi hijo no me cuenta nada?, por Isabel Menendez