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Vanessa Montfort: "Cuando has tocado fondo puedes transformarte en otra cosa"

Se convirtió en un fenómeno de ventas con Mujeres que compran flores y ahora vuelve con El sueño de la crisálida, una novela sobre el noble arte de levantarse después de caer. Algo sobre lo que esta autora sabe mucho.

Vanessa Montfort. / cristina lópez

Rosa Gil
Rosa Gil

No es frecuente ir a entrevistar a una escritora y que te abra la puerta uno de sus personajes; pero eso es, exactamente, lo que me sucede hoy. La puerta es la del restaurante Ouh... Babbo!, cerca del Teatro Real, y el personaje, su dueño, Bruno, chef, actor ocasional y... solícito vecino de Patricia, coprotagonista de El sueño de la crisálida (Plaza y Janés), la nueva novela de Vanessa Montfort. "Es que yo soy muy metaficcionaria", explica la autora cuando entra en el restaurante minutos después, tras la sesión de fotos. "Este restaurante fue muy especial para mí en una época de mi vida. Y Bruno es todo un personaje. Me apetecía incluirlo".

La vida real y la vida literaria de esta escritora tienen tendencia a confluir; también en lo geográfico. Este libro, como Mujeres que compran flores, está ambientado en su pequeño rincón del mundo: el Barrio de las Letras, Ópera, la plaza de Oriente... "Madrid me inspira muchísimo, me parece una ciudad apersonajada, que tiene alma y sentimientos. Y la entiendo muy bien, la llevo en el genoma. Me encanta retratarla".

Bruno y el barrio de las Letras no son, ni mucho menos, los únicos elementos reales en esta novela que narra la historia de Patricia y Greta, una periodista en profunda crisis personal y una exmonja homosexual en busca de un nuevo camino. "La historia de Greta es real -dice la escritora-. Tomé cosas de la vida de otras religiosas, cambié todos los nombres, comunidades y hasta países, pero es la historia de su vida. Y a Patricia, no me importa decirlo, le presté muchas cosas mías; no mi vida privada, pero sí mi crisis y mi reconstrucción".

Punto de giro

Porque El sueño de la crisálida es la historia de dos personas que tocan fondo y tienen que reinventarse, y eso fue lo que le ocurrió a Montfort. Curiosamente, la crisis se produjo mientras escribía Mujeres que compran flores, la novela que la convertiría en un fenómeno de ventas y que ha distribuido ya 150.000 ejemplares en una docena de países. "Estaba produciendo una película, Nuestros amantes, y sacando adelante la novela a la vez. Me encontraba en una rueda de hámster sin meta ni alivio. Yo, que estoy rodeada de gente que me quiere, que tengo la suerte de dedicarme a mi vocación, no estaba disfrutando de mi vida: estaba corriendo tras ella. Me sentía insatisfecha y estresada. Durante un viaje a Nueva York, tuve un susto grande. Me salieron todo tipo de alergias... y me di cuenta de que eran somatizaciones. ¡Tenía alergia a mi propia vida! Y me dije: "No voy a seguir viviendo así". Yo creo que todos tenemos, al menos, una oportunidad para hacer un cambio vital, y normalmente nace de una crisis grande. Cuando has tocado fondo y todo te da igual es cuando puedes transformarte en otra cosa". Su primer paso hacia otra forma de vida fue apuntarse a un centro de meditación. "La profesora me dijo: "Vamos a hacer un viaje a un sitio en el que nunca has estado: tu interior". Empecé a apagar el móvil, a rebelarme contra esa sociedad del malestar".

El sueño de la crisálida (Plaza y Janés), la nueva novela de Vanessa Montfort. / d.r.

Como si el universo quisiera premiarla por su buen criterio, en aquel momento apareció Greta en su vida. "Estaba en un bar, con otras personas, y entablamos conversación. ¿Te das cuenta de cuánta gente increíble no llegamos a descubrir por estar pegados al móvil? Porque a Greta yo nunca la habría conocido en circunstancias normales: ella es sudamericana, medio india, y yo española, medio yanqui; ella fue monja 15 años y yo no soy creyente. Ella es homosexual y yo, heterosexual. Un día empezó a contarme su historia y me di cuenta de que, por encima de aquellas barreras, teníamos dos cosas en común: que habíamos vivido aisladas -ella, en conventos, yo, sobreconectada en una gran ciudad-; y que las dos habíamos sufrido acoso por decir lo que pensábamos o por querer cambiar algo".

El sueño de la crisálida reinventa este encuentro. Las protagonistas se conocen en un avión; Patricia vuelve de un viaje de trabajo en el que ha sufrido una crisis nerviosa; Greta se muda a España para empezar una nueva vida. Sin mucha fe, deciden seguir viéndose con la idea de escribir la historia de Greta. Y surge una insospechada amistad.

Vivir en la isla

"Como Patricia, yo no creía que la historia de una monja me pudiera interesar. Pero gracias a ella he aprendido mucho sobre cómo vivimos. Porque los conventos son islas que reflejan lo que pasa en universos más grandes. A Montfort le obsesionan las islas desde que escribió La leyenda de la isla sin voz, ambientada en el presidio insular de Blackwell. "El problema de las islas es la impunidad. En una comunidad religiosa hay amistades, romances, luchas de poder... Pero nadie está autorizado a verlo. Cuando ocurre algo grave, no se aplican las mismas leyes que aquí fuera. Y ocurren cosas, claro".

En El sueño de la crisálida vemos esas cosas: Greta sufre abusos sexuales, acoso, humillaciones... No es un retrato agradable de los conventos católicos. "La Iglesia está en un momento de profunda revisión -dice Montfort-: en cuanto a la sexualidad, porque ahí hay un problema, y en cuanto a la mujer, que es una conversación que está empezando ahora". En la novela se habla ampliamente de #ChurchToo, el movimiento surgido en EE.UU. al calor del #MeToo para denunciar abusos en entornos eclesiásticos. "¿Puede molestar a alguien lo que he escrito? Tal vez, pero no fui yo quien dijo: "La verdad os hará libres". Lo dijo Cristo. Mi familia, católica, ha leído mi novela y lo que les enfada es que estas cosas ocurran, no que yo las cuente".

Respeto

Vanessa Montfort tampoco se posiciona como iconoclasta y advierte del peligro de las atalayas morales. " Mi familia es religiosa. Yo lo he sido. La fe es algo tan personal como una huella digital, y nadie debe meterse en ello. Ser proselitista del ateísmo también es una forma de intolerancia. Yo he vivido en China, donde manda el dios yuán (como dice Nietzsche, el peligro de dejar de creer en Dios es que puedes empezar a creer en cualquier cosa)".

El otro punto en común que tienen las dos protagonistas de la novela (y Vanessa) es un pasado de acoso laboral. El caso de la escritora, reflejado en el de Patricia, sucedió en una empresa periodística. "Fue muy duro y no lo denuncié. Además, ya había sufrido bullying de niña y eso lo hizo más terrible. En ambas ocasiones, lo que hice fue desafiar la violencia del consenso. Lo diferente se castiga".

Montfort conoce las cifras: el 15% de los trabajadores ha sufrido mobbing; el 70% guarda silencio. Por eso cree que es importante hablar del tema. "Mucha gente ni siquiera identifica lo que le está pasando. Me gustaría haber sabido, en su día, que las víctimas de acoso laboral se echan la culpa, como en cualquier tipo de maltrato: he sido demasiado ambiciosa, he ido demasiado deprisa, no me merecía ese puesto... Llega un momento en que te han hecho tan pequeña y desconfías tanto de ti misma que no te puedes defender". Está segura de que sus antiguos agresores se reconocerán en el relato, pero, dice, no lo ha escrito para ellos, "sino para que las personas que lo padecen no se sientan tan solas. No es una novela vengativa, sino justiciera".

El problema, asegura, es que el mobbing es la punta del iceberg. "Que el acoso sea una pandemia es síntoma de una crisis de valores. Y yo creo que, en parte, nace de la soledad de las grandes ciudades. Ese no poder desconectar, ese sobreexplotarnos trabajando. Hay que replantearse ese modo de vida". También hay algo generacional en esta actitud, asegura. "Yo nací en 1975. Llegué al mercado laboral con la primera crisis económica. Y luego vino otra, y otra. Creo que la gente de mi edad tiene el síndrome de la "poscrisis", como nuestros abuelos tenían el de la posguerra. Ellos acumulaban periódicos; nosotros, trabajos freelance. No sabemos relajarnos. Yo he tenido que obligarme a parar, decirme: "Si no me vuelven a llamar, que no me llamen. Tengo que vigilarme para no volver a caer en la rueda del hámster. Porque yo, como todos los autónomos, soy una jefa tiránica y no pararía jamás".

Ser. No producir

Tras Mujeres que compran flores, llegó el momento de poner a prueba esa actitud. ¿Acaso no tenía miedo de fracasar si se detenía tras un best seller así? "Hay un momento en que te das cuenta de que no controlas el éxito, igual que no controlas las caídas. Decidí no preocuparme. No iba a escribir mejor por vivir en estado de alerta constante". La fórmula parece estar rindiendo resultados: el 23 de abril se estrena Firmado Lejárraga, su texto teatral sobre la escritora María Lejárraga, con el sello del Centro Dramático Nacional. Ha pasado parte de este año en Nueva York, su otra patria chica, documentándose para su próximo libro (que escribe con la ayuda de una prestigiosa beca literaria), sobre la fuga de talentos españoles tras la crisis. Y, sobre todo, vive de otra manera, como averiguará quien lea El sueño de la crisálida y acompañe a Patricia en su metamorfosis (de nuevo, la vida real y la literaria caminan a la par). "Estoy teniendo los mejores resultados de mi vida, ahora que soy capaz de desdramatizar la urgencia, que busco estar bien conmigo misma. Le doy la misma importancia a un paseo con mi pareja o una visita a mi madre que a cualquier asunto profesional. Y me he dado cuenta de que da igual cuánto libros escribas o lo mucho que viajes. No es eso lo que te vas a llevar en el alma, sino el tiempo que pases con los tuyos. Para mí, esto es la paz".

20 de enero-18 de febrero

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