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Belén Rueda y Belén Écija, historia de un amor

Se ha criado en segundo plano, pero ha decidido cumplir su sueño y ponerse, por fin, ante los focos. Y nada mejor que hacerlo junto a su madre. De pasiones compartidas, dolorosas pérdidas y la difícil aventura que es crecer hablamos con las dos.

Belén Rueda, con cazadora y pantalón de Levi’s Made & Crafted y botines de Emporio Armani. Belen Écija lleva cazadora, bustier y pantalón de Emporio Armani y zapatillas de Hogan. Las joyas de ambas son de To Be Continued. / cristina lópez

María José Barrero
María José Barrero

La primera vez que la actriz Belén Rueda y el productor y director Daniel Écija vieron a su hija Belén sobre un escenario, acabaron llorando. Como cualquier otro padre. Lo recuerda divertida Rueda, como si ser un profesional del cine y la televisión estuviera reñido con la posibilidad de emocionarte ante los primeros pasos de un hijo. En la vida real o en la interpretación, lo mismo da. “Nos decíamos: “¡Qué imagen estamos dando! Los dos llorando, como si no trabajáramos en esto”, recuerda la actriz, ahora sí riendo. Era solo un ejercicio de los alumnos de primer año del Estudio Corazza –la escuela del maestro argentino Juan Carlos Corazza, donde estudiaron Javier Bardem, Elena Anaya o Alba Flores–. Pero para Belén Écija era el paso definitivo hacia una nueva vida.

La madre cuenta la anécdota con una sonrisa en los labios. Es la enésima entrevista que Belén Rueda (54 años) hace a lo largo de una carrera de casi tres décadas en la televisión (como presentadora y luego como actriz en series) y en el cine, con un Goya (por su primer papel, en Mar adentro) y otras dos nominaciones incluidas. Pero es la primera vez que Belén Écija (24 años) se sienta ante un periodista y posa para un reportaje. Por eso han decidido hacerlo juntas. De la mano, casi literalmente. La hija, que se independizó hace poco, cuenta que hoy ha dormido en la casa de su madre. Quizá para recibir los últimos consejos o para aplacar los nervios.

Belén Rueda, con vestido vaquero y botas de Tommy X Zendaya, gafas de Céline para Óptica Principal y bolso de Salvatore Ferragamo. Su hija lleva camisa de Jorge Vázquez, pantalón y sandalias de Tommy X Zendaya y pendiente de To Be Continued. / cristina lópez

Lejos de la visibilidad

Belén Écija parece inquieta, aunque se calma a medida que transcurre la charla. Su vida nunca ha estado bajo la luz de los focos, pero sabe que ese anonimato tiene los días contados. Está rodando su primera serie, La valla, que además produce Daniel Écija, su padre. “Lo que más me preocupaba de dedicarme a la interpretación era que mi vida estuviera más expuesta, aunque las cosas han cambiado con las redes sociales. Solo hay que llevarlo con tranquilidad y naturalidad, y sobre todo ser discreto con tu vida privada”, afirma.

Lo que más me preocupaba de la interpretación era estar expuesta, perderme en el camino".

Belén Écija

“Cuando ella decidió dar el paso, porque el corazón ya lo tenía en la interpretación, fue algo que pensó mucho –corrobora su madre–. Desde pequeñas, ella y su hermana han tenido claro que querían tener su vida. Su padre y yo decidimos que no aparecieran, porque era una manera de que crecieran en libertad, la forma más fácil de protegerlas. Nuestra visibilidad era algo que a ellas les pesaba. Por ejemplo, cuando Belén cambió de colegio, me dijo: “Mamá, ¿te importa dejarme un poco más lejos? Cuando empiece a hacer amigos, quiero que lo sean por mí”, recuerda la actriz. “Sí, esa era quizá una de las cosas más difíciles: saber quién estaba a tu lado por ti y quién no. Era una tontería”, responde su hija. “No, cuando eres pequeño, no es una tontería”, apostilla Rueda.

Lo cierto es que no debía de serlo. Sobre todo si tu madre ha sido una de las presentadoras más populares de la televisión de los 90, en programas con audiencias millonarias como VIP Noche o La ruleta de la fortuna. O cuando ha protagonizado series como Periodistas o Los Serrano, capaces de congregar ante la pantalla a más de cinco millones de espectadores cada semana. “En realidad nunca notamos que fuera famosa –recuerda Belen Écija–. Para nosotras, mi madre era la misma en casa que de puertas hacia afuera. Cuando hizo Los Serrano, yo tenía ocho o nueve años y me parecía supernormal que saliera en la tele. Era solo un trabajo, igual que si hubiera sido médico”.

De Vitoria al hospital:

  • Una policía que intenta cazar a un asesino ritual y una madre con un hijo enfermo son los personajes en cuya piel se meterá Belén Rueda próximamente. El primero en El silencio de la ciudad blanca, la película de Daniel Calparsoro basada en la trilogía de Eva García Sáenz de Urturi, con Javier Rey y Aura Garrido (estreno en octubre). El segundo en Madres, la serie de Aitor Gabilondo para Tele5, que narra el día a día en un hospital materno-infantil a través de la mirada de pacientes, familiares y médicos.

“¿Te acuerdas del último capítulo que hice en Los Serrano? –le pregunta Belén Écija a su hija–. Estábamos las tres viéndolo en casa y yo les había contado lo que iba a pasar. Lucía, la pequeña, que tenía cinco años, me dijo: “Mamá, cuando te vayas a morir, avísame que me voy a otra habitación”. Así que cuando llegó el momento, nos quedamos Belén y yo, sentadas en el suelo, llorando abrazadas. La muerte de mi personaje estaba contada sin palabras: solo se veía la reacción de su familia al recibir la noticia. Para mí era además una doble despedida, porque dejaba la serie. Así que estuvimos llorando las dos. Y cuando Lucía bajó, nos dijo: “No quiero saber nada, no quiero saberlo”, recuerda la actriz con una sonrisa.

La ilusión de saltar al cine

Rueda dejó la televisión para dar el salto al cine. Lo hizo de la mano de Alejandro Amenábar y Javier Bardem, con Mar adentro, la película sobre Ramón Sampedro, el tetrapléjico que durante 30 años luchó para que se reconociera su derecho a la eutanasia. Ganó el Goya a la mejor actriz revelación. “Creo que ahí me di cuenta por primera vez de lo que suponía su trabajo, de lo ilusionada que estaba”, recuerda su hija. “Aunque las dos eran pequeñas, me vieron en el cine –reconoce Rueda–. Les expliqué el sentido de la película y quien había sido Ramón Sampedro, pero su única preocupación era: “Pero tú no te mueres, ¿no?”. “Hasta nos sabíamos de memoria la poesía de Ramón Sampedro con la que comenzaba la película. Para mí es su mejor trabajo”, afirma Belén Écija.

Al morir María, se nos descompensó la protección a Belén, pero no podíamos criarla con miedos".

Belén Rueda

Pero la actriz tuvo muy claro que no estaba dispuesta a pisar el acelerador si tenía que perderse un momento de la vida de sus hijas. “No, radicalmente no. Y el tiempo me ha dado la razón. No quería perderme su primera palabra, su primer pasito, su primer desengaño amoroso, ni su primera discusión de amistad. Aunque algunas madres prefieran hacerlo a distancia o no tengan otra posibilidad, preferí estar en casa y no pasar más de una semana fuera. Hasta que, cuando tuvieron una edad, les dije: “Ahora me toca a mí”, afirma. “Nosotras siempre la hemos sentido muy presente. Quizá no podía estar en casa todos los días a las seis de la tarde, cuando llegábamos del colegio, pero siempre ha estado muy pendiente de nosotras”, reconoce su hija.

“Para mí, ser madre ha sido lo más grande de mi vida –explica Rueda–. Es cierto que es un amor incondicional y en este caso he tenido la grandísima suerte de que sea correspondido. Pero también es confianza, que cuenten contigo para las cosas buenas y para las malas. Porque somos muy sinceras las unas con las otras...”. “Demasiado”, interrumpe su hija riendo.

Camisa de Sportmax Code, vaquero de Gerard Darel, colgantes de To Be Continued y pendientes de Aristocrazy. / cristina lópez

Un dolor que aún sigue vivo

Pero, la actriz también a vivido los momentos más duros a los que puede enfrentarse una madre: el fallecimiento de su hija María, a causa de una cardiopatía, antes de cumplir un año. ¿Cómo puede afectar una pérdida tan dramática a una familia? “Belén tenía solo dos añitos cuando nació María. Su padre y yo dejamos de trabajar y nos volcamos en buscar una solución, pensando que podíamos salvarle la vida. Creíamos que Belén no se había dado cuenta de nada, pero luego vimos que no había sido así”, explica con la entereza que dan la edad y el haber abordado muchas veces el tema ante extraños. Sin embargo, su hija no puede evitar las lágrimas: “Yo creo que notas sin querer que tus padres estan viviendo el peor momento de su vida, incluso siendo tan pequeña”, reconoce.

La pérdida de un hijo te hace cambiar los valores –reflexiona Rueda–. Criarlos es poner en el plato de una balanza la educación, las normas de la familia y de la sociedad, y en el otro el amor y la protección. Y creo que cuando murió María se nos descompensó brutalmente el amor y la protección hacia Belén. Luego nos dimos cuenta de que ella había sufrido mucho y que teníamos que darle mucho cariño, pero que no podíamos criar una niña con miedos, demasiado protegida, o sin decirle lo que estaba bien o mal, que las cosas había que terminarlas, que es importante trabajar, estudiar...”.

Cuando la vi en 'Mar adentro' me di cuenta de lo que suponía para mi madre su trabajo".

Belén Écija

Dos años después de la muerte de María, nació Lucía. “Yo le decía a mi madre que quería una hermana con un lazo grande en la cabeza –relata Belén Écija riendo–. Y de repente, cuando parecía que no, nació Lucía y fue emocionante. Yo, sin querer, la llamaba María. Siempre quería estar con ella, cogerla, cuidarla... Nunca he tenido celos”. “Era una pesada. La cogía, como si se fuera a romper”, recuerda su madre sonriendo de nuevo. Ese afán no lo ha perdido: “No puedo estar enfadada con mi hermana, necesito hablar con ella, porque si no las cosas se me quedan dentro. Quizá porque soy más emocional, más sensible. No vivimos juntas, pero nos lo contamos todo”, explica.

El divorcio de sus padres supuso un punto de inflexión, aunque Écija no lo recuerda traumático. “Mi padre venía todos los días a darnos un beso de buenas noches y se quedaban hablando. Nunca noté un mal rollo o una discusión fuerte. He tenido una infancia superfeliz, siempre me he sentido querida”.

Siguiendo los pasos de su padre, Belén decidió estudiar Comunicación Audiovisual. “Me gustaba la interpretación desde pequeña. ¡En casa montaba unas performances! Pero me daba miedo perder mi vida privada delante de una cámara y perderme a mí misma en el proceso. Aunque quizá era más un miedo a decir lo que quería. Así que dije: “Voy a probar algo relacionado y creativo”, porque en la vida no quiero estar en una oficina”. Sus primeras prácticas, tras acabar segundo curso, fueron en la producción de Velvet, y cambiaron su rumbo. “Envidiaba a los actores en el set, quería estar en su lugar. Y me di cuenta de que, por esa idea de no estar expuesta, ponía impedimentos a mi sueño”, reconoce. Así que decidió darse una oportunidad, compaginando la universidad con la escuela de interpretación.

La vida tras una valla:

  • La valla va a ser el estreno de Belén Écija en la pequeña pantalla, precisamente con una historia creada y producida por su padre, Daniel Écija, y que veremos en Antena 3. Con un reparto encabezado por Olivia y Ángela Molina y Unax Ugalde, es una historia de supevivencia, traiciones y secretos en la España de 2045, sometida a una dictadura, con unos recursos naturales cada vez más escasos y donde una valla separa el Sector 1 (donde está el Gobierno y viven los privilegiados) del resto.

"Demuéstratelo a ti misma"

“Cuando nos dijo que quería ser actriz, los dos dijimos: “Ay, no, Belén” [Risas]. Sobre todo, sabiendo cómo es realmente este trabajo, un poco desestabilizante, porque echas muchas horas, no duermes y tienes jefes y compañeros diferentes en cada proyecto. Tienes que estar siempre alerta y, de alguna manera, desarrollar tu parte más psicológica. Pero luego le dijimos: “Si es lo que quieres, demuéstratelo a ti misma”, recuerda Rueda. “Me apoyaron mucho más de lo que me imaginaba”, reconoce su hija.

El último curso de la carrera lo hizo, con una beca, en Nueva York. Y allí se presentó a su primer casting. “Buscaba una escuela y ella se lo organizó todo: hizo un monólogo contemporáneo y otro clásico, los grabó, y un día me dice: “Mamá, estoy en Chicago, voy a hacer la prueba”. Pensé: “Pues va a ser que le gusta esto”.

Camisa de TCN y minifalda vaquera de Claudie Perlot. / cristina lópez

Sus primeros pasos llegaron en el teatro: “Vi que se despertaba una adrenalina brutal. Es muy satisfactorio el reconocimiento del público”, explica Belén Écija. ¿Le da consejos su madre? “Solo cuando lo pide, aunque quizá se llama consejo a lo que en otra familia sería educación o conversar sobre el futuro. Hay cosas que me han pasado y se me escapa contárselas, pero Belén me dice: “Mamá, aunque me lo cuentes, lo tengo que vivir yo”. “Incluso cuando se lo pido, al final digo: no, no. Porque por muy objetiva que quiera, siento que no lo va a ser”, explica su hija. ¿Y temen las comparaciones? “Sobre todo que relacionen nuestra vida. No somos la misma persona, que no se espere de mí ciertas cosas que le pertenecen a ella”, reflexiona Belén Écija.

Precisamente, en su primera serie, comparte títulos de crédito con Ángela Molina y su hija Olivia. “El primer día, Olivia me dijo: “Es muy bonito tener a alguien tan cercano con quien compartirlo. Con quién mejor que con tu madre”.

Nuestra relación no ha sido siempre un camino de rosas. Era chocante no entendernos"

Belén Rueda

“Tenemos una relación muy buena, pero no siempre ha sido un camino de rosas”, apostilla Rueda. “Bueno, en la adolescencia... era chocante no entendernos, porque siempre habíamos tenido muy buena comunicación”, reconoce su hija. “Lo que más nos afectaba a las dos era que no podíamos hablar –relata la actriz–. Si le decía algo, ella contestaba: “¡Es que no es así, mamá, eso eres tú! Si yo no te estaba atacando, intentaba hablar y no había forma”. “Cuando estás más inseguro, sientes todos los comentarios como un ataque... pero cuando vuelves a encontrarte, empiezas a escuchar”, reconoce la joven.

“La buena relación entre madres e hijas a veces es un impedimento para desarrollarte –reconoce Rueda–. Belén tiene mucha fuerza y cuando se propone algo, va a por ello, pero no a costa de cualquier cosa; y eso a veces la desvía un poco. Quiere mucho a los que tiene alrededor. Y a veces ha dejado de hacer cosas por no hacerme daño a mí o a alguien a quien quiere. Es una conversación que hemos tenido muchas veces. Yo trato de decirle que si ella es feliz con lo que hace, podrá hacer felices a los demás”.

¿Y cómo definiría Rueda a su hija? “Me fascina cómo se toma la vida, que emprende cualquier cosa con ilusión, sin miedos. Eso me encanta, porque yo a su edad sí los tenía. Yo le digo cuidado, pero ella toma lo que necesita y tira para adelante. Es alegre y crea muy buen rollo [Risas]. Y muestra esa luz de quien tiene mucho que dar y no se le acaba nunca”.

El reto de quitarse las etiquetas

Si pienso en mi madre, me surge una palabra: valiente. Admiro su fuerza y su sensibilidad".

Belén Écija

Sobre su madre, Belén Écija hace una auténtica declaración de amor. Ella escucha atenta, con una mezcla de cariño y orgullo, y de vez en cuando baja la mirada. “Siempre que pienso en mi madre, pienso en una palabra: valiente. Es la persona más optimista que conozco, la única con la que puedo ser totalmente sincera. Tiene una sensibilidad que yo he conocido en pocas personas. Admiro su valentía y su fuerza para conseguir todo lo que ha hecho. Y respecto a su trabajo, parece que no se le acaba la gasolina, es increíble. Y cuando llega de trabajar no pone una mala cara ni tiene una queja. Mantener esa cabeza así y hacerlo tan bien al mismo tiempo me parece increíble”.

Rueda ha reconocido en más de una ocasión que le costó muchos años poner actriz en su currículo, porque los demás seguían viéndola como la chica pizpireta de la televisión. ¿Le costará lo mismo a su hija quitarse la coletilla de “hija de”? “Te mentiría si dijera lo contrario. Quisiera que no fuera así, pero le va a costar. Igual que a mí me costó quitarme la etiqueta de presentadora para ser actriz de televisión, y luego esa para hacer cine. Y como me costó que dejaran de pensar que estaba ahí porque mi marido era el productor. Pero puedes quitártelas con trabajo y demostrándotelo a ti misma”, recalca. “Lo más complicado será demostrar que estás ahí porque vales, que si es tu vocación y tu sueño, da igual que seas hijo, sobrino o nieto de quien sea”, explica Écija, que ya se ha estrenado en teatro y cortometrajes, y reconoce que no quiere cerrarse ninguna puerta: “Escribir, hacer guiones, montar una productora con algunos amigos aunque sea pequeñita...”.

De momento, Rueda cree que su hija, en la interpretación, es como “un diamante en bruto, porque aún le falta seguridad para expresar todo lo que tiene. No quiere parecerse a nadie, sino ser ella misma; se ha dado cuenta de que la manera de sentirse realmente bien en las tablas es siendo ella, sobre todo cuando estás empezando. Y no lo digo porque sea mi hija, pero tiene una luz, una forma de hacer y un talento... Dentro de unos años me gustaría verla ahí, independiente, haciendo lo que le gusta, pero sin perder la sensibilidad y el cariño que tiene por la vida”. ¿Alguien puede dudar del amor de una madre?

20 de enero-18 de febrero

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