A Pablo no le gusta el rollo foodie: hablar de aromas, espumas y emulsiones en vez de hablar de sabores, sentimientos y, ya puestos, hasta de hechos. Le dan alergia las abstracciones y le apasiona lo tangible. Le gustan los huevos fritos por la misma razón por la que le gusta la sensatez: le llenan. Aún así, en estas larguísimas semanas de campaña se ha enamorado de un cocinero al que no conoce ni ha probado. "¿Ves como sí que sirven los medios?", le chincho. "Si no fuera por un periódico, no habrías conocido a Aduriz". Y es que Pablo ha colgado en la nevera un post it con una frase que leyó al chef de Mugaritz: "Molestar es necesario, porque fuera de la incomodidad empieza la decadencia".
(La cita era más larga, pero Pablo resume siempre, para inspirarse, para inspirarnos y, sobre todo, para no olvidarse de quién es, de por qué es como es. " La incomodidad es el elixir de la eterna juventud y la gente no se ha enterado. Cómete una dosis todos los días, sin ser masoquista tampoco, y crecerás". Sospecho, ahora que lo transcribo, que Pablo se imagina a Aduriz tan macarra como él: con Extremoduro a tope, para conservar la energía, la rabia, las ganas incombustibles de cambiar el mundo).
Vivir con un inconformista es realmente agotador. Todo lo pregunta, todo lo cuestiona. "¿Por qué? ¿Seguro? ¿De verdad lo haces así porque crees que es lo correcto o es solo porque es lo que te resulta más fácil?". Es peleón, idealista, romántico... Por suerte, es un hombre coherente: vive, trabaja y educa de acuerdo a sus propios principios, dando ejemplo. Por eso, en estos tiempos de postureo y política se está quedando solo, porque Pablo cree que el camino correcto no admite atajos ni excusas.
Tengo un amigo al que la actitud de Pablo le enternece y que siempre me dice: "Ya madurará", y yo le respondo que no, que Pablo seguirá creciendo, porque el que madura se queda quieto, " el que madura ya no aprende".
"Tú también madurarás", concluye mi amigo, condescendiente. Y me da igual, porque los quiero a ambos como son: a mi amigo (el que no va a cambiar) y a Pablo (que va a seguir cambiando a mejor).
"Lo más sexy que tienes es que me subes el nivel de autoexigencia", le dije un día. Lo quiero, lo admiro y lo escucho. Incluso el día que su hija le pregunta qué es el éxito y su padre contesta en plan hippy: "Estar en paz con uno mismo y seguir aprendiendo cada día". "Pero, papá, tú antes ganabas más dinero. Ganar menos es un fracaso, ¿no?". A Pablo le entra una carcajada e, imitando a Sava, el extraordinario hijo de unos amigos también inconformistas, se pone a correr agitando los brazos extendidos, feliz: "¡Mi premio son las alas! ¡Mi premio son las alas!". Y le vemos volar.
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