Las otras guerreras climáticas
La cruzada (ambiental) de los niños moviliza el planeta. Greta Thunberg no es la única de sus líderes.
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Objetivo: las compañías de petróleoTras participar en las protestas contra el cambio climático que lograron cortar varios puentes el pasado noviembre en Londres, Elsie Luna decidió llevar sus reclamaciones a otra parte. Acompañada por su madre, se presentó en los cuarteles generales de las grandes compañías petroleras que tenían sede en el Reino Unido. Quería hablar con los jefes. Pero ni Chevron ni Total ni British Petroleum la dejaron entrar. El personal de seguridad de Shell tampoco le permitió pasar, pero Luna se quedó en la entrada parar abordar a los trabajadores de la compañía a la hora del almuerzo. Solo dos horas después, la presidenta de Shell en el Reino Unido, Sinead Lynch, accedió a reunirse con ella. Durante 20 minutos, Luna le trasladó sus preocupaciones sobre el cambio climático, le recordó que su empresa era responsable del 1,67% de las emisiones de CO2 de todo el planeta. En marzo, Luna recibió un premio por su activismo ecologista en un acto celebrado en el Parlamento británico. Con solo 10 años de edad, tiene su propio podcast sobre su lucha y muchos planes para el futuro. “Quiero ser periodista o dedicarme a la política. Quiero protagonizar las noticias o contarlas. Y, en cualquier caso, siempre diré la verdad”, asegura.
“Sin futuro, ¿para qué voy a ir al colegio?”Cada viernes, desde hace cuatro meses, Alexandria Villaseñor se abriga, prepara sus pancartas y se dirige en metro a la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Se sienta en un banco y, con frío, lluvia o nieve, protesta en silencio por la inacción de los gobiernos en materia de cambio climático. Su conciencia ambiental despertó el verano pasado, mientras visitaba California con su familia y el humo de los devastadores incendios que asolaron el estado agravó su asma durante días. Empezó a documentarse sobre las catastróficas consecuencias del calentamiento global. Ahora, es una de las líderes más visibles de las huelgas estudiantiles en Estados Unidos, junto a activistas como Haven Coleman o Isra Hirsi, hija de la congresista demócrata Ilhan Omar. “Si no tengo futuro, ¿para qué voy a ir al colegio?”, se preguntaba recientemente en el Washington Post. Alexandria ha recibido amenazas e insultos a través de las redes, pero sus padres la apoyan y han encontrado un colegio que le permite conciliar los estudios con un activismo que implica responder e-mails, asistir a conferencias on line con otros líderes del movimiento y participar en charlas y mesas redondas. Todos los viernes sigue en su banco frente a la ONU. “Me hace sentir que tengo poder. Que puedo hacer que algo cambie”.
Ha recibido amenazas de muerte y dice que, en su colegio, los profesores la animan, pero entre los alumnos casi nadie le habla. Pero eso no la ha detenido. Vegetariana y aficionada a los documentales sobre naturaleza, su conciencia despertó el verano pasado, cuando una ola de calor azotó su país.En enero, grabó un vídeo llamando a la movilización y su mensaje se hizo viral. A su primera marcha asistieron 3.000 personas; en marzo, más de 35.000. Desde entonces, es una de las líderes más visibles del movimiento global Youth for Climate y ha escrito un libro con su compañera Kyra Gantois. También ha visitado el Parlamento Europeo y se ha reunido con líderes como el presidente francés Emmanuel Macron. Y aunque no podrá votar el 26 de mayo en las elecciones europeas ha conseguido que el cambio climático se haya convertido en un asunto central en la agenda política belga.
Cara a cara frente a WashingtonHace dos años, Trump anunció la retirada de EE.UU. del Acuerdo de París y supo que tenía que actuar. A sus 15 años, ya escribía apasionadas cartas abiertas a los negacionistas del cambio climático. Y fundó Zero Hour, una organización que promueve la justicia ambiental y que, a través de las redes sociales, ha organizado protestas masivas. Se ha reunido con ejecutivos de grandes empresas energéticas (y ha denunciado el paternalismo con que la trataron), ha debatido con congresistas y senadores, y ha publicado artículos en medios como The Guardian. También ha demandado, con 12 jóvenes más, al Estado de Washington, donde vive, por su inacción ante el calentamiento global. Mientras ultima su primer libro, su perfil de Twitter es una declaración de intenciones: “Escritora. Colombiana. Activista. Estudiante. Futura POTUS (President of the United States)”.
La salvadora de la gran barrera de coralCuando Jean Hinchliffe se enteró de que las protestas que Greta Thunberg lideraba al otro lado del planeta estaban llegando a su país, se presentó voluntaria para organizar la movilización en Sidney. Cinco meses después, su agenda echa humo: va al instituto, participa en reuniones on line con otros activistas de todo el mundo y es la líder del movimiento en el continente austral. Curtida en el activismo desde los 13 años y sensibilizada por el deterioro de la gran barrera de coral y la acelerada pérdida de los glaciares, Hinchliffe lidera las protestas que reclaman que toda la energía del país sea renovable para el año 2030. “A mi edad no tendría que ocuparme de esto, pero no podía quedarme sin hacer nada. Somos los que más nos movilizamos porque somos los que no podemos votar. Es la única forma que tenemos de hacernos escuchar”, explica la australiana. De momento, su cruzada ha conseguido incomodar al poder político. En noviembre de 2018, el primer ministro australiano, Scott Morrison, censuró públicamente las huelgas juveniles: “No queremos que los colegios se conviertan en pequeños parlamentos. Queremos más educación y menos activismo”. Cuatro días después de aquellas palabras, miles de estudiantes, con Jean a la cabeza, le contestaban llenando, una vez más, las calles de Australia.