La abogada y activista Nasrin Sotoudeh /
Se llama Nasrin Sotoudeh y es la mujer que desafía a la teocracia iraní con su defensa de los derechos de las mujeres , y su lucha en contra de la legislación sobre el uso forzoso del hiyab. El delito por el que la acusan: “actuar contra la seguridad nacional”. Su condena: 38 años de cárcel y 148 latigazos.
El historial delictivo -por llamarlo de algún modo- de esta abogada y activista iraní comienza en 2010, cuando es detenida bajo los cargos de “propaganda contra el estado” y “reunión y confabulación con el fin de atentar contra la seguridad nacional”. Le cayeron 11 años de condena y 20 de inhabilitación profesional. Tras 3 años en prisión fue liberada gracias a la presión ejercida por diversas organizaciones de defensa de los derechos humanos y figuras públicas como la premio Nobel Shirín Evadí. Pero durante estos años confinada, sólo mantuvo la boca cerrada en lo concerniente a la alimentación. La activista protagonizó varias huelgas de hambre para protestar por la incomunicación a la que la tenían sometida y la imposibilidad de ver a sus hijos. Sus carceleros le ofrecieron en un momento dado que renunciara a su activismo y que se convirtiese en topo para informar sobre sus compañeros abogados a cambio de libertad y tampoco soltó palabra.
Tras salir de prisión su dedicación a víctimas de la violencia machista se amplía a periodistas críticos con el régimen y opositores políticos como Heshmat Tabarzadi, en especial a partir de 2009, cuando pocos abogados se atrevían a hacerlo.
En junio de 2018 volvió a ser detenida, acusada de espionaje, difusión de propaganda y desacato al líder Supremo de Irán, Alí Jamenel. Sotudé fue juzgada en rebeldía el 30 de diciembre de 2018 tras negarse a comparecer ante el tribunal porque se le negó el derecho a elegir a su abogado. El 6 de marzo de 2019 fue condenada in absentia, acusada de ser miembro de una organización de derechos humanos y de avivar la corrupción y la prostitución. Su familia informó el pasado 12 de marzo la condena de 38 años de cárcel y 148 latigazos que le había sido impuesta, por varios delitos relacionados con la seguridad nacional. Amnistía Internacional ha condenado su sentencia y declarado que los motivos de haber sido condenada incluyen apoyo a las mujeres que se oponen al uso obligado del hiyab.
A pesar de ser un país en el que una mujer puede llevar una vida normal en el contexto del hogar, Irán es un país en el que las mujeres y niñas no pueden salir a la calle si no llevan el cabello cubierto o si no cubren sus brazos y piernas con ropa holgada. La separación de sexos es obligada en medios de transporte, playas, piscinas y otros lugares públicos. En términos de herencia también el género femenino se ve perjudicado pues la ley establece que los descendientes varones tienen derecho al doble de bienes que sus correlativos femeninos.
En el hogar, el hombre es el jefe de familia con derecho a someter a las prohibiciones que considere oportunas a su mujer. La ley del Talión, el conocido “ojo por ojo, diente por diente” que se aplica en esta república islámica, establece también desigualdades entre mujer y hombre, esto significa, por ejemplo, que, en el caso de un asesinato a una mujer en manos de un hombre, la familia de la víctima habría de resarcir económicamente a la del criminal porque se presupone que la vida de él tiene más valor que la de ella.
El desequilibrio hombre-mujer que se respira en las zonas rurales en comparación con la capital es completamente diferente. En las calles de Teherán, todas las normas del régimen, ya de por sí ridículas, se perciben incluso inútiles, porque existe una pulsión continua por parte de los agentes sociales, en pugna contra estas imposiciones. Así por ejemplo existe un culto extremo a la belleza corporal en todo aquello que se deja ver: maquillajes en los que el rojo carmín es el protagonista, cejas meticulosamente depiladas, e incluso operaciones de cirugía estética -entre las que la rinoplastia es la más común- están a la orden del día y son de gran aceptación. El velo en las cabezas de las más jóvenes es testimonial, y a veces se ciñe a un pañuelo que tapa poco más del moño. La realidad es que los guardianes de la moral no darían abasto si aplicara la ley en su más estricta acepción.
En la actualidad Nasrin Sotoudeh se encuentra encarcelada en la prisión de Evin. Sotudé ha sido galardonada con diversos premios a su labor como el premio de derechos humanos de 2010 del Consejo General de la Abogacía Española, el PEN/Barbara Goldsmith a la libertad de escritura en 2011, o el Sakharov Prize en 2012.
Algún día Nelson Mandela dijo “Ser libre no es solamente desamarrarse las propias cadenas, sino vivir en una forma que respete y mejore la libertad de los demás”. Está claro que Nasrín lo sabe y por eso no va a parar hasta que consiga esa distinción.
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