actualidad

"Tu yo adolescente es la que te engendró", por Caitlin Moran

"Si niegas a tus héroes y desprecias tus canciones y te olvidas de tu historia, entonces le estás fallando a la única persona que ha creído en ti y se la ha jugado por ti desde el primer día. Es decir, tú misma".

Caitlin Morán. / MARK HARRISON

Caitlin Moran
Caitlin Moran

A veces lo dices al mirar atrás: "¿Cómo podía llevar ese pelo? ¡Y la ropa!"; "Pero, por Dios, qué tonta era"; "¡No tenía ni idea de la vida!"; "¡No volvería a ser esa ni aunque me pagaran!". Y es cierto: todas hemos sido (un poco más) tontas de jóvenes. Y si en dos décadas no te has dado la vuelta del revés a ti misma por lo menos un par de veces es que estás hecha de piedra. Pero te diré una cosa, ese rechazo visceral a la que fuiste no te hace bien.

Hace unas semanas, leí en el blog de una periodista -hoy madre en los 40- que en un arrebato de nostalgia había decidido comprarse el vinilo del Jagged little pill, de Alanis Morrissette. "Ni siquiera voy a darte explicaciones", le dijo tajante a su marido. Un marido que, obviamente, seguía atesorando los grandes clásicos de Fleetwood Mac, los Beach Boys o Miles Davis. Es decir, los discos "apropiados"; los discos guays.

La periodista estaba emocionalmente predispuesta a sentir vergüenza cuando le dio al play. Y aunque tuvo una revelación casi proustiana sobre todo lo que significó aquel álbum para sí misma cuando tenía 12 años -" Recordé el shock que significó para mí reconocerme en esta chica de pelo largo y desordenado, cuando Alanis era una tía rara, sucia, incontenible, como yo. Joder, sus canciones apelaban directamente a mi propia sensación de no estar ni cerca de dar la talla en nada"-, confiesa también que al final terminó admitiendo ante su marido lo malo que era el disco.

El artículo de la periodista ha tenido cerca de mil comentarios hasta la fecha, la mayoría de ellos sobre lo previsibles que son los tíos con colecciones de discos guays y su tendencia a sentirse superiores. Otros, directamente, le recomendaban a la periodista un divorcio exprés. Como sea, para mí, lo realmente flipante de esta historia es lo dispuestas que están las mujeres -porque por lo general les ocurre a las mujeres- a renunciar a su yo adolescente. O a actuar como si su versión primigenia fuera un motivo de vergüenza para su yo actual.

¿Te has sentido así? Pues piensa, por un minuto, en lo heroica que era esa personita que una vez fuiste. No importa la edad que tengas hoy: tu yo adolescente fue genial. Si eres una mujer mayor, seguro que tu yo adolescente creció en la posguerra, antes de que las adolescentes existieran siquiera como concepto. O tal vez tuvo que crecer en los 60, cuando los trastornos alimenticios no eran trastornos alimenticios, sino un cóctel de dietas draconianas, fuerza de voluntad y osteoporosis. O en los 70, cuando tu miniyo tuvo que absorber la segunda ola del feminismo, la Guerra Fría y la revolución sexual, todo al mismo tiempo. El caso es que, sea la época que sea en la que creció tu yo adolescente, tienes que estar segura de que fue una persona increíble. Una pequeña, atrevida y loca guerrera, abriéndose camino en el mundo adulto sin manual de instrucciones.

La mayoría de las adultas de hoy fueron adolescentes antes de internet, es decir, en un tiempo en el que había menos información. Puede, incluso, que tu yo adolescente no tuviese palabras para describir la ansiedad, el abuso psicológico, la anorexia, el acoso sexual, la masturbación... Todas esas cosas no solían tener nombre. Así que si no vivías cerca de alguien afín, podías perfectamente pasarte la vida sin hablar jamás de ellas. Y eras una persona solitaria. Cuando ser adolescente ya es algo bastante solitario.

Pero mira de lo que fuiste capaz. Encontraste tus propios héroes y tu música, tu culto y tus ídolos. Encontraste libros que te acompañaron como amigos y viste películas que te hicieron atisbar tu propio futuro. Mantuviste a salvo esa temprana versión de ti misma con energía y creatividad, y la encaminaste, titubeante, hacia la dirección que querías. Hiciste lo que pudiste. Y así has tripulado ese barco hasta llegar a aquí.

Y ¿sabes qué? El tiempo es extraño y hace que tu yo adolescente sea la madre de tu yo actual. Ella es la que te engendró; sí, esa niña solitaria encerrada en su habitación. Esa incómoda, rabiosa, noble, sensible, apasionada y buena chica te inventó a ti sin ayuda de nadie, entre cuatro paredes llenas de pósters, escuchando la misma canción una y otra vez. Así que disculparte por haber amado a Alanis es como disculparte por tener un pulgar, porque ese tipo de amores son simplemente la forma en que evolucionamos. Los circos de la cultura pop llegan a tu ciudad y de pronto suena una canción que hace arder tu corazón, ¿cómo no vas a seguirla el resto de tu vida? Así es como llegamos hasta aquí. Y si en un ataque de limpieza de temporada, tu yo de cuarenta y tantos tira a la basura todo lo que fue, quiero decir, si niegas a tus héroes y desprecias tus canciones y te olvidas de tu historia, entonces le estás fallando a la única persona que ha creído en ti y se la ha jugado por ti desde el primer día. Es decir, tú misma. Por favor, no lo hagas. Déjala escuchar esa canción y dale todo el amor del que eres capaz.

Más de Caitlin Morán...

- "La primavera es ginger rogers"

- El botín del vampiro creativo

- "Al habla con la Caitlin Moran de 75 años"

20 de enero-18 de febrero

Acuario

Con el Aire como elemento, los Acuario son independientes, graciosos, muy sociables e imaginativos, Ocultan un punto de excentricidad que no se ve a simple vista y, si te despistas, te verás inmerso en alguno des sus desafíos mentales. Pero su rebeldía y su impaciencia juega muchas veces en su contra. Ver más

¿Qué me deparan los astros?