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Subir fotos explícitas a internet es un síntoma de que la imagen se impone a la presencia real del cuerpo del otro y la masturbación prima sobre la comunicación. La intimidad desaparece y el menor, que quiere seducir a alguien, convierte su cuerpo en un producto de consumo. Pero, ¿qué buscan al enviar esas fotos?
Los chicos y las chicas suben a la red fotos provocativas porque así calman rápidamente la inquietud que sienten sobre cómo organizar su identidad sexual de adultos. Para el adolescente, es importante mostrar el cuerpo, aparecer ante la mirada de otro que le confirma o le rechaza, que alaba su cuerpo o lo ve aún infantil. Y busca miradas que no sean las de sus padres. Ya no quiere ser solo hijo; y las miradas de sus iguales se vuelven muy importantes, un espejo que le devuelve una afirmación narcisística de sí mismo.
La cultura aporta parámetros de cómo se es deseado por otro y de cómo es el cuerpo que se valora: más delgado, más musculoso, con más curvas... El adolescente que envía fotos de sus desnudos a sus amigos o a su pareja busca gustar, reafirmarse en lo que menos claro tiene.
En esta sociedad de consumo, la intimidad también se vende. Y a un adolescente en plena construcción de su identidad, eso solo puede perjudicarle. Es lo que el psicoanalista Jacques Lacan llama la "extimidad".
Consiste en emplear lo que se supone íntimo como una fórmula de exhibición, asociada aquí a las redes sociales
Quizá nos estamos quedando con una vida íntima cada vez más vacía. Se intuye un narcisismo exacerbado propio de sociedades que privilegian las apariencias.
Mientras la revolución hormonal se pone en marcha y aparece el deseo de salir de la familia, la tecnología les suministra el modo de encontrar una respuesta válida, un "me gusta" que calma la ansiedad. Tratan de ver con ese recurso si el mundo virtual les devuelve una imagen valiosa, que complazca a quien le mira. Quieren formar parte de un mundo que idealizan.
Vivimos en un universo de imágenes que promueven su consumo como la mejor manera de integrarse socialmente. Los adolescentes reproducen esto y envían su imagen en un movimiento desesperado por ser aceptados. Sienten que el mundo les excluye. La difícil salida a la edad adulta y el mundo laboral no les aporta la visión de un futuro tranquilizador. Pero los peligros que corren con esa práctica son importantes. Cuando la relación de amistad o de noviazgo se rompe, esas fotos pueden convertirse en una forma de acoso o de burla por parte de compañeros o de pedófilos.
Los padres pueden ayudar mucho a los adolescentes a protegerse. La gran mayoría de ellos se asombran, según la policía, porque no saben lo que sus hijos hacen con el móvil. Muchos tienen cuenta en Instagram o YouTube y, para lograr más seguidores o unos cuantos likes, se han grabado, solos o con amigos, desnudos en posturas eróticas.
No sabemos cómo influirá en la construcción de su identidad el uso de estos nuevos medios de comunicación, pero las imágenes pueden caer en manos de pedófilos. Si antes la intimidad estaba asociada a preservar un espacio propio, ahora las redes incitan a la llamada "extimidad", exhibir lo más privado.
La Unidad Central de Ciberdelincuencia ha identificado a 110 menores de 13 años que subían vídeos sexuales a las redes sociales.
A partir de los cinco años ya lo hacen solos, aprovechando momentos de intimidad en el baño o en su habitación. Bailan desnudos y suben vídeos que pueden acabar en páginas pornográficas.
Algunos adultos les piden imágenes, haciéndose pasar por adolescentes.
Los padres, en el 99% de los casos, ignoran lo que hacen sus hijos.
Los padres deben adoptar una posición de acompañamiento activo en el crecimiento de sus hijos y tener en cuenta lo que circula en internet. No conviene que se nieguen a ver los peligros a los que están expuestos. Deben hablar con sus hijos y hacerles entender hasta dónde puede llegar una imagen. Ellos no tienen experiencia y envían fotos a alguien que les gusta, e ignoran que esas imágenes pueden acabar circulando por la red. Los padres deben explicarles que internet no es controlable y que no les conviene exponer su intimidad.
Por su parte, los adultos saben que subir fotografías de sus bebés desnudos no es un acto inocente. Los bebés no son de su propiedad, aunque dependan totalmente de ellos. La exhibición de esas fotos los pone implícitamente a disposición de pedófilos. Como la policía avisa, andan a la caza y captura de imágenes de niños muy pequeños que les sirvan de objeto fetiche para sus prácticas sexuales.
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