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Amigos que hacen daño, por Isabel Menéndez

Si te sientes peor después de hablar con un amigo y desnudar tu fragilidad, pregúntate si con sus consejos intenta apoyar tus deseos o manipularte y realizar los suyos. ¿Te encuentras comprendida o sometida?

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Isabel Menéndez
Isabel Menéndez

En ocasiones, algún amigo preocupado por lo que te sucede, está pensando más en sí mismo que en tus necesidades. “No entiendo cómo dejas que se aproveché de ti. ¿Por qué estás con él?”, le dice Rafa a Silvia, que empieza a sentirse más inquieta de lo que estaba antes de empezar a hablar con él. Silvia se encuentra mal con su pareja y a veces tiene la idea de separarse, algo que resultaría complicado porque comparten dos hijos. Más tarde se pregunta si la idea del divorcio procedía de sí misma o de la insistencia de su amigo Rafa.

Se conocen desde la juventud. Durante su estapa como estudiantes, a Rafa le gustaba, pero cuando pensó en declararse, ella ya estaba enamorada de Sergio. Rafa siempre ha estado cerca de ella y lleva tiempo siendo un apoyo importante.

La razón por la que Silvia se siente incómoda con lo que le ha dicho su amigo es que Rafa está demasiado implicado en el tema. En realidad sigue enamorado de ella y ve en sus problemas matrimoniales una oportunidad para cumplir sus viejos deseos. Así que, cuando Rafa le pregunta por qué sigue con su marido, le gustaría terminar añadiendo “pudiendo estar conmigo”. Silvia se siente empujada por Rafa a romper, porque él persigue sus deseos y no puede escuchar los de ella, que consistirían en resolver la relación con Sergio, al que sigue queriendo. Los consejos de su amigo no persiguen el bienestar de Silvia, sino el suyo propio.

Rafa tiene con su hermano y con su padre una antigua rivalidad que no ha logrado resolver y que le empuja a competir con otro hombre por una mujer. En esta ocasión lo hace con Sergio. La amistad, como el amor, nace de misteriosas afinidades inconscientes. Nuestro yo busca a otro para escuchar y escucharse. Como toda realidad afectiva, la amistad tiene un lado oscuro que escapa a la razón y que se adentra en el incontrolable mundo de los sentimientos. Su origen está en la confluencia de varios deseos. Uno de ellos es el de abrirse al mundo y elegir un compañero que actúe de puente entre la familia de origen y la realidad exterior. Otro es querer ser como el otro, pues el amigo puede mostrar algunos rasgos con los que deseamos identificarnos.

Qué nos pasa:

  • Si el amigo o amiga es muy narcisista, ha podido descubrir que estamos necesitadas de su compañía y nos da consejos para sentirse más fuerte porque la fragilidad está de nuestro lado.

  • Dentro de la amistad también pueden aparecer celos inconscientes que promuevan a un amigo intentar alejarte de otro o censurar a tu pareja porque te quiera solo para él. Tras la amistad se puede esconder un amor que no ha sido reconocido.

  • Algunos amigos se pelean por ser el mejor y rivalizan con el otro repitiendo en este comportamiento la lucha fraterna que vivieron en la infancia.

Las nocivas dinámicas de poder

La educación sentimental que hayamos recibido en la infancia marcará las relaciones afectivas posteriores. Cuando en los modelos aprendidos existió un grado de rivalidad alta, ese vínculo tenderá a reproducirse en las relaciones amistosas con la intención inconsciente de resolver el antiguo conflicto.

En el caso de que las rivalidades infantiles se hayan elaborado de forma adecuada y la transmisión emocional haya sido saludable, se repetirán los modos de relación aprendidos para volver a disfrutar del intercambio sentimental con el otro.

Las relaciones de amistad saludables se edifican sobre un grado de libertad que debería evitar el establecimiento de dinámicas de poder o de sometimiento, nocivas para ambas partes. Entre los amigos circulan influencias de las que nadie debe aprovecharse para perseguir intereses personales en contra de lo que el otro desea. Ello denota un grado de narcisismo delator de conflictos no resueltos.

Qué podemos hacer

  • Si entendemos que tanto nuestros amigos como nosotras estamos influidos por afectos y movimientos inconscientes que no controlamos, aceptaremos mejor sus equivocaciones.

  • Revisar nuestra historia infantil, así como la relación con hermanos y hermanas puede orientarnos sobre lo que nos ocurre con los amigos.

  • Reflexionar sobre las bases de nuestra amistad. El intercambio que se produce siempre conlleva un interés para ambos. Uno se siente útil para el otro, que a su vez necesita ayuda. Tales posiciones tienen que ser alternas.

El psicólogo Theodor Reik decía que la amistad es una reacción a sentimientos de rivalidad originados por el conocimiento subconsciente de ciertas cualidades del amigo. Algunos de sus rasgos nos parecen atractivos, hasta el punto de querer disfrutar de ellos.

Es difícil hablar cara a cara de los malestares, las decepciones o los malentendidos que hay dentro de una amistad, pero no conviene que se oculten. Cuando se exponen claramente, la relación acaba saliendo fortalecida. Para llevarlo a cabo, ambas partes tienen que aceptar los errores mutuos. En caso contrario, la relación de amistad se irá debilitando con el tiempo o puede llegar a romperse.

Elegimos a los amigos de acuerdo a afinidades inconscientes relacionadas con los afectos vividos dentro de nuestra familia. Allí estuvieron nuestros primeros amigos o enemigos. Cuando dependemos de conflictos inconscientes, en los que la rivalidad con una hermana o hermano no se ha podido eliminar a tiempo, solemos sufrir más problemas con nuestras amistades.

Tales conflictos pueden deberse a que no reconozcamos nuestra rivalidad hacia algún amigo, pero también a que nos neguemos a ver los ataques que el amigo nos está haciendo. En ambos casos tememos el abandono de nuestras amistades y el de la caída de nuestra propia estima. La relación que mantenemos con nuestros amigos remite a la que mantenemos con nosotras mismas.

Se puede intentar, sin saberlo, que el amigo sea lo que no pudieron ser el hermano o la hermana: un buen compañero. Pero se corre el riesgo de no respetar las diferencias que este tenga cuando no se ajuste a lo que esperamos. Los buenos amigos se reconocen cuando después de hablar se sienten mejor, cuando no hay exigencias ni dominio del uno sobre el otro o, si aparecen, se puedan enfrentar y solucionar.

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