actualidad
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Por increíble que parezca, el siglo XXI aún no ha sabido hacer justicia con las mujeres del mar, un colectivo del que desconocemos mucho, empezando por su número. Las cifras oficiales hablan de 9.400 mujeres entre 60.000 profesionales del mar (un 16%), pero son muchísimas más las presentes en toda la cadena de producción, desde la rederas a las mariscadoras, conserveras, armadoras o biólogas. No existe hasta la fecha ningún estudio exhaustivo que refleje con precisión cuántas mujeres trabajan en el sector marítimo y en qué condiciones. La desconsideración a su trabajo es tal, que en muchas cofradías de pescadores se pasa por alto que son las mariscadoras a pie las que proporcionan los mayores ingresos. Su voz no se escucha ni en los despachos ni en las mesas de negociación ni en los órganos profesionales. Y como no se cuentan, no se ven y no se oyen, sus problemas no existen. O, mejor dicho, no existían.
En 2016 echó a andar Anmupesca, la Asociación Nacional de Mujeres de la Pesca, con la intención de reunir a asociaciones de armadoras, marineras, rederas, mariscadoras y científicas para reivindicar su lugar donde se legisla para el mar. Hoy suman más de 30 colectivos en seis comunidades autónomas: alrededor de 15.000 mujeres remando como una. Su triunfo más visible tuvo lugar justo antes de las elecciones: se desbloqueó la negociación para que las rederas puedan adelantar su edad de jubilación. Hablamos de 650 profesionales (solo son 90 hombres) que trabajan en unas condiciones durísimas: a la intemperie, con el peso de las redes húmedas sobre el cuerpo y muchas veces sin cuarto de baño al que acudir.
"Necesitamos unas mejores condiciones de trabajo para ellas porque, de otra manera, se perderá su profesión -confiesa Rita Míguez, mariscadora en Arcade, líder del asociacionismo de las mujeres del mar y motor de Anmupesca-. Por esa misma razón seguimos luchando por el reconocimiento de nuestras enfermedades profesionales (lumbalgias, picaduras de medusas, tendinitis...) y porque se destine presupuesto e innovación a nuestros oficios. Las mariscadoras trabajamos hoy como lo hacían nuestras abuelas hace décadas: todo a mano. Es inhumano. Necesitamos instrumentos más ligeros y mecanizar las labores de limpieza del mar que llevamos a cabo cada día. Urge ayuda para aliviar nuestra tarea o está claro que no habrá relevo generacional", dice.
Míguez empezó a mariscar hace 15 años gracias al ejemplo de su suegra, presidenta de las mariscadoras de Arcade, solo porque era un trabajo que podía conciliar con el cuidado de sus dos hijos. "Me enamoró desde el primer día estar al aire libre, ver cómo crece el producto, proteger el mar, mimarlo. Me decían que me espantaría cuando llegara el mal tiempo (empecé en primavera) pero me siguió pareciendo un oficio maravilloso. El momento en el que te viene una tromba de agua tremenda y escuchas el ruido de millones y millones de gotas cayendo sobre ti hay que vivirlo. Es una sensación que no se puede describir con palabras".
El amor por el mar de esta mujer dio buen fruto: sucedió a su suegra como presidenta de las mariscadoras y llegó a patrona mayor de la cofradía de Arcade, una posición a la que pocas veces acceden mujeres. Siempre sin dejar de mariscar. " Viví el esfuerzo que las mujeres de la generación de mi suegra hicieron para poder cotizar, así que les debemos seguir luchando -reconoce Míguez-. Necesitamos mejorar las condiciones de este oficio para que las mujeres que vengan lo amen como nosotras". La próxima batalla de Anmupesca es la revisión de todos los coeficientes reductores que se aplicarán a sus pensiones cuando se jubilen. "Las mariscadoras a pie hacemos un trabajo tan duro o más que el de los compañeros del marisquero a flote, pero nosotras tenemos de coeficiente reductor un 0,10 y ellos, un 0,15".
Miren Garmendia, secretaria general de la Federación de Cofradías de Bajura de Guipúzcoa, expresa preocupaciones parecidas: el relevo generacional, la actualización en la formación de los pescadores y los instrumentos de gestión de los oficios, el sostenimiento de las flotas y las capturas... Es una de las pocas mujeres que sí se sienta en las mesas de negociación europeas, regionales y nacionales para defender los intereses de un colectivo que tiene que luchar con uñas y dientes su participación en el negocio del mar: el de la pesca artesanal. Sobre el papel, legisladores comunitarios y autoridades españolas están de acuerdo en proteger la pesca más sostenible y respetuosa con el mar. En la práctica, son las grandes compañías de altura las que obtienen el grueso de las cuotas de pesca y pueden asumir la creciente burocratización que imponen los controles europeos. "Hace unos años no se nos pasaba por la cabeza que la flota de bajura pudiera tener cuotas y ese proceso está generando cambios a los que nos hemos tenido que adaptar -explica Garmendia-. Lógicamente, los poderes económicos y sus flotas de altura son los que más fuerza tienen, así que los pequeños tenemos que mantenernos unidos para negociar en Europa y en Madrid. Es la única manera de que los barcos continúen en la mar y nuevas generaciones tomen el relevo".
Tampoco había tradición de mar en la familia de Garmendia. "Somos de caserío, de Ordicia", dice. Aún así, lleva 30 años cuidando de la flota guipuzcoana, desde sus inicios en 1987 como administrativa, hasta su cargo actual de secretaria general.
"Me siento muy agradecida a los pescadores, porque han confiado en mí para pelear por sus intereses. Ellos me han transmitido su pasión por la mar y me han conquistado". Admite que la comunicación ha sido clave para lograr una flota cohesionada. "Ha sido lo más importante: entender que los pescadores están inmersos en su día a día y no puedes convocar reuniones en cualquier momento. Cuando logramos que nuestros pescadores se conocieran y hablaran entre ellos, comprendieron que las diferencias pesan menos que lo que les une y así se forjó nuestra unión".
Uno de los pilares de ese trabajo común es la obtención de la certificación MSC, el programa líder a nivel mundial en pesca sostenible, para tres de sus capturas: anchoa, bonito y sardina."Si las especies peligran también lo hace la actividad, de ahí que apostemos por la certificación. [Está ahora mismo en suspenso por un cambio en los indicadores científicos, pero se trabaja para recuperarla]. Cuidándolas a ellas cuidamos también el oficio, porque los pescadores tienen que trabajar en unas condiciones de rentabilidad y habitabilidad buenas. Pero nuestro gran reto es conseguir romper el alejamiento de la sociedad que desde siempre ha vivido este sector, de forma que los jóvenes nos conozcan y nos consideren una opción. Necesitamos que nos tengan en cuenta a la hora de valorar un posible futuro profesional. En el largo plazo tienen que estar ellos".
Málaga y Cádiz serán escenario del I Encuentro de los mares, un esfuerzo sin precedentes en nuestro país por reunir a una muestra multidisciplinar de profesionales vinculados con la ciencia, la gastronomía y el sector pesquero, organizado por la División de Gastronomía de Vocento. ¿El objetivo? Dar un golpe de timón a un industria que requiere un viraje hacia la sostenibilidad, a la vez que cuida de oficios que han pervivido durante generaciones de hombres y mujeres dedicados al mar. Del 16 al 19 de junio. www.encuentrodelosmares.com