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Entre nosotras: fotos, por Julia Navarro

"Una de las tardes que estaba firmando en Madrid asistí a la siguiente escena protagonizada por dos señoras. Una de ellas, con el teléfono en la mano, se puso a pocos centímetros de mi nariz para fotografiarme..."

Pero ¿QUÉ HACE la gente con las fotos? No dejo de preguntármelo, porque no bien pones el pie en la calle te encuentras, no ya con gente enfrascada en la pantalla del móvil, sino haciendo y haciéndose fotos. Y no me refiero solo a los turistas.

Si, me hago esta pregunta porque estos meses pasados, en los que he participado en varias ferias del libro en distintos lugares de España, me sorprendía ver cómo los visitantes de las ferias -les supongo a todos lectores de libros- se plantaban ante las casetas para fotografiar a los que estábamos allí para firmar nuestros libros.

Quizá porque en esta época del año ya estoy cansada, o puede que porque me irrite la mala educación, lo cierto es que en algunas ocasiones no he sido demasiado amable con algunos-as de estos fotógrafos espontáneos. Sobre todo en la Feria del Libro de Madrid.

Verán, yo no pongo ninguna objeción a hacerme fotos con mis lectores y mucho menos en las ferias, y aún mucho menos en la de Madrid. Me lo piden y acepto. Pero eso es una cosa y otra que, de repente, te encuentres con que alguien se planta a pocos centímetros de tu rostro y, sin encomendarse a nadie, empiece disparar su objetivo. Yo en esos momentos me siento casi agredida.

La mayoría de las veces me callo, pero ya digo que en está última Feria del Libro de Madrid, en ocasiones no me he mordido la lengua y he preguntado a quien me fotografiaba por qué no tenía a bien, al menos, preguntarme si me importaba que lo hiciera.

La mayor parte de los interpelados se ofendían. Supongo que les habré parecido antipática. Hay quién cree que, puesto que estás en un lugar público, tienen derecho a fotografiarte. Y a lo mejor es así, pero me parece a mí que deberían de dar un paso previo y es el de mostrarse educados. En ocasiones me he sentido como un mono en una jaula al que fotografían sin derecho a replica.

Pero es que, además, no sé para qué les sirve, en este caso, fotografiar a todos los escritores que se van encontrando. Una cosa es que pueda hacer ilusión fotografiarse con un escritor al que tienes como favorito y otra hacer fotos a todo el que se mueve. Es más, dudo que esos fotógrafos-as compulsivos y aficionados sepan realmente a quién sacan sus fotografías.

Una de las tardes que estaba firmando en Madrid asistí a la siguiente escena protagonizada por dos señoras. Una de ellas, con el teléfono en la mano, se puso a pocos centímetros de mi nariz para fotografiarme. La otra le pregunto: "¿Y está quién es?", refiriéndose a mí. Y la del móvil respondió: "Ni idea, pero si está aquí debe ser famosa". Me imagino que la mayoría de ese ejército de fotógrafos compulsivos son como esas dos señoras. Fotografían por si acaso.

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