Elena Meseger, a la izq., junto a Clara, Inma y Marga, que colaboran en su taller de cerámica. / olga moreno

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Slow life: las nuevas generaciones de artesanas que triunfan en las redes sociales

Dedican su tiempo a trabajar con las manos. Pintan, moldean, escogen telas con cuidado y delicadeza. Crean vajillas, manteles o sombreros a la medida de los gustos de sus clientes. Es una forma de trabajar lenta y apasionada, que rescata el amor por lo bien hecho y se da a conocer en las redes sociales.

Sus oficios están en peligro de extinción, pero forman parte de una nueva generación que s e ha ganado a sus clientes en las redes sociales. Sobre todo en Instagram, donde se ha dado un flechazo entre los nuevos artesanos y sus compradores, que han aprendido a apreciar el detallismo, lo hecho a medida y la exclusividad para vestir sus casas, sus mesas o sus muebles. Cuando Elena Meseguer piensa en el futuro de su taller de cerámica, lo primero que le viene a la cabeza es poder seguir trabajando con las manos. “No quiero ser solo la directora creativa de unas piezas que hacen otros”, explica. Este trabajo lento, cuidadoso, en contacto con la materia y abierto a la imaginación es el que reivindican Mercedes Parages, con sus manteles pintados; Paloma Eguilior y Matilde Lladó, creadoras de la marca de pantallas de lámpara Otherlamps; y Henar Iglesias, orgullosa heredera de una profesión, la de plumista. Con ellas hablamos de esta tradición renovada.

MERCEDES PARAGES. Pintora sobre tela:

Mercedes Parages en su estudio. / Olga Moreno

Mercedes Parages siempre ha pintado. Estudió Bellas Artes, exponía en galerías y pronto se hicieron conocidas sus series sobre la tauromaquia o los pájaros. Pero hizo un parón en su carrera para ser madre y decidió retomar su actividad cinco años después, pintando sobre porcelana. “Fue entonces cuando se me ocurrió aplicar la técnica al tejido: manteles, cortinas, zapatillas.”. El primer paso fue una exposición que resultó todo un éxito. Hoy su proyecto ha despegado y los pedidos se han multiplicado. Aves zancudas, mariposas, elefantes, juncos, flores van apareciendo sobre linos y algodones. “Para mí, la naturaleza tiene muchísima importancia, esto lo veo como una forma de acercar el campo a la ciudad y a nuestras casas”, explica.

Cada pieza es única, nunca repito los motivos".

En un rincón de su salón, extendido sobre una mesa, se ve un mantel de lino con sus dibujos. Un encargo de este tipo tarda 15 días en salir de sus manos y cuesta unos 400 €. Ahora tiene cuatro más en ejecución, tres en espera y cuatro citas pendientes con los clientes para decidir los motivos. También ha recibido propuestas de varias tiendas, pero Mercedes quiere seguir su ritmo, no perder el amor por el trabajo detallista que la acompaña, ocho horas cada día, hasta que termina cada proyecto.

Sus zapatillas son únicas y personalizadas para cada cliente. / d.r.

Empieza haciendo bocetos en retales y posteriormente delinea los contornos y aplica el color con pintura especial para textil. Cuando termina el dibujo, aplica calor con una plancha e impermeabiliza la tela para fijar la pintura. “Cada pieza es única, nunca repito motivos, ni colores”, dice.

Ahora está empezando a pintar entelados de pared y su próximo reto es hacerlo sobre seda. “La pintura es mi vida y poder vivir de ello me parece un sueño. Pero voy poco a poco, no tengo prisa, me encanta ir contracorriente en un mundo en el que prima el usar y tirar. Prefiero tocar la tela, sentir su caída, elegir colores…. Así soy feliz”. + Info: sedesbympr@gmail.com. Instagram: @sedes.mpr

HENAR IGLESIAS. Plumista:

Henar Iglesias. / Olga Moreno

La donostiarra Henar Iglesias estudió Matemáticas, pero creció en el taller de su madre, la plumista Charo Iglesias, una institución del arte de la sombrerería en España. “Cuando tenía ocho años se cerró la última tienda que vendía apliques de plumas en Madrid. Recuerdo haber ido con mi madre a la liquidación y es algo que se me quedó grabado”.

Me inspiro en una técnica precolombina".

Así, en un tiempo en el que el oficio empezaba a decaer, Henar decidió dedicarse a las plumas. “La caja de apliques de plumas que había en el taller era para mí como la caja de los tesoros”, cuenta. Trabajaba aplicando las plumas al tocado y, con el tiempo, a la indumentaria. Hace dos años empezó por su cuenta a crear apliques de sombrero, unas pajaritas de plumas que son sus best sellers y pequeñas esculturas y bajorrelieves. La pieza más cara que ha vendido ha costado 1.300 €. “Las plumas son caras, conllevan un trabajo de selección muy cuidadoso”, dice.

Recientemente ha quedado finalista del III Craft Prize de Loewe, un concurso internacional que premia la innovación en la artesanía contemporánea. Confübius, la pieza que presentó, estaba elaborada con técnicas tradicionales precolombinas, que utilizan la cera sobre papel para fijar las plumas. Solo el trabajo de pegar cada pluma le llevó 150 horas. “Los amantecas [los especialistas de la cultura azteca] llegaron a tener tanta habilidad que sabían qué darle de comer al ave para que su plumaje cambiara de color en función de las necesidades del artista”. La labor de la que Henar está más orgullosa es la técnica de mosaico que ha desarrollado. “Consiste en que no se distinga la pluma en la composición. Estoy en contacto con un amanteca de México que me confirmó que había logrado dominar esa habilidad”.

Henar trata delicadamente cada una de las plumas que formará parte de sus obras, como este tocado. / d.r.

¿Y cómo consigue la materia prima? “Puede ser de gallinas ponedoras o de pájaros que mueren en el bosque y me los traen –explica–. Vivo en un pueblo y todos los vecinos saben que me dedico a esto. Luego está el comercio de plumas para indumentaria, que viene fundamentalmente de Asia. Pero la clave es no matar pájaros para esto. Mi sueño es tener una granja de aves”. + Info: www.henariglesias.com

PALOMA EGUILIOR Y MATILDE LLADÓ. Creadoras de lámparas:

Matilde y Paloma, junto a algunas de sus pantallas forradas con diversos tejidos. / Olga Moreno

Matilde Lladó tuvo un negocio de catering durante 15 años y Paloma Eguilior trabajaba en el sector financiero. A las dos siempre les había encantado trabajar con las manos: Paloma pintaba vajillas y Matilde elaboraba unas sofisticadas esculturas-rosetón con diversos materiales. La idea de Otherlamps surgió en una clase de restauración a la que iban juntas. “Hacíamos cosas para nuestra casa –explica Paloma–. Arreglábamos muebles, reciclábamos... y un día llegó Matilde desesperada porque estaba buscando pantallas y no encontraba nada que le gustara, todo le parecía carísimo y feo”. Matilde tenía una tela que le encantaba y así empezó todo: forrando las estructuras de lámparas que encontraban con tejidos que les gustaban.

Nos encanta mezclar tejidos y formas".

Comenzaron a lloverles los encargos. Desde entonces han pasado cuatro años en los que Otherlamps ha enamorado con sus combinaciones de color y sus formas insólitas. Su lanzamiento se lo deben a Instagram –11.000 seguidores–, donde es posible ver todos los modelos. “El 99% de la gente nos localiza por la red social –explica Matilde, que se ocupa de hacer las fotos y subirlas a su cuenta–. Las redes están ayudando mucho a lo artesanal”. Instagram les ha traído clientes de Dubai, de Argentina, de México. De su taller salen unas 80 pantallas al mes.

Al principio, Paloma y Matilde trabajaban en sus casas forrando los armazones. Pero los pedidos se fueron diversificando y empezaron a trabajar a medida, y ya con la colaboración de un taller para hacer frente a todos los encargos. Los precios van de los 10 € de un pequeño aplique a grandes estructuras de 2.000 €. Lo que más les gusta es diseñar armazones y combinar colores y tejidos, inventar contrastes insólitos de terciopelos, cintas, flecos, algodones de grandes estampados florales, linos naturales en colores violeta, turquesa, rosa empolvado, mostaza, rojo... “Nos encanta rebuscar y comprar muchos retales para no encarecer excesivamente el precio”, dice Matilde. “Es maravilloso ver cómo unas pantallas pueden cambiar el estilo de un salón sin gastar mucho dinero” agrega Paloma. Para ambas, el contacto con los clientes ha de ser totalmente personal. + Info: www.otherlamps.webnode.es.

ELENA MESEGUER. Ceramista:

Acaba de tener a su segunda hija y Elena, que trabajaba en marketing, se ha tomado la baja maternal, aunque le cuesta estar alejada de su taller, de donde salen las exquisitas piezas de Bonjour, su firma de cerámica artesanal. Empezó con un curso intensivo de verano, en 2014. Hasta entonces no había hecho nada relacionado con el barro. “Lo hice por pura curiosidad, durante las tardes de jornada intensiva, porque siempre he sido muy de manualidades”, explica. Pero empezaron a llegar los encargos de amigos y familiares. “Y trabajaba en casa, por lo que tenía que aquilar un horno”, cuenta. Poco a poco, la demanda creció y llegó un momento en el que se vio compaginando una doble vida. En abril de 2016 dejó su trabajo, en octubre inauguraba su tienda on line y hace un año y medio abría su taller en el centro de Madrid.

Elena, a la izq., junto a Clara, Inma y Marga, que colaboran en su taller. / Olga Moreno

La gente hoy busca singularidad".

Vajillas –sus best sellers–, tazas y platos para niños con pequeñas orejas de animales y comederos para mascotas salen de su horno, ahora sí propio, con un estilo etéreo y elegante que la ha convertido en un punto de referencia en Instagram, con más de 36.000 seguidores. Su sello: perfiles irregulares, filos dorados, colores pastel, esmaltes brillantes, lunares, personalización de las piezas con el monograma del cliente… Los precios, a partir de 40 €. Las vajillas de seis servicios llegan a los 600 €. Las piezas de encargo tardan en estar listas de 30 a 40 días.

“Lo que me gusta de la cerámica es que es un material que siempre puedes amoldar a lo que tu quieres “, cuenta. En el taller, junto a Elena, están diariamente Clara, Marga, que ayuda con la cerámica, e Inma, que se ocupa de la gestión de la web y de las redes sociales.

“Creo que el resurgir de la cerámica se debe a que la gente busca la singularidad”, reflexiona Elena. ¿Y se puede vivir siendo artesana? “Sí, es muy duro, supone mucho trabajo y mucha dedicación –responde. “Eso sí, tener un negocio propio es muy sacrificado teniendo niños pequeños. Pero pretendo que evolucione y crezca. Hacer esculturas, lámparas, colaboraciones, series limitadas… sin perder el trato personalizado”. + Info: www.somosbonjour.es.