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Así son las niñeras de lujo

Ganan sueldos de ejecutivo y viajan por todo el mundo. En ocasiones, a bordo de un jet privado. Las "niñeras aventureras" se han convertido en un pequeño fenómeno en Estados Unidos, pero también en una nueva (y respetada) carrera profesional. Te las presentamos.

María Teresa Turrión, niñera española de los hijos de los duques de Cambridge junto a la familia real británica. / d.r.

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"No me había subido a un avión desde que tenía 13 años. Y en el último año y medio, he hecho más de 50 viajes. ¿Mi experiencia favorita? Visitar las Highlands, en Escocia. Fue un sueño hecho realidad", explica Ashley Wainwright. No es azafata de vuelo ni mochilera ni ejecutiva de alto rango. Wainwright, de 30 años, trabaja desde hace tres años como niñera. Pero es lo que se conoce como una adventure nanny (niñera aventurera). En Estados Unidos, esta modalidad se ha convertido en un auténtico fenómeno; pero también en una carrera profesional con muchísima proyección y salarios competitivos.

Clientes de élite

Adventure Nannies, una empresa que nació en 2012 y que ya tiene más de 900 niñeras y 700 familias en su base de datos, se ha convertido en la referencia del sector. Su fundadora, Brandy Schultz, trabajó durante años como niñera. Instructora de kayak, con formación en primeros auxilios y de carácter intrépido, la contrataban para acompañar a familias con niños en viajes a la estepa helada canadiense, al sur de Francia o a festivales en el desierto como el Burning Man. Era una forma original de pagar sus facturas y tuvo tanto éxito que empezó a recomendar a sus amigas. Y aquel trabajo se convirtió en una idea de negocio.

"Nuestros clientes necesitan algo más que un servicio básico. Son músicos, actores, ejecutivos de Silicon Valley, atletas profesionales... Pero también familias que quieren irse de año sabático y necesitan ayuda con los niños", explica Shenandoah Davis, CEO de Adventure Nannies desde que Schultz se desvinculó de la gestión de la empresa para viajar con el grupo de su pareja (Wesley Schultz, cantante del grupo indie Lumineers). Eso abarca desde multimillonarios hasta nómadas digitales, un perfil cada vez más común. "Hay quien, por ejemplo, está creando un negocio, ve que puede dirigirlo desde cualquier parte del mundo y decide aprovechar para viajar con sus hijos".

Obviamente, tener una gran disponibilidad es un requisito fundamental para ocupar el puesto; pero no el único. "Buscamos, sobre todo, gente positiva, con la que sea fácil comunicarse -explica Davis-. Deben tener experiencia cuidando niños y les tiene que gustar su trabajo, pero también queremos que tengan otras pasiones, intereses y alguna habilidad especial, aunque en principio pueda parecer irrelevante para este trabajo".

"Viajamos constantemente y conocemos a todo tipo de gente. Me encanta la familia para la que trabajo", dice Cristina Hernández, una de las niñeras de Adventure Nannies. Especialista en educación especial y con un máster en educación infantil, llevaba 12 años trabajando en colegios públicos y privados de Estados Unidos. Toca el clarinete, el saxofón y el ukelele, prepara menús paleo y habla español e inglés. El secreto, dice, consiste en conectar desde el principio. "Es esencial encajar bien con la familia, porque para mí este trabajo consiste, esencialmente, en coeducar a sus hijos. Si no compartes unos valores básicos, no funciona".

Kris Jenner pasea con sus nietos (y sus dos nannies). / d.r.

Requisitos imprescindibles

Hay quien aprovecha esta profesión para reinventarse: artistas visuales, atletas, chefs... " No importan la edad, el género o la formación académica. Una de nuestras nannies favoritas es una abuela retirada, ahora ilustradora infantil y submarinista. Las chicas recién salidas de la universidad que no saben qué hacer con su vida no suelen funcionar", dice Davis. El salario anual de una adventure nanny oscila entre los 60.000 y 90.000 dólares, aunque se pueden llegar a cobrar 140.000.

Pero primero hay que pasar el proceso de selección. Y no es fácil: el año pasado recibieron 1.200 currículos. Después de superar varias entrevistas y de que la empresa investigue su actividad on line, empiezan los encuentros con las familias. A veces, hay flechazo; otras, el proceso es más largo. "Si nunca han tenido niñera, suelen necesitar entrevistar a varias personas para entender lo que necesitan. O darse cuenta, por ejemplo, de que quizá no necesitan a alguien con un máster, sino que sepa hacer macarrones", dice Davis. También reciben peticiones exigentes o excéntricas. "Que sea vegana y profesora de Montessori o que hable japonés y toque el piano. Es un reto divertido encontrar un perfil tan específico", reconoce. Todas las familias exigen un contrato de confidencialidad. Aparte de blindar su intimidad, es una medida de seguridad para evitar, por ejemplo, que una foto inocente subida a Instagram permita geolocalizar a la familia o a los niños.

En España, este tipo de trabajos no son tan comunes. "Hay familias que piden una niñera para que viaje con ellos en verano, o que tienen dos residencias y necesitan esa flexibilidad", explica Ariadne Lang, directora de House & Kids, una agencia de selección de niñeras de Madrid. De vez en cuando, alguien -por lo general, desde EE.UU.- pide una dispuesta a viajar constantemente. "No suele funcionar. Para nosotros es fundamental la seguridad jurídica de las chicas. Por ejemplo, ¿dónde cotizan si están todo el día en un avión? Es nuestra responsabilidad; no solemos aceptar ese tipo de clientes". Lang, sin embargo, admite el atractivo de estos trabajos. "Tienes 20 años, te pagan un dineral y vas a viajar por el mundo... ¿Quién no querría esa experiencia?".

¿Privilegio o trampa?

Pero no es oro todo lo que reluce. En 2017, el anuncio de una familia británica en el portal Childcare ocupó los titulares de la prensa inglesa. La oferta era imbatible: 110.000 euros anuales por cuidar a los cuatro hijos de un matrimonio y vivir entre sus residencias de Londres, Barbados, Ciudad del Cabo y Atlanta. La elegida conduciría un Porsche, un Range Rover y un Maserati, y comería menús elaborados por un chef con estrella Michelin. Pero también debía tener una licenciatura en Psicología Infantil, 15 años de experiencia y trabajar 13 horas diarias seis días a la semana. Por supuesto, con un estricto contrato de confidencialidad.

Los requisitos recordaban a los que en 2011 Gwyneth Paltrow exigió a las candidatas para cuidar a sus hijos, que se filtraron a la prensa. La actriz buscaba alguien con educación clásica en griego o latín, que dominara al menos tres idiomas (preferiblemente japonés o mandarín), tocara dos instrumentos y fuera una apasionada del tenis y de la Historia del Arte. También debía saber artes marciales. El salario: 70.000 euros al año.

A raíz de aquello, el diario The Telegraph publicó un reportaje que destapaba la letra pequeña de estos contratos. "No volvería a trabajar para los superricos por todo el dinero del mundo", decía una niñera. Los niños para los que iba a trabajar tenían entrenador personal, terapeuta, una persona que les enseñaba a dejar el pañal... Pero ella tendría que dormir en un camastro y con barrotes en las ventanas. Otra contaba cómo sus jefes multimillonarios la obligaban a viajar en turista mientras se ocupaba de los niños, que lo hacían en business. Y la regañaban si encendía la calefacción de su habitación. "Durante mucho tiempo, el de niñera ha sido un trabajo poco respetado socialmente", reconoce Shenandoah Davis. "Pero hay gente muy apasionada y preparada que quiere convertirlo en su carrera. Y para eso, las condiciones deben ser las que esperarías de cualquier empresa: seguro médico, buen salario... Pero más importante para nuestras niñeras, incluso por encima del dinero, es encajar con la personalidad de las familias. Para atraer a las mejores candidatas, las familias tienen que hacer que sea un puesto atractivo".

El trabajo de niñera ha cambiado tanto como las expectativas de quienes las buscan. "Hace 30 años, era suficiente con que se encargara de que los hijos no se hicieran daño y no incendiaran la casa. Ahora buscan otra cosa. Está muy bien que alguien les vigile, pero ¿no sería genial si también se los llevara de excursión al campo o a visitar un museo o les enseñara a programar?", se pregunta Davis.

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