En el comienzo de su juventud, nuestros hijos tienen que tomar una decisión que marcará su vida. Cuando acaban el Bachillerato aparece la pregunta: "¿Qué estudio?". Muchos padres dudan acerca de cómo ayudarles en este momento. Se preguntan si es conveniente intervenir o mantenerse al margen de su decisión.
En realidad, los padres siempre influyen en sus elecciones profesionales. Estimulan aprendizajes y posibilitan vivencias proporcionando modelos de identificación. Lo que no se sabe es cómo se combinarán en cada uno de los hijos todas estas complejidades psíquicas que les harán identificarse con una vocación u otra. Por ejemplo, si en una familia la música ocupa un lugar importante, quizá alguno de los hijos la adopte como un modo de vida; otro la integre como algo complementario en su profesión y otro se limite a disfrutarla. Los procesos de identificación que nuestros hijos han realizado durante toda su vida, y que constituyen su identidad, pesan de manera determinante en su elección. Para ayudarles a acertar en su elección hay que tener en cuenta sus características personales. Conviene animarlos a preguntarse qué es lo que más les gusta hacer. De este modo se imaginarán a sí mismos realizando esa tarea y se proyectarán en su futuro de acuerdo con sus deseos.
Después, deben investigar las opciones. Es conveniente que hablen con un profesional que se dedica a lo que ellos quieren, así dispondrán de datos que se ajusten a la realidad.
Es un error valorar únicamente las salidas laborales de lo que desean estudiar y no apoyar su elección. Eso solo puede crearles inseguridad. Con esa actitud no se respetan sus características personales.
Tampoco podemos tratarlos como iguales a nosotros porque les vemos mayores y no queremos influirles. Siempre les vamos a influir, pero si negamos que aún nos necesitan, les dejamos solos en un momento importante de su vida.
Lucía pensaba estudiar Medicina, como siempre había querido, aunque no sabía si conseguiría la nota media necesaria. Su tío José era internista y había hablado con él en muchas ocasiones del asunto. Sus padres la apoyaban y la tranquilizaban para que acudiera a la Selectividad segura de sí misma. En alguna ocasión había oído que los médicos estaban mal pagados, pero le daba igual: nadie le iba a hacer cambiar de opinión.
A su gran amiga del colegio, Raquel, no le pasaba lo mismo. Ella se encontraba un poco triste porque lo que más le gustaba era pintar. Aunque tomaron diferentes opciones en el Bachillerato, siempre estaban juntas. Raquel estaba hecha un mar de dudas. Su madre le decía que le gustaban cosas con las que no se podía ganar bien la vida. Su padre, en cambio, la animaba a escoger lo que más le gustaba. Pocos días antes de finalizar el plazo para matricularse, decidió hacer Historia del Arte y acudir a un taller de pintura por la tarde. A ella le hubiera gustado estudiar Bellas Artes, pero no quería decepcionar a su madre, que valoraba la independencia económica en una mujer.
Así que Raquel acaba no eligiendo exactamente lo que desea, pero sí algo muy cercano. Piensa que podrá dar clases y ganarse la vida. En el taller, por otra parte, desarrollará su lado artístico, que es lo que prefiere. Lo que necesitan nuestros hijos es permitirse (y que les permitamos) la experiencia de dirigir sus pasos hacia los estudios cuyos objetivos coincidan verdaderamente con sus intereses y personalidad.
Mantenernos cerca de ellos, acompañando y escuchando. Si ocupamos un lugar de autoridad, podrán pedirnos ayuda.
También se les ayuda participando con ellos en la búsqueda de programas, charlas, etc. Si aceptan o solicitan este acompañamiento. Cuando no lo pidan, podemos ofrecerlo.
Si respetamos sus decisiones y nos sienten a su lado, el mensaje que reciben es que los queremos tal y como son. Esto les hará sentirse más fuertes.
Lo que necesita un joven en el momento de decidir a qué va a dedicarse en la vida adulta es q ue le ayuden a conocerse y reconocer sus deseos. Necesita acceder a esa síntesis de identificaciones que él ha hecho durante su infancia y adolescencia, y que constituye su identidad. Es decir, descubrir cómo es, cómo piensa, cuáles son sus verdaderos intereses, potencialidades y recursos. Qué es lo que le gustaría hacer. En esta tarea de reconocimiento, los padres pueden aportar anécdotas y recuerdos, y ayudar a reconocer el estilo personal que tenían siendo niños, enriqueciendo la percepción que ya tienen de sí mismos.
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