Para cierto sector de la población inglesa -que puede describirse como "nostálgicos del rock de mediana edad que ven documentales de Bob Dylan en Netflix compulsivamente"- el pasado mes de mayo fue como una patada en los huevos culturales. Para empezar, Morrisey -sí, el icónico cantante de los Smiths-, apareció en la tele con un pin de For Britain. Y For Britain es un partido nacionalista de ultraderecha e islamófobo.
Poco después, Roy Wood, de Wizzard, una histórica banda de glam rock, anunció que se había convertido en miembro de pleno derecho del partido del Brexit. "Soy lo suficientemente mayor como para acordarme de cómo nos unimos a Europa. Simplemente no nos consultaron. Y tengo que decir que me sentí engañado".
A algunos les parecerá poca cosa, pero estos dos eventos abren una herida en aquellos que crecimos creyendo que el pop y el rock eran naturalmente revolucionarios e inclusivos. Porque, ¿qué puedes hacer cuando hasta a tus propios héroes se les va la olla? ¿Cómo puede ser que gente que alguna vez llevó esos peinados tan raros y ostentaba una actitud irreverente y desafiante se haya vuelto tan pro Brexit? Es un hecho. Está claro que lo peor de la espiral de inestabilidad política que sufre Occidente es que los viejos fans tienen que reescribir, desde cero, las listas de "discos que se llevarían a una isla desierta".
Dado que los antiguos héroes del pop parecen estar volviéndose locos, los que fuimos sus fans nos preparamos para un periodo de profunda decepción emocional. Después de todo, era gente que en los 80 se podía comprar una mansión del siglo XVI por 50.000 euros sin haber tenido nunca un trabajo de verdad, así que tal vez entonces ya teníamos que haber sospechado algo.
Pero estamos en el siglo XXI, así que tu primer acto oficial como fan viejuno tendrá que consistir en escribir un largo y triste post en Facebook para distanciarte de tus viejos ídolos. ¿El título? "¡Oh, no!" o "Nunca pensé que defender a [insertar nombre de tu héroe caído de turno] iba a ser algo tan difícil". Esto te permitirá reafirmar tu propios e inmutables valores (y poner en alerta a otros fans que aún no se hayan enterado de las "terribles noticias"). Porque, todos lo sabemos, al fin y al cabo, una pena entre dos es menos atroz.
Créeme, podemos encontrar reacciones de todo tipo, desde el que reniega de los pu nkis reconvertidos en señores del dinero ("¡Mierda, tengo que borrar toda la banda sonora de mi adolescencia!"), al que tiene un tatuaje de Roy Wood en la pierna ("¡Estoy devastado! ¡Me lo estoy arrancando con un cuchillo para mantequilla mientras escribo este post!") o a quien bautizó a su hijo como Morrissey ("¡No puedo entender cómo llamar a mis hijos con nombres de famosos me ha salido tan mal! Mis otros hijos, Khaleesi y los gemelos Milli y Vanilli, me odian".)
En fin, una vez hayas reafirmado públicamente tus valores, deberías embarcarte en un proyecto a más largo plazo y plantearte si además de lloriquear vas a hacer algo real sobre el asunto. Ya sabes, pasar a la acción, como boicotear los discos de tu antiguo dios ahora que por fin ha revelado su catadura moral. Cualquiera pensaría que esta es una decisión sencilla. Sin embargo, como nos mostró el aumento en las ventas de los discos de Michael Jackson tras el documental Leaving Neverland [que destapaba su pederastia], la brújula moral de la humanidad no es fiable cuando se la expone a la promesa de las dos cosas más tentadoras del mundo: el sexo y los temazos.
Por cierto, dependiendo del nivel del catálogo de tu hoy mancillado ídolo, tal vez te veas obligado a practicar un pequeño puzle semántico que siga las etapas del duelo. Negación: "Morrisey no era nacionalista cuando estaba con los Smiths, entonces supongo que está bien escuchar sus discos de esa etapa, que además son los mejores". Negociación: "Hoy no pondría ese tema de Wizzard en mi reproductor, pero si lo ponen en la radio..., qué voy a hacer". Depresión: "¿ Ian Curtis de Joy Division votaba a a Thatcher? Joder, mi colección de discos realmente se está yendo a la mierda". Y finalmente, aceptación: "Bueno, siendo sinceros, Jerry Lee Lewis se casó con su prima de 13 años, John Lennon fue un maltratador y Johnny Cash le disparó a un hombre en Reno, solo para ver cómo moría. O eso dicen. Así que ¡venga ya, no importa el creador, sino la obra!".
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