El reciente documental sobre el caso Alcàsser (Netflix) ha dejado abiertas muchas interrogantes -por ejemplo, la desaparición de Antonio Anglés o la supuesta trama que habría implicado a poderosos en el asesinato-, pero ha permitido, además, entender que existe otra conspiración: la del mensaje aleccionador contra la libertad femenina, cuando el relato de los hechos carga la culpa de lo sucedido sobre las mujeres. Datos como la forma en que iban vestidas o que fueran guapas se manejaron como relevantes en los informativos y siguen apareciendo hoy.
Nerea Barjola, politóloga y escritora, sostiene en su libro Microfísica sexista del poder: el caso de Alcàsser y la construcción del terror sexual (Virus Ed.), que este caso fue, en ese sentido, un aviso: "Pórtate bien, que te puede pasar esto". En la violación la mujer queda reducida a un objeto que carece de deseo. Sería culpable si se atreve a ser un sujeto deseante así que se la reduce a convertirse en cosa.
Según Barjola, el crimen de Alcàsser, pero sobre todo su forma de relatarlo, trató de minar lo que las mujeres estaban consiguiendo. "Se busca una vuelta al espacio privado -sostuvo-, al hogar como un espacio seguro donde van a estar cuidadas por el padre o por el marido". Y es que tras la aparición de los cuerpos de las tres adolescentes, los padres iban a buscar a sus hijas a la salida de las discotecas. Las jóvenes dejaron de hacer autostop y los chicos tenían que acompañarlas a casa si llegaban tarde.
Hace falta un sistema educativo que enseñe desde muy pronto el respeto al otro. El bullying es el primer signo de alarma de lo que luego será el machismo.
El relato sobre las agresiones sexuales se hace desde un inconsciente colectivo que culpa a la mujer.
¿Qué pasaría si el violador supiera que lo hace porque se siente impotente hacia ella? ¿Se sentiría avergonzado? ¿Qué pasaría si la mujer dejara de ver al violador como un hombre poderoso y comprendiera que es él quien le tiene miedo? ¿Sentiría menos temor?
El relato social del caso constituyó (o intentó constituir) un torpedo en la línea de flotación de los derechos de las mujeres, a las que se intentó amedrentar con el tipo de informaciones puestas en circulación. Conviene recordar que en 1997, cuando se hizo pública la sentencia contra Miguel Ricart, único al que juzgaron, la violencia de género no existía como tipo legal en nuestro sistema jurídico.
Hay mucho por hacer todavía, pero conviene también aprender de la historia para que no se repita. Y aunque se siguen cometiendo asesinatos y violaciones, en algo han cambiado las leyes y lo seguirán haciendo.
En las múltiples y con frecuencia morbosas informaciones que se dan sobre este tipo de crímenes, se suele hablar, y en ocasiones describir con detalle, de lo que han hecho los violadores y cómo, pero no se dice nunca por qué violan. El violador odia a la mujer porque le tiene miedo y goza tratándola como un objeto dominado, ya que no puede acercarse a ella como hombre. Trasgrede la ley e intenta demostrarse que tiene poder sobre ella. Un poder animal, que con frecuencia necesita espectadores para gozar en "manada" de aquello de lo que no puede disfrutar como ser humano. Goza exhibiendo frente a otros aquello de lo que duda internamente: su identidad masculina.
El documental de Netflix sobre el asesinato de Toñi, Miriam y Desirée muestra, por primera vez, algunas declaraciones del juicio.
Tras la aparición de los cadáveres, Antonio Anglés y Miguel Ricart fueron acusados del crimen. Anglés escapó y todavía no ha sido encontrado.
El padre de Miriam, junto con el investigador Juan Ignacio Blanco, sostuvieron que ambos actuaron por mandato de una banda compuesta por personajes públicos conocidos.
El terror provocado por delitos de carácter sexual en España no acabó con Alcàsser. Después vinieron los casos de Rocío Wanninkof, de 19 años, en 1999; el de Sonia Carabantes, de 17, en 2003; y los de Sandra Palo, Marta del Castillo, Diana Quer, Laura Luelmo...
Barjola plantea la violencia machista como un problema de Estado, señalando que desde la política, las leyes y la educación se podría hacer mucho más para construir una sociedad más justa, donde las mujeres y los hombres vivieran sus diferencias como una forma de enriquecimiento y no como algo insoportable.
Un sistema educativo que no erradica el bullying y una educación sexual perversa -dominada por la pornografía que algunos empiezan a ver siendo niños- atacan directamente a las mujeres.
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20 de enero-18 de febrero
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