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¿Es cruel la sociedad con las mujeres de 50?

Los 50 años son un momento dulce para la mujer en lo emocional e intelectual, pero el mercado laboral menosprecia su experiencia. "Viejas", invisibles, caducadas... ¿Se llevan ellas la peor parte del edaísmo?

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Beatriz García Manso
Beatriz García Manso

Michelle Obama cumplió 50 años siendo la primera dama de EE.UU., mientras el mundo entero tenía puestos los ojos en ella. Lo celebró bailando hasta el amanecer en una fiesta donde Beyoncé cantó para ella y lanzando una consigna de energía y optimismo al entrar en esa nueva etapa de la vida. "Nunca me he sentido más segura de mí misma, ni he tenido tan claro quién soy como mujer. A esta edad, el cielo es el límite", decía. Sin embargo, más allá de motivadoras frases hechas (la edad es solo un número, los 50 son los nuevos 30...) la realidad impone sus propios límites. Y arroja un mensaje mucho menos positivo para quienes sobrepasan esa edad, que tiene mucho de paso fronterizo hacia un lugar desconocido, un momento donde -especialmente en el caso de las mujeres- los prejuicios y los estereotipos pueden acabar imponiendo su ley.

El edadismo (del inglés ageism) es un término que fue acuñado por el psiquiatra neoyorquino Robert Butler para definir la discriminación que sufren las personas a causa de su edad. Según el Instituto Nacional de Estadística, cerca de un 30% de los mayores de 45 afirma haberlo sufrido. Es, en este momento, el tipo de discriminación más frecuente en las empresas y organizaciones españolas por encima de las de género, cultura o raza. "El edadismo se alimenta de tópicos que consideran que el envejecimiento supone un deterioro general de las capacidades tanto físicas como mentales de las personas, que aconsejan su retiro de la vida activa", explica Laura Rosillo, experta en recursos humanos que se dedica a sensibilizar a las empresas sobre el valor del talento sénior desde la plataforma Talento Cooldys de especialistas en age management (gestión de la edad).

Basta con ver los datos para darse cuenta del alcance de esta realidad. De los tres millones de parados que hay en nuestro país, un millón y medio son mayores de 45 años y tienen enormes dificultades para volver a encontrar trabajo. Y las cifras no tienen pinta de ir a mejor, sobre todo después de que muchas grandes empresas (Caixabank, Dia, Vodafone, Naturgy...), incluso habiendo anotado beneficios, hayan puesto en marcha una nueva oleada de expedientes de regulación de empleo (ERE), prejubilaciones, despidos y desvinculaciones voluntarias incentivadas que tienen como principal objetivo deshacerse de los más veteranos de las plantillas. La brecha tecnológica generacional en un mercado en acelerado proceso de digitalización es una de las explicaciones que ofrecen las empresas para justificar que los mayores sean siempre los primeros en salir por la puerta.

El 43% de los parados mayores de 55 lleva más de cuatro años en esa situación.

Otro argumento es el ajuste de plantilla para recortar al máximo el gasto salarial. "Es la primera medida de ahorro que suelen aplicar las empresas -afirma Rosillo-. Por supuesto, estas medidas afectan en primer lugar a los mayores de 50 ya que, hasta hace muy poco, se premiaba la antigüedad con trienios y bonificaciones, por lo que los salarios de los veteranos son más elevados que los de sus colegas recién incorporados. Eso supone que serán los primeros afectados en el caso de ERE o despido".

Todo ello los convierte en el grupo más vulnerable con la dificultad añadida de la falta de expectativas: según los datos del primer trimestre de 2019, el 65% de los mayores en paro de 55 años lleva más de un año en esta situación. Pero la gravedad va más allá. La situación más habitual es la que en el Informe #TuEdadEsUnTesoro: mayores de 55 años en el mundo laboral, presentado por Adecco en junio, llaman "cronificación del desempleo extrema" y hace referencia al 43% que supera ya los cuatro años sin trabajar. Además, la mayoría no tiene esperanzas de volver a hacerlo. Sienten que el mercado laboral no los quiere. Y no se equivocan. La legislación española prohíbe la discriminación por cualquier motivo, pero un 26% de las ofertas de empleo incluye un criterio de edad. Incluso si no se indica de manera expresa, el estudio de Adecco muestra que la mayoría de los reclutadores desecha de forma automática los currículos de los profesionales mayores de 55 años, y que un 83% de los responsables de recursos humanos no ha seleccionado a ningún candidato de esa edad durante el último año.

Mujer mayor... y empobrecida

Sobrepasada la barrera del 50 cumpleaños, las cifras se muestran inmisericordes para todos, pero las mujeres se llevan la peor parte. La disparidad de sueldos, las dificultades para acceder a puestos de responsabilidad mejor remunerados, la temporalidad y la precariedad que ellas sufren en mayor medida... suponen que, llegada la madurez profesional, estén peor situadas que los hombres respecto a posibles promociones o a la pensión de jubilación.

A todas las dificultades hay que añadirle una más: la de ser consideradas "viejas" a los 45-50 años. "El último tercio del siglo XX construyó un alegato de exaltación de la juventud y le asoció las virtudes requeridas para los perfiles profesionales: energía, fortaleza, entusiasmo, capacidad, adaptación y aprendizaje; incluso se llegó a identificar juventud con talento, y se asoció madurez a decrepitud, debilidad, cansancio, cristalización de la inteligencia, rigidez... Si a esto le añadimos los prejuicios que asocian "menopausia" a retiro de la vida productiva, tendremos el cóctel perfecto para imaginar que una mujer en paro mayor de 50 años... es sinónimo de "inempleable", afirma Rosillo.

Nuestra sociedad desprecia la edad mientras envejece a toda máquina.

Todos estos factores que jalonan la vida laboral de las mujeres repercutirán a medio y largo plazo en una mayor feminización de la pobreza. Y no es difícil encontrar ejemplos. "Soy agente de viajes muy cualificada, he perdido mi puesto con 58 años y no tengo esperanza de volver a trabajar -cuenta Ana en un foro de internet-. Me quedan cinco años para jubilarme y no tengo forma de aguantar dignamente hasta entonces; cuando llegue, mi pensión habrá mermado tanto que el resto de mi vida será un calvario. Qué triste acabar así después de tanta experiencia, tanto conocimiento, tanta sabiduría...".

Esas que menciona, y alguna más, son las ventajas de un trabajador veterano: experiencia, red de contactos, madurez, responsabilidad, equilibrio emocional, solvencia. Valores que cotizan a la baja en una sociedad que se permite el lujo de despreciar la edad mientras envejece a pasos agigantados. Y eso pone de relieve la paradoja: en España los mayores de 50 ya son el doble que los menores de 18 y, en breve serán la nueva mayoría, lo que hará imposible el relevo generacional que hasta hace poco se daba en las empresas de forma natural. "Eso significa que los trabajadores maduros serán imprescindibles en el nuevo panorama laboral", concluye Rosillo.

"Soy incapaz de amarlas: no las veo..."

En los primeros días del año, los titulares se hacían eco de las declaraciones del escritor francés Yann Moix. "Soy incapaz de amar a una mujer de 50 años -dijo-. Son demasiado viejas. Son invisibles". Y dejaba claro que, aunque en el ámbito laboral el edadismo afecta tanto a hombres como a mujeres, en el caso de ellas la discriminación se extiende a otras facetas de la vida, incluidas la social, la amorosa y la sexual. Para el psicólogo francés Christophe Fauré, especializado en gestión de la pérdida y el duelo, la crisis de los 50 puede ser tan desestabilizante y profunda como la adolescencia; o más, porque tiende a vivirse de manera vergonzante: se oculta la edad, se niega la llegada de la menopausia, se recurre a la cirugía estética... Porque, como en otras muchas cosas, en esto de cumplir años todavía estamos lejos de la igualdad. Esa es, precisamente, la premisa de partida de Imbatibles (Calambur), un libro escrito por cinco mujeres de más de 50, todas profesionales destacadas de diversos ámbitos. ¿Por qué los hombres maduran y nosotras envejecemos? ¿Por qué las mujeres se vuelven invisibles a medida que cumplen años? Esas fueron algunas preguntas que quisieron responder para ofrecer una contranarrativa sobre la edad de las mujeres que combata los estereotipos que la sociedad les impone. Y que las invisibiliza.

La idea del libro nació mientras dos de las autoras charlaban de la necesidad de prepararse para la nueva etapa vital y compartían su inquietud ante el impacto del climaterio: los sofocos, los cambios físicos, las hormonas revolucionándolo todo, el deseo sexual en caída libre...

Pero había algo que les preocupaba aún más: " Los cambios en la consideración social, las creencias devastadoras sobre la mujer menopáusica, que condenan a las mujeres, generación tras generación, a la falta de respeto, de credibilidad; a ser desplazadas a ese almacén simbólico de los productos caducados", escriben las autoras, que proponen iniciar un movimiento social y transformador. "Nos resistimos a ser nombradas a la luz del prejuicio, a volvernos invisibles, a hacer nuestro el reflejo de una sociedad que nos dice que nuestro tiempo pasó, que asocia valor a juventud y nos condena a desaparecer del espacio público", exclaman.

Precisamente, para poner voz y cara a esa discriminación de la que nadie habla, salió de su clausura la actriz Frances McDormand, la antiestrella de Hollywood que se pasó más de una década sin conceder entrevistas. Tenía 57 años cuando le contó a The New York Times que los estragos de la cirugía estética ante las mujeres de su gremio la enfurecen y que una amiga le había hecho ver que, quedándose al margen, estaba siendo egoísta: "Me dijo: las mujeres jóvenes te necesitan, necesitan tu imagen y tu voz. Tienes que salir y hablar de ello", cuenta. Y así fue como volvimos a ver a esta actriz atípica paseando con orgullo sus canas y su rostro sin maquillar y surcado de arrugas ("el mapa de carreteras de mi vida", dice) por alfombras rojas y platós. " Quiero ser un modelo a seguir y no solo en mi profesión. Lo digo en un sentido más cultural. Estoy muy interesada en empezar una conversación sobre cómo envejecer con dignidad. Creo que el edadismo es una enfermedad cultural, no personal", declaraba Frances McDormand en ese feliz regreso, convertida en una adalid del derecho a hacerse mayor (y, además, parecerlo).

Canosas y poderosas

Sara Berbel, doctora en Psicología Social y una de las autoras de Imbatibles, está de acuerdo en que una sociedad incapaz de reconocer el talento de las mujeres de mediana edad es una sociedad enferma: "La falta de presencia y visibilidad pública de las mujeres adultas se produce por dos motivos, que tienen que ver con el modelo escogido para construir nuestra sociedad: la fascinación por la juventud y el imperio de la belleza". Dos aspectos que, tal y como se explica en el libro, son el eje sobre el que bascula la percepción social de las mujeres. Estrella Montolío, experta en comunicación, catedrática de la Universidad de Barcelona y otra de las autoras de Imbatibles, señala un ejemplo bien visible, la televisión, donde vemos a periodistas o presentadores mayores de 50 (Matías Prats, Wyoming, Antonio García Ferreras...), acompañados por mujeres 15, 20 o 25 años menores... "¡Y están mucho más delgadas! Porque lo que se sigue valorando de las mujeres es su juventud y su belleza, mucho más que su experiencia o solvencia profesional. Y eso es lo que tenemos que revertir. Las mujeres queremos que la edad, como a los hombres, nos convierta en personas atractivas tanto en el físico, como en experiencia, capacidad y saber acumulados".

Ni siquiera las mujeres más poderosas del mundo se libran de los prejuicios. Cuando Michelle Bachelet fue elegida presidenta de Chile por primera vez, tenía 55 años y fue la diana de todo tipo de críticas y juicios por motivos que nada tenían que ver con su desempeño político. " La tildaron de gorda, divorciada, mala madre, de no tener estilo, ni glamour y otras lindezas", relatan las páginas de Imbatibles, donde se recupera también otro episodio tristemente famoso: el que protagonizó Rush Limbaugh, locutor de radio estadounidense y comentarista político conservador (68 años, para más señas). Durante la pugna entre Hillary Clinton y Donald Trump por la presidencia de EE.UU., Limbaugh les soltó a sus 14 millones de oyentes un motivo insólito para no votarla a ella: "¿Pero de verdad a alguien le apetece ver, cada día, envejecer en directo a una mujer?". Ante argumentos semejantes, siempre quedará blandir otro de los rasgos que se acentúan pasados los 50: la rebeldía.

Codiciadas como consumidoras

En España hay tres millones de mujeres entre 50 y 59 años y dicen los estudios de marketing que no solo tienen mayor poder adquisitivo que los millennials, sino que, tanto en los hogares con rentas altas como bajas, son ellas las que toman las decisiones de compra. Por eso las marcas han girado su radar hacia ellas y empiezan a mostrar canas y arrugas. Mujeres como Kristina de Coninck (53), Pino Montesdeoca (55), Grece Ghanem (54) y Lyn Slater (63) se han convertido en nuevos referentes de estilo, se han subido a las pasarelas de la mano de Duyos o Dolce&Gabbana o han protagonizado los catálogos de moda de firmas como Zara, Mango, Desigual... "Lo que está cambiando es el cliente, el nuevo consumidor es sénior. Ante un mercado laboral precarizado que imposibilita que los jóvenes se independicen y construyan su propia unidad familiar, el profesional maduro se convierte en el nuevo destinatario de los mensajes publicitarios y del márketing de las empresas", explica Laura Rosillo. Las marcas no dan puntada sin hilo y, sea por convencimiento, por postureo o puro business, se han subido al carro de la diversidad mostrando la belleza de la edad. Al fin y al cabo, la población envejece y parece lo razonable, aunque de momento solo sea la excepción.

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