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Saber preguntarse, saber escucharse, por Isabel Menéndez

¿Qué deseamos y sentimos, y qué camino nos ha llevado hasta aquí? Parecen preguntas fáciles, pero plantearlas (y contestarlas) con honestidad resulta clave para vivir con una buena armonía mental.

La capacidad para preguntarnos sobre lo que nos sucede, lo que queremos y lo que sentimos tiene mucho que ver con apostar por una vida plena. Ahora bien, conviene huir de la respuesta rápida y del autoengaño, lo que se suele producir cuando no somos capaces de hacernos cargo de lo que deseamos.

Puede ser que aquello que escuchamos acerca de nosotros mismos no nos guste y prefiramos negarlo o buscar una respuesta falsa. Tanto el hecho de preguntar a otro como el de preguntarnos a nosotros mismos significa enfrentarse a lo que no se sabe, a lo que no se domina, a la oscuridad que en ocasiones nos habita, a ese extraño que llevamos dentro y que el psicoanálisis llama inconsciente.

En este periodo del año en el que las vacaciones se acercan, conviene averiguar de qué modo y con quién nos gustaría pasar este tiempo.

Lucía se enfrentaba este año a unas vacaciones plenas y felices. Había decidido hacer un viaje a Italia con su pareja y disfrutar de los días sin pensar en obligaciones ni en lo que tenía que hacer para los demás. Era la primera vez que defendía sus deseos y no se sentía culpable por ello. Unos meses atrás, cuando se preguntó dónde le gustaría ir este verano, apareció el antiguo deseo de conocer Italia. Pero por primera vez se sintió con derecho a permitírselo. Mientras escuchaba la canción de Rozalén que decía: "Dibujé una puerta violeta en la pared y al entrar me liberé", sonreía y pensaba que describía muy bien la sensación que había tenido ella cuando, en el tratamiento psicoterapéutico, comenzó a hacerse preguntas.

"¿Qué te pasa?", le había preguntado entonces su psicoterapeuta. Lucía se había quedado en silencio. No sabía qué contestar y empezó a relatar sus síntomas y dolores corporales. Ya entonces, sin saberlo, empezaba a comprender que jamás se preguntaba qué era lo que ella quería realmente, sino lo que los demás necesitaban. Su madre siempre le hablaba dando órdenes: "Tienes que hacer esto o lo otro". Durante mucho tiempo Lucía se preguntó qué querría su madre de ella para aceptarla como era, pues percibía un fuerte rechazo. Quizá lo que su madre habría querido es que hubiera sido un chico.

Las claves:

  • Una buena pregunta ayuda a asociar ideas, cuestiona certezas y abre nuevos caminos y pensamientos.

  • La capacidad para preguntarse sin trampas o autoengaños indica un aprendizaje emocional que proviene de nuestros primeros años.

  • Cuando la comunicación familiar se ha basado en la confianza, la búsqueda de la verdad ante los conflictos y el reconocimiento de errores, las preguntas y la escucha de las respuestas serán más valiosas.

La llave de la habitacón propia

En el tratamiento, su psicoanalista y su deseo de investigar sobre sí misma le habían permitido entrar en un mundo propio que desconocía. Las preguntas que le hacía nunca eran directivas, le promovían ideas que la ayudaron a construir otro modo de sentirse.

Lucía aprendió en el proceso psicoterapéutico a preguntarse sobre sus deseos y así salió del sufrimiento. Aún no sabe cómo, pero lo cierto es que empezó a arreglárselas mejor con todo lo que le pasaba. Salió de la impotencia para hacerse cargo de cómo participaba ella en lo que le sucedía y tomar una posición activa ante la realidad. Reconquistó su deseo haciendo conscientes sus conflictos y aprendiendo a interrogarse; construyó un nuevo camino que le ayudaría a vivir de forma más acorde con lo que quería. Le enseñó sin decirle lo que tenía que hacer, aprendió a pensar, a reconocer cómo se colocaba ella ante lo que le pasaba en la vida con los demás. Llegó preguntando: "¿Cómo salgo de esta situación? ¿Qué tengo que hacer?", y pronto reformuló esas preguntas, convirtiéndolas en estas otras: "¿Cómo llegué a relacionarme así? ¿Qué me obligó a mantenerme en este estado tanto tiempo?".

Este cambio de formulación la colocaba a ella como protagonista de lo que le pasaba, pero también como agente de su cambio, lo que la condujo a organizar de otro modo los vínculos que le hacían sufrir.

LA PALABRA: la salud mental

  • Es el estado de alguien capaz de preguntarse sobre lo que le sucede sin autoengaños, porque conoce sus limites y se estima como es.

  • Así, sentimos el placer de actuar y podemos preguntarnos para afrontar lo que nos angustia.

  • La salud mental implica querernos como somos allí donde más frágiles nos sentimos. Esto nos vuelve más fuertes psicológicamente.

  • Cuando nuestro mundo interno está bien, la relación con el exterior es mucho más gratificante.

La identidad se comienza a organizar cuando en los primeros años de vida aparece la pregunta sobre el deseo, pero sobre el deseo del otro. La pregunta seria: "¿Qué quiere el otro de mí?". Y esta pregunta se formula porque el ser humano nace dependiente totalmente de otro al que necesita. Es preciso que ese otro esté allí para hablarle, para cuidarle, para quererle. Ese otro, que en principio son los padres, también tiene un inconsciente. Si, como en el caso de Lucía, alguno rechaza la identidad de la hija, porque la habría deseado de otro sexo, es probable que la hija tenga conflictos a la hora de organizar una identidad sexual.

Saber preguntarse no tiene que ver con examinarse. Guarda relación con lo que no comprendemos de nosotros mismos, con lo que no sabemos, porque estamos habitados por un inconsciente que nos dirige y que entra en conflicto con lo consciente razonable. La buena pregunta abre nuevos caminos y pensamientos. No fuerza la entrada, llama a la puerta sin invadir.

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