Texto: lucía taboada/ilustración: raquel córcoles

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El verano no es tan sexy... por La imperfecta

Hace calor y el dress code abraza el destape con resultados inciertos... que no admiten filtros de Instagram. En tu maleta, entre la realidad y el deseo: vestidos aspiracionales, bikinis traicioneros, piratas imposibles, pareos vaporosos, pinzas para el pelo y mucho por vivir.

Acéptalo, el verano saca lo peor y lo mejor de ti. Y con la excusa del calor se cometen verdaderos atentados estéticos que deberían ser juzgados por el Tribunal de la Haya. El veraneante acalorado, desinhibido y creativo, es capaz de perpetrar combinaciones imposibles aún con la tela escasa, lo que, hay que decirlo, tiene su mérito.

No todas las prendas estivales son problemáticas, claro. Al contrario, hay ropa veraniega que nos hace lucir como en ninguna otra época del año. Así que teniendo en cuenta la difícil ecuación entre la ropa de verano (válida o no para trabajar), y a expensas de que los caftanes de Elisabeth Taylor y los sombreros Panamá se conviertan en una ropa de oficina aceptable, he aquí un repaso por las prendas propias e impropias de la estación. Tú, por supuesto, viste como desees porque lo mejor del estilo es que, como una huella dactilar, es solo tuya.

Todas somos islas

En verano, el blanco es nuestro mejor aliado... salvo, admitámoslo, en algunos pantalones piratas. El vestido ibicenco está ligado a la filosofía de vida hedonista que surgió en la isla en torno a los años 70, por lo que ponérselo siempre tiene algo de ensoñación. (Estés donde estés, tu cuerpo o tus ganas siempre están un poco allí, en un chill out tan blanco como tu vestido y con un mojito en la mano). Se trataba de encontrar una prenda que resultase airosa, transpirable, estilosa. Y sí... dieron en el blanco con el vestido. Aunque quizá demasiado, porque hoy en día hay bodas ibicencas hasta en el interior de Soria. Pero es que, la verdad, sienta bien incluso con la celulitis y la pigmentación de una gracia de Rubens.

Por Lucía Taboada y Raquel Córcoles

No a la piratería

Estamos ante la prenda más controvertida del verano, probablemente junto a las sandalias cangrejeras con calcetines. Los pantalones piratas son un quiero y no puedo, un ni corto, ni largo, un ni primer plato ni segundo, un a medias en toda regla. No llegan a pantalones capri, los que llegan casi hasta el tobillo (el casi es lo importante) y ni siquiera son ciclistas, que lucen por encima de la rodilla.

Tienen lo peor de un pantalón largo, cubren y dan calor en verano; y también lo peor de uno corto. Casi siempre son demasiado informales, aunque dice la leyenda que los hay favorecedores. Mucho diseñadores los han recuperado en los últimos años, pero en la mayoría de los casos como un flashback noventero o una reminiscencia deportiva, que no termina de cuajar. Pero todo es posible.

Por Lucía Taboada y Raquel Córcoles

El verano del destape

Un bikini que cubre lo que debería parece sencillo de encontrar (JA), pero no lo es en absoluto. ¿Hay alguna tortura equiparable a probarse un bikini en una tienda con luces cenitales que provocarían celulitis hasta en Lydia Valentín, la campeona de halterofilia? Porque con esa iluminación no es que veas la celulitis, es que directamente se autogenera. Por eso, si encuentras el bikini perfecto, ese que no se te arruga en la braga y con el que puedes moverte sin riesgo de abrazar el nudismo involuntario, ese que te hace lucir como Brigitte Bardot en Saint-Tropez, nunca te deshagas de él o cómpralo a pares. Es una valiosísima y rarísima posesión.

Por Lucía Taboada y Raquel Córcoles

Un pareo por las nubes

El pareo ha vuelto como Keanu Reeves en John Wick: a lo grande. Sí, hay clásicos que nunca mueren (o resurgen entre el tizne de las balas). Ahora no solo valen para la arena, sino que también se ven por el asfalto reconvertidos en faldas-pareo. ¿Puede haber algo más cómodo? Quizá la cama de un hotel de cinco estrellas.

El pareo estiliza. El pareo tapa lo justo y necesario si es que quieres tapar. El pareo es versátil porque lo puedes anudar de diversas formas (y por supuesto, hay tutoriales de Youtube para esto). En fin, el pareo tan imprescindible en tu armario como el queso o el jamón serrano en tu mesa más soleada.

Por Lucía Taboada y Raquel Córcoles.

Un milagro en equilibrio

Estoy convencida de que el mono lo inventó una persona con vejiga superdotada. Es una prenda maravillosa, grata, liviana, salvo por el pequeño inconveniente de que te quedas desnuda cuando vas a orinar. Y además, has de sujetarlo mientras lo haces, lo que genera posturas imposibles. Así que ahí estás, con equilibrio inestable en ese baño público, en cuchillas, tirando de cuádriceps que no tienes y pensando "Esto sí que es ser una fashion victim".

Así que no cometas un error básico de principiante: por muy bien que te quede, por muy cómoda que estés en apariencia, nunca lleves un mono a un festival de música. No quieres -repito, no quieres- que su tela toque ni mínimamente la superficie de esos baños portátiles.

Por Lucía Taboada y Raquel Córcoles

Sin tiras no hay paraíso

Estamos en el año 2019 y todavía no se ha podido comprobar que exista vida extraterrestre ni que exista un sujetador sin tirantes que sea realmente cómodo. Los hay que comienzan el descenso del Sella por tu estómago, los hay que aplastan tus pechos como si tuviesen algo personal contra ellos -más que push up, son push down-, o los hay que cierran bien pero flojean en la copa, donde puedes meter perfectamente la cartera, el móvil y las llaves.

Llegar a casa y quitarte el sujetador sin tirantes es una liberación prácticamente mesiánica. Pero por muy incómodos que sean te libran de una prenda todavía peor si quieres ponerte un palabra de honor, por ejemplo: el sujetador con tirantes transparentes. Hay prendas a las que, como a algunas relaciones, es mejor no regresar jamás.

Por Lucía Taboada y Raquel Córcoles

Estrella distante

Dado que el intercambio febril entre lentillas, gafas de sol y gafas de ver produce verdaderos quebraderos de cabeza estos meses, lo más conveniente es poner unas gafas de sol con cristales graduados en tu vida.

El problema: cuando entras en una superficie cerrada y no tienes a mano las gafas de ver. Así se han visto numerosos casos de paseantes en RayBan por la sección de congelados del super, seres con pinta de estrellas; es decir, gente escondida bajo sus Wayfarer de pasta seleccionando galletas como si viniesen del rodaje de Reservoir Dogs. Por favor, no les temas, no les juzgues, no los critiques: sencillamente tienen miopía.

Por Lucía Taboada y Raquel Córcoles